"¿Pero tú cómo tienes la piel tan finita?", saluda Eusebio Poncela a esta periodista, a voces limpias que retumban en los santos techos del teatro. Ni "hola" ni nada": eso para los convencionales, que Poncela es como un parque de atracciones hecho carne y altura. Un putón cardíaco, dice él. "¿Y usted, por qué tiene los ojos tan claros?", se lanza una a resolver lo importante. "¡Qué sé yo!". Pestañea -sin ser consciente de su propia belleza- y arranca la fiesta. Su voz siempre se cuela por huecos del cuerpo que el espectador no sabe que existen.
De ser marginal, como él se bautiza, es el marginal más carismático de España. Un disidente insobornable, un animal excesivo desde la sobriedad, ¿será posible? Fue heroinómano en Arrebato, etarra en Operación Ogro, fornicador intelectual en Martín (Hache). También protagonizó la primera escena de sexo anal del país en la que dos amantes homosexuales se hundían hasta los ojos: La ley del deseo la dictaron muy clarita Antonio Banderas y él, y es más sagrada ya que la mismísima Constitución.
Poncela no se quedó anclado en aquel polvo celestial: hasta le incomoda lo icónico de la imagen por aquello de mito manoseado. "Seamos modernos de verdad y avancemos". Qué punzante y cachondo, Eusebio, qué sarcásticamente malhumorado. Supura una maldad exquisita en la mirada. Ahora hace de matriarca tremenda en Esto no es La casa de Bernarda Alba, una obra dirigida por Carlota Ferrer en los Teatros del Canal, esta vez representada sólo por hombres. Lorca está roto en aplausos.
Bernarda tiene un puntazo, ¿vale?, está muy bien escrito y va más allá de los géneros. Cuando la releí, dije “esto lo hago yo pero vamos, ya”. Sería genial que la Bernarda de un tío fuera la mejor de la Historia, pensaba yo (risas). Estas ensoñaciones… mejor que la Margarita Xirgu, mejor que Nuria Espert, que la Irene Gutiérrez Caba… o sea, ¡es un tío! Yo no sé cómo hubiese sido Eusebio Poncela si hubiese nacido mujer, pero creo que las cosas del carácter no tienen parche. Hubiera sido lo mismo de carácter, y luego por género y situaciones y tal… no tengo ni idea. Nunca me he visto como una mujer. Tengo momentos del día que puedo serlo: la parte femenina se destapa, como de 5 a 7. De 5 a 7 puedo ser un mujerón. Pero nunca me he visto como una mujer, ni siquiera en esta obra, y hubiera debido, ¿eh? (Suspira). Soy hombre, encantado de haberme conocido y adoro a las mujeres, tengo unas amigas muy poderosas y muy, muy tremendas, y me parecen todas tan acojonantes… nunca he tenido problemas de feminismo ni machismo. Siempre he estado a gusto en mi piel.
En la obra hablo en femenino, pero eso no tiene importancia para mí: lo importante es el peso que tiene Bernarda en la escritura, en la dramaturgia. Ese personaje puedes hacerlo de cualquier manera. ¡Gracias, Federico! (Mira al cielo). ¡Que qué relación tengo con mi miembro, preguntas! (Risas). Pues unos días llueve y otros días hace sol. Como le pasa a todo el mundo. Y ya está, no te digo nada más, que ya te he dicho mucho.
Yo he sido siempre un putón cardíaco, desde bien jovencito: a finales de los sesenta yo ya estaba viviendo en Nueva York. Dije “sálvese quien pueda”, ¿me entiendes? Por más que mi padre ha sido comunista y solidario, y murió el pobre hombre haciendo cosas en San Blas… yo no he tenido ese espíritu en la vida. Ese altruismo… ¡no! A mí me dicen: mire, usted qué quiere hacer en la vida. Y yo digo: divertirme. Así de claro. Quiero decir, a mucha gente le puede molestar y me la suda. Yo dije que iba a divertirme y me fui a hacer de las mías desde bien prontito. Yo estaba en París cuando murió Franco. ¿Que si me tomé un vinito? No, querida, me tomé un ácido, me tomé un LSD, para celebrarlo. Yo a lo grande siempre. Y estuve un mes en la casa del cónsul de España en París esperando a que muriera, porque era una cosa eteeerna, ¿no? Para que veas que yo estaba un poquito a tomar por culo.
¿Que qué censura vivimos ahora? La de ahora es aparentemente invisible pero muuy potente. Y muy, muy, muy agresiva. Por invisible, casi (chasquea). Estamos en retroceso en cuanto a libertades. Yo salgo mucho y veo y tal y me parece que ya se globalizó todo esto, que ya es un poco lo mismo que en todos sitios: ya no es que sea Franco y la puta madre que lo parió, sino que si vas a Argentina están los liberales, y si vas a… en fin, que yo no soy de izquierdas para nada, ni de derechas, me suda la polla entera todo. Pero si me tengo que apuntar a algo, es a la anarquía absoluta. Soy anarquista. Pero sí, sí. Hay cada vez más información y cada vez menos fundamento.
No, señora. Nunca me ha importado molestar. Tengo carnet de molestador profesional. Y me importa un huevo. No, no pienso en esas cosas. Ah, me recuerdas cuando en Arrebato interpreté a José Sigardo, en el 79. Me dices “heroína”, y yo te digo “uf”: la introdujeron para que ETA no se desarrollara y metieron la pata, porque ¡já!, empezó a difundirse como mancha de aceite. Entonces, ¿quiénes éramos los que teníamos un poco más de tiempo libre y éramos inquietos…? Pues a esos nos tocó. O, ¿quién tenía más dinero? Pues eso, nos tocó fuerte.
Ha muerto muchísima gente, he tenido muchos amigos muertos por ella, y al mismo tiempo, sin hacer apología ni nada, para mí fue todo un mundo nuevo. Es una sustancia muy poderosa y yo, como siempre, intenté sacar leche de una alcuza. Intenté sacar lo mejor. Lo mejor es… meterte en otro mundo, alterar la realidad, que a veces es una filfa, ¿verdad? Es una sustancia que hace que se alargue un poquito. El tema. ¿Y lo de salir de ella? Pues genial, yo soy un genio absoluto de la supervivencia. No fui ni a clínicas. Es por la fortaleza (¡gracias, papá!) de la genética. He visto a mucha gente que no ha podido hacerlo. Eso es lo que te puedo decir de la heroína.
Operación Ogro. ¿Que cómo es ser de ETA en la ficción? Yo había estado en el 78 con gente metida… etarra, vamos. Era el momento. Luego salí corriendo. Y había estado en Navarra, en el valle de Baztán, con ellos, y llegué justo de ese tránsito… y el director, que ahora no me sale el nombre… ya tenía un actor para el papel, pero como era listo, listo, listo, se dio cuenta de que yo venía de eso, de estar ahí, no porque yo tuviera una pipa, pero había visto el ambiente, ¿sabes?, y me cogió a mí. Así fue. Son de esas cosas milagrosas que pasan. ¡Pontecorvo, maricón! Así se llamaba. Divino. La hice en el momento oportuno, porque fue Operación Ogro y Arrebato. Gillo era un visionario político e Iván Zulueta era un hedonista… y yo moviéndome en los dos mundos como pez en el agua.
La polémica de Fe de Etarras… bueno, que no se pueda hacer humor con ETA… es un error, porque es un momento histórico que nos pertenece a todos, que determinó y es referente, y obviarlo y olvidarlo o invisibilizarlo es una gilipollez y además, es perder el tiempo. Hay cosas que no se pueden hacer, pero sobre todo, no se puede perder el tiempo. Este país es maestro… los políticos, la gente del Gobierno, en hacernos perder el tiempo a todos, que es lo peor que se puede decir de alguien. ¡Es que es una putada!
¿Que qué le debemos a Almodóvar? Hombre, le debemos que sea un trabajador de sí mismo gigantesco, con gran talento y arrojo en su momento. Tuvo, como todos, sus años de mayor creatividad, y luego se ha ido repitiendo a sí mismo como ha podido. Es un hombre histórico en el cine español. Matador y la Ley del deseo… fue una buena época, un buen recuerdo. Me preguntas cómo fue recibida por la España del momento la escena de sexo anal con Antonio Banderas en La ley del deseo. ¡Y yo qué coño sé, si yo estaba en Costa Rica! ¿No te digo que yo no me entero? Para empezar, yo no veo las películas nunca. Nada, no, no, no. Ni las vuelvo a ver ni las veo. Y muchos se me han cabreado porque no veía su obra magna, ¿sabes? Pero no.
Entonces cuando pasaron la película, Kiko Medina, creo que fue, un periodista del franquismo… -yo estaba en Costa Rica haciendo El Dorado con Carlos Saura- me dijo “¡ha sido un éxito!”, y a mí me sudaba la polla directamente, todo. Yo estoy pendiente de lo que tengo entre manos en el momento. Yo ahora pinto, hago un cuadro, ¡y ya está!, ya lo olvido, a la siguiente cosa. Con las películas pasa lo mismo. Me suda la polla lo icónica que fuese la escena de sexo anal. El mamoneo y el baboseo ya está, seamos modernos de verdad y avancemos.
¿Qué le pide Eusebio Poncela a la persona amada? Cada vez menos. Yo creo que no hay que pedir nada. No sólo se trata de intereses comunes, sino de los caracteres. Y yo ya sé, por viejo, que los caracteres no tienen parche. Ya no me meto ahí, no soy ni psicólogo, ni juez de reality show, no soy nada y menos con la persona amada. No le pido nada en absoluto. Es decir: sentido del humor, pediría, es lo único. ¿Que qué te puedo enseñar yo del amor? Señora, pues tienes que aprender, o meterte en la cabeza, no ser celosa. Aprender eso. Los celos son una pérdida de tiempo también. No se pertenece a nadie y es una cosa como prehistórica, como antigua que nos han metido a todos por generaciones… y no es así. Quitarse esa caspa de encima es bastante difícil. Hay que intentarlo. Los celos son un veneno, nadie nos pertenece.
Recuerdos que tengo de Federico Luppi… que era un comilón imperecedero, comía por cuatro. Era hijo de carnicero, Federico, y cuando estábamos filmando o haciendo cualquier cosa, si te dabas la vuelta y hablabas con alguien ¡se había comido tu plato, directamente! Sí, era un hombre que medía casi dos metros… ibas a comer con él, sobre todo en Argentina, y llevaba su propio cuchillo para cortar la carne. De eso me acuerdo mucho. Pobre hombre, se pueden hablar mil cosas de Federico, no es que esté frivolizando sobre él, ¿verdad?
Me llevé muy bien con él, me parecía un hombre muy atractivo, me parecía… no era de mis actores favoritos para nada, pero sí me parecía un hombre muy peculiar. Atractivo, atractivo. Muy seco, ¿entiendes? A mí la gente seca y sin mucha concesión me hace gracia. Y lo recuerdo con cariño. Teníamos amigos comunes y nos veíamos después de las películas, qué sé yo, cosas que yo no suelo hacer porque no tengo amigos actores. Tengo amigos carniceros, dealers, chefs, arquitectos, pintores… pero actores no he tenido muchos. No se ha dado así. No sé qué pasó, no frecuenté sus sitios… yo he sido rarete igual. Entre los actores raro y entre dentro del resto de la gente, raro. Único, la verdad (risas). No tengo abuela, mi abuela murió. Mi abuela soy yo (ríe).
Me hablas de las acusaciones de maltrato sobre Luppi… pues no sé, yo no pienso nada, Luppi formó parte de una generación (que también hay que estar en Argentina) donde eso se veía de otra manera. Es decir, él no era tonto del culo. Si le hubieran educado y hubiese estado en otro tipo de atmósfera, él, que no era gilipollas para nada, hubiese tenido otro tipo de comportamiento. Pero estamos hablando de un país de los más machistas del universo, que es Argentina. Él… ¿qué sé yo?, era enamoradizo, yo le conocí cuarenta novias, y por ahí se le fue la mano. No tengo ni puta idea. Estoy contestando a esto y es la primera vez que lo hablo. Hola, Federico. No le doy mucha importancia, no digo “ah, hay un Federico actor y otro maltratador”, no. ¡Es el mismo Federico! Pero hay que tener en cuenta las circunstancias, la educación, qué es lo que pasó, cómo eran las señoras, que algunas eran más machistas que él, probablemente…
Hay que follarse a las mentes. Todavía. ¿Es que hay alguna duda, cojones? Dímelo tú. ¡Se trata de eso! Lo otro es fantástico: no hay nada como echar un buen polvo y tener un buen orgasmo. Pero los buenos orgasmos no son de cinco minutos, más largos. Todo empieza por la larguitud… ¿me entiendes? Eso es un clásico. Pero sí, esa frase caló, caló.
Me preguntas que con qué presidente de la democracia hemos sido más libres. Ya te lo digo yo: con ninguno. Con ninguno en absoluto. Son un espanto. Especialmente, le tengo manía a Zapatero, y mira que el de ahora es una cosa que… pf. Pero Zapatero creo que fue uno de los grandes culpables de que no hayamos podido dar un salto. Por inepto, por inútil. Un salto al más allá (risas). ¿Que si me decepcionó, como a mucha gente de la época, Felipe González? Sí, pero yo estuve al margen, soy una persona marginal. He sido un marginal profundo y profesional. Lo sigo siendo. Tendré 80.000 años y seguiré siendo rebelde, anárquico, y qué sé yo. Felipe González me importaba una mierda. Yo siempre estuve de espaldas a eso.
¿Para qué sirve la belleza? Para mucho. La belleza es verdad y la verdad es belleza. Lo decimos en la obra y lo suscribo. Es importante cultivar la belleza. Si adoleces de belleza, buscarla… hay parcelas de todos nosotros donde se cuela un poco el complejo de inferioridad, que no sirve para gran cosa. Puede ser entretenido, como los prejuicios, como las manías, pero no es lo que hace crecer a la persona. La belleza aparta eso. La belleza es superación, cojones. Uy, lo que acabo de decir.
¿Si la cultura es oficial, deja de ser cultura? No sé, no necesariamente, eso son como eslógans. Hay partes que sí y partes que no. No utilizaría una sentencia tan firme, no es justa, porque hay mucha gente implicada, gente con potencia. Yo llevo 50 años trabajando, ya voy a hacer 50, ¿te lo puedes creer? He pasado de todo, he visto de todo. Y más con la actitud que he tenido yo: que si marginal, que si yonki, que si todo… he sobrevivido, así que tengo que tener cuidado. ¿Qué me parece transgresor hoy? Transgresor es ser libre, ser natural y ser consciente de uno mismo. Eso es transgresión. Sé libre, sé natural y sé consciente de ti mismo. Y ten un par de huevos o de ovarios. Está difícil la cosa, ¿eh?