Lo reconozco. No es la primera vez que me lo han dicho. Me consta que en el Ministerio de Educación, Cultura y Deporte es uno de mis apodos. Otros han ido un poco más allá y han preferido el sutil “hijo de Satanás”. Pero ese día Jiménez Losantos no se hizo una camiseta con el insulto. La de Ernesto Sevilla mola bastante y se la ha puesto para ir a El hormiguero [minuto 30]. Por favor, Ernesto mándame una. Se la puso para decir a todo el mundo que él y Joaquín Reyes saben encajar las críticas. Es un recado “para algún que otro periodista”. Me doy por aludido, porque me flipa la camiseta.
A ver, que hubiese preferido una con un “mangurrián”, “viejuno”, “colgandero”, “tunante”, “jipilondio”, “bocachancla”, “tolai”, “soplagaitas”, “moñas”, “fantoche”, “gaznápiro”, “cuerpoescombro”, “canalla”, “bajonero” o cualquier palabra del diccionario chanante que trajeron hace 16 años y que uso a diario desde entonces. El alter ego de Marcial Ruiz Escribano ha preferido “cabrón”. No me extraña, porque las cosas se han puesto serias.
Una gala indomable
Han triunfado durante dos décadas. Ni una mala crítica. Han crecido entre algodones y aplausos, como los reyes de la fiesta. No podían fallar o eso parecía, después de la trilogía de Dani Rovira. Además, deseaban culminar su trayectoria impecable en los Goya, la prueba insuperable de los humoristas, el noveno anillo del infierno de los cómicos, la Excálibur que no se deja dominar. Querían convertirse en los primeros en hacerlo, pero no hay dios, ni héroe que pueda con la dichosa gala. Los Animalario son los que más se acercaron.
“Nuestro humor no encaja en los Goya”, reconoció Joaquín Reyes a Lorena G Maldonado en este periódico. Es cierto. Y alguien en la Academia realmente creyó que todo aquello era bueno para el cine español. Alguien en la Academia dio el visto bueno a ese guion y a todo lo que iba a pasar en ese hotel de las afueras la noche de autos. Esto es así, impepinable: los responsables siempre son los que contratan, no los contratados.
Así que Sevilla pasa con Reyes por El hormiguero el lunes de resaca. Los Goya no le han dejado buen cuerpo. La pareja ha recibido hasta en el carné de identidad. La somanta palos ha sido unánime. La monarquía del despiporre ha sido destronada -aunque su celebritie de Antonio López sigue inmaculado- y casi entonaron el mea culpa. A punto. Han preferido la camiseta de “cabrón”, “para algún que otro periodista”.
Encajar las críticas
“Hay que encajar los palos, no pasa nada”, explica Joaquín Reyes a Pablo Motos. Y para demostrarlo, la camiseta. Antes de que Sevilla aclarase el porqué de la prenda, explica al presentador del programa qué artículos son los que más le han tocado las pelotas. Sevilla reconoce: “Uno que dice “Joaquín Sevilla y Ernesto Sevilla hunden los Goya”. Que es una cosa acojonante, porque no es que hayamos hundido la gala, hemos hundido los Goya. Ya no se pueden hacer más”. El otro es uno que asegura que él y Joaquín han hecho “la peor gala de la historia”.
Este cabrón que les escribe ha defendido el humor chanante desde hace años. Hablé con Reyes el día de la muerte de Rafael Azcona, en 2008, porque los lazos entre Muchachada y el guionista de El verdugo me parecían y me parecen muy probables. “Tiene poso de todas aquellas películas”, expliqué en su día. “De él y de Berlanga me impresiona lo que hicieron con lo que tenían. ¡Cómo hacían tanto con tan poco!”, comentó Reyes en aquella respuesta.
Ya no tan impecables
Desconozco la autora o autor del otro artículo al que se refiere Sevilla, pero también se merece una camiseta. Reconozco que soy un cabrón y nunca se lo negaré a todos aquellos que se refieran a mí en estos términos, siempre y cuando tengan un motivo. Soy un cabrón para lo que me conviene, es decir, la RAE (en fin) asegura que el cabrón es una persona “que hace malas pasadas o resulta molesto”. Lo que me conviene es ser molesto, pero no un hijo de puta.
También apunta en una de sus acepciones que es un “hombre que aguanta cobardemente los agravios o impertinencias de que es objeto”. En este caso, la definición se retuerce hasta volverse en contra de Sevilla, que lo señala como cabrón -con perdón- por no asumir las primeras malas críticas en veinte jodidos años. Pero eso es imposible, porque ellos no hicieron lo que hicieron el pasado sábado de mala fe. Simplemente, les salió así. Y es otra manera de pasar a la historia, aunque yo prefiero recordarles en la palabra, el alma y el cuerpo del Gañán, en pleno apogeo: “A lo mejor os pensáis que somos tontos y ¡a lo mejor lo que pasa es que os lleváis una hostia!”.