Hay álbumes de fotos que, lejos de convertirse en memoria sentimental de un tiempo, se vuelven una prueba en contra, una hemeroteca de la vergüenza. La imagen que antes todos buscaban es la misma que ahora repudian: sonreír al objetivo enganchados a Harvey Weinstein, deshaciéndose en compadreos, colindantes al hombre más poderoso de Hollywood. Es cómodo, una vez sobrevenida la avalancha de denuncias por abusos, acosos sexuales y violaciones, intentar desligarse del agresor, pero ahora pesa más que nunca la cultura del silencio y del amiguismo del cine estadounidense. Los besos, los abrazos y los halagos son manchas de aceite y son pocos los que quedarán impolutos.
Weinstein ya no es sólo un hombre, también un símbolo: por su influencia y su crueldad, ha pasado a convertirse en el paradigma de la tradición del abuso. Y queda constancia de que todos esos que ahora se alejan de él, antes le acariciaban el lomo para no perjudicar sus intereses. De Penélope Cruz a Ben Affleck y Matt Damon, de Meryl Streep a la mismísima Oprah. Esta última actriz (además de productora y empresaria) puso en pie a todo el auditorio de los Globos de Oro con un discurso combativo y directo contra “los hombres poderosos y brutales” que han dominado el mundo mucho tiempo. “Se acabó su tiempo”, subrayó.
Oprah dedicó su premio a esas niñas y mujeres que han levantado la voz contra los abusos y las injusticias. Tal fue su potencia discursiva que la llegaron a bautizar como “futura presidenta de los EEUU”, pero las dolorosas hemerotecas no tardaron en hacer su trabajo y pronto empezaron a brotar en redes sociales fotos comprometidas de Oprah, como setas. Ahí la actriz abrazando, besando y haciéndole la fiesta a Harvey Weinstein en varias ocasiones. No es la única a la que se ha puesto en duda.
Meryl Streep lo definió como “Dios” en uno de sus discursos de los Globos de Oro, aunque ahora recula y asegura que el magnate ha tenido “un comportamiento inexcusable” y que ella no sabía nada de sus abusos: “No conocía ninguno de esos delitos: no sabía nada sobre sus acuerdos económicos con actrices y colegas”. Rose McGowan, una de las primeras en denunciar las agresiones de Weinstein, ha arremetido contra Streep y el resto de actrices que denunciaron el machismo de Hollywood en estos últimos Globos de Oro: “Vuestro silencio es el problema”, ha increpado. "Actrices como Meryl Streep que felizmente trabajaron con 'el cerdo monstruoso' van a vestir de negro en los Globos de Oro como protesta silenciosa. Desprecio vuestra hipocresía”.
El lavado de cara de Ben Affleck
Matt Damon, Ben Affleck y Russel Crowe son otros que se lavan las manos. Los tres trabajaron para Weinstein en colaboración con su productora Miramax. La periodista Sharon Waxman, que hace 13 años empezó a investigar el caso, asegura que los tres intérpretes impidieron que la verdad saliera a la luz. Tal ha sido la presión que Ben Affleck está trabajando fuerte en recuperar su imagen: dice que donará el dinero que ganó con las películas de su padrino artístico como forma de manifestar su repulsa.
“Estoy disgustado y enfadado con el hombre con el que he trabajado y ha usado su posición de poder para intimidar, acosar sexualmente y manipular a muchas mujeres durante décadas”, decía el pasado 10 de octubre el actor en su cuenta oficial de Twitter, a lo que Rose McGowan contestó recordando que ella le confesó los acosos y él respondió de la siguiente manera: "¡Joder" Le dije que dejara de hacer eso", dejando claro que Affleck sabía lo que pasaba. Tarantino es otro cineasta que ha confesado que “sabía lo suficiente para hacer más de lo que hice” e intenta sacudirse el pasado al grito de “no tendría que haber trabajado con Weinstein”.
Weinstein también fue el productor que hizo que Penélope Cruz ganase el Oscar: fue el encargado de la promoción de la actriz para el premio, con tanto ahínco que la española se lo dedicó. Ahora afirma que su “abuso de poder” es “inaceptable”. "Hemos trabajado juntos en diferentes películas. Necesito expresar mi apoyo a las mujeres que han tenido esas horribles experiencias", señala.
Gwyneth Paltrow dedicó también su premio a Weinstein. Ahora manifiesta su rechazo y, además, ha llegado a contar cómo él colocó su mano sobre su pierna y le pidió un masaje cuando era niña. Igual que es imposible discernir cuántos miembros de la industria hollywoodiense se acercaron a Weinstein por interés laboral y no por pura simpatía; es imposible ahora saber cuántos se alejan de él por convicción o por adherirse al movimiento ganador: el necesario #MeToo.