El feminismo salva a los Goya (y al ministro)
La lucha por la igualdad hizo brillar una fiesta del cine patrio que sin reivindicación habría sido desastre, pero también evitó que Méndez de Vigo respondiese sobre su gestión cultural. El ministro no se mojó con la causa feminista y rehusó coger el abanico del "Más mujeres".
4 febrero, 2018 18:28Lo personal es político, como decía Kate Millet. Por eso la gala de los Goya 2018, empapada de necesario feminismo, supuso una reivindicación transversal: desde la historia de cada mujer hasta las propuestas de ley del Congreso. La pugna por la igualdad se coló en los abanicos rojos, en el lema “Más mujeres” y en el debate social que dominó la fiesta del cine. “Sólo un 7% de la dirección está en manos de mujeres”, decía Penélope Cruz en la alfombra. Datos, propuestas, humor para desatascar. “Tenéis que poneros detrás de la línea, donde están los carteles”, indicaba un organizador del evento a las periodistas de EL ESPAÑOL. “¿No ves que están luchando por su espacio?”, bromeaba Leticia Dolera.
Méndez de Vigo llegó tarde y posó junto al abanico de Dolors Montserrat -responsable de Igualdad contraria a las cuotas: "Más mujeres", sí, ¿pero cómo?-. El ministro no tocó el artefacto rojo para no mancharse de protesta. Fot, pero sin mensaje. No le dio tampoco por matizar las palabras del presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, cuando fue preguntado por la discriminación salarial de las mujeres: “No nos metamos en eso”. El hecho de que el foco político del evento se centrase en el feminismo, le libró también de contestar a muchas otras preguntas. Por ejemplo, alguna sobre su ausencia en la fiesta del Patrimonio, que se celebró el pasado 20 de enero en Davos (Suiza), y donde se hizo una declaración sobre la importancia de la cultura en la construcción de una Europa de alta calidad.
Méndez de Vigo llegó tarde y posó junto al abanico, sin cogerlo, dejando a un lado la protesta. Foto, pero sin mensaje
O sobre su pasividad y nula intervención en la rueda de la SGAE, una sociedad que gestiona los derechos de miles de autores y luce un fraude de casi 100 millones de euros. O sobre el desastre del patrimonio de Sijena. O sobre su inmovilismo en cuanto a reformar la Ley del Cine y la escasa dotación económica del Gobierno al fondo de la cinematografía del Instituto del Cine (30 millones), que hace que sólo unas 20 películas reciban subvención.
O sobre la salida de vigilantes de los museos, que pone en riesgo nuestro patrimonio. O sobre por qué no han finalizado la reforma de la Ley de Propiedad Intelectual en tres años, a pesar de que estaban obligados a hacerlo en uno, o sobre por qué la UE ha tenido que amenazar con una multa de 100.000 euros al día si no se ponen manos a la obra ya.
Nora Navas, la mujer que sonrojó al ministro
También podría haber sido preguntado sobre la Ley de Mecenazgo y sobre por qué no ha devuelto el protagonismo a la sociedad civil en el fomento de la creación. Pero al ministro de Cultura sólo se le intentó sonrojar ayer con un par de alusiones al IVA. La más potente, en boca de Nora Navas, que junto a Mariano Barroso ha tomado el relevo de la presidenta de la Academia de Cine, Yvonne Blake.
Aludió Navas al 21% del IVA en las entradas de cine, que, “a pesar de las promesas y anuncios oficiales, sigue ahí”: “Aquí seguimos, aquí sigue la industria del cine generando riqueza para el Estado, recaudando bastante más dinero del que recibe (...) Somos un colectivo que no quiere llorar y no quiere ningún privilegio. Solo quiere lo que es suyo. Como cualquier otro colectivo", expresó.
Recordó que el cine español en la actualidad es “un buen negocio” ya que, por cuarto año consecutivo, ha recaudado más de 100 millones de euros con las producciones españolas, de los 600 millones de recaudación global. Menos mal que la gala sirvió, sobre todo, para subrayar que en esta edición de los Goya no existe ni una sola candidata femenina en ocho categorías. Menos mal que el chiste de Joaquín Reyes sobre el “mansplaining” no cuajó y que Dolera, dejándose explicar con paciencia, acabó contestándole: “Os está quedando un campo de nabos feminista precioso”.
Recordó que el cine español en la actualidad es “un buen negocio” ya que, por cuarto año consecutivo, ha recaudado más de 100 millones de euros con las producciones españolas
Menos mal que la más democrática de las reivindicaciones, que es la de la igualdad, pudo hasta con el desafortunado comentario de Carlos Saura cuando salió al escenario a entregar un premio con Penélope Cruz: “Estoy muy contento de estar aquí con esta chica tan guapa”. Esta chica tan guapa. En la noche en la que el feminismo era la estrella. Menos mal, pensará Méndez de Vigo, que toda la atención estuvo en el “vivan las mujeres” que clamó Belén Rueda: así nadie le cuestionó su gestión ni su ministerio.
Alusiones feministas en la gala
“Hay que reivindicar el papel de la mujer, por eso la gala la presento yo”, bromeaba Ernesto Sevilla. Fue uno de los escasos guiños al feminismo protagonizado por hombres durante el evento. “Yo presento el premio a mejor actor de reparto, que es lo mismo que actriz de reparto pero cobrando un poquito más”, lanzó también Santiago Segura. “Nosotras somos la otra mitad, la mitad del mundo”, dijo Leticia Dolera al recitar a Lorca para entregar el Goya a Mejor Dirección Novel a Carla Simón. “Y la mitad de la imaginación”, respondía Paula Ortiz, directora de La novia. “Más mujeres haciendo cine”, reclamó Simón.
“A todas esas mujeres que todavía van al cine, compran entradas y hacen que todos estemos aquí”: así dedicó Isabel Coixet su premio a mejor guion adaptado por La librería. Era una ácida alusión a las palabras de Álex de la Iglesia cuando se refirió a esas “señoras que van al cine”. “Vas al cine y ves todo pelo blanco”, insistió Coixet, con mordacidad, sin olvidar dedicarle el galardón a su madre. La gala de los Goya 2018 dejó al espectador claras dos cosas: una, que aunque afortunadamente la cuestión del feminismo ya esté sobre la mesa, queda mucho que luchar y que pulir, incluso en cuanto a reivindicación se refiere. Dos, que Méndez de Vigo se vio beneficiado, insólitamente, por un movimiento por el que no se moja, y que le ahorró otras preguntas incómodas.