Europa se va a pique. El cine social de los últimos años coincide en la deriva del continente con el auge de la extrema derecha y otros movimientos xenófobos y fascistas presente en varios países. Algunos parecían preverlo hace años. Uno de ellos fue Laurent Cantet, que en La clase -con la que ganó la Palma de Oro en el Festival de Cannes- radiografió a una sociedad que estaba dando de lado a los más jóvenes. La educación fallaba, el sistema no ayudaba y todo era susceptible de ir a peor.
Sin embargo aquella tenía un halo de esperanza. Por ejemplo, en aquellas aulas no había ni rastro de racismo. Musulmanes, africanos, caucásicos… todos convivían y se rebelaban contra un sistema que les apretaba sin distinguir por color de su piel. Diez años después, el director se muestra más pesimista en El taller de escritura, que podría ser una secuela apócrifa de su famoso título, ya que también muestra a la juventud actual, en la que el terrorismo, el miedo al diferente y la presencia de los extremismos han calado. Lo hacen en torno a unas clases en las que intentan construir una novela entre todos los alumnos, donde salen sus ideas y pensamientos sobre la sociedad actual.
La película parece una continuación, de alguna manera, de La clase, aunque parece que hemos ido a peor, porque el racismo ha entrado en el juego.
Creo que en los diez años que han pasado desde ‘La clase’ la sociedad ha cambiado muchísimo. El sentimiento comunitario de la Unión Europea se ha impuesto más, sobre todo con los atentados de París. Los árabes fueron señalados como consecuencia del miedo que se ha instalado en la sociedad. Los personajes de esta película podrían ser los alumnos de aquella clase que han crecido. Pero de todo esto, la transmisión es lo que más me interesa. Tengo las mismas ganas de combatir, de luchar, de tomarme muy en serio las preguntas de esos chicos.
Parece que una de sus preocupaciones es la relación de los jóvenes de hoy con la cultura obrera.
Cuando terminamos ‘Recursos humanos’, quería seguir indagando justamente en eso. En La Ciotat, Robin Campillo -guionista del filme y director de 120 latidos por minuto- estaba haciendo un reportaje para televisión y ahí estaba aquel cierre de astilleros que fue traumático. Pero los jóvenes estaban muy alejados de lo que había ocurrido. Entonces pensé en una historia con la que pudiera incorporarlos al pasado, pero no encontraba cómo dar forma a la película. Hace unos años, tras los atentados de París, me pareció interesantísimo saber más acerca de cómo los jóvenes vivían en un mundo tan extraño. Uno de los fenómenos que me asusta es el no tener en cuenta a los jóvenes que están sin trabajo, sin futuro y que se convierten en víctimas muy fáciles de los extremismos.
Los árabes fueron señalados como consecuencia del miedo que se ha instalado en la sociedad
¿Los jóvenes franceses son más fáciles de caer en los movimientos de extrema derecha?
Son víctimas de los extremismos de derechas y también del yihadismo. La película precisamente intenta mostrar los mecanismos de seducción que ejercen estos extremismos en ellos. El protagonista, Antoine, podría ser yihadista. Cuando tienes la sensación de que no pintas nada, de que no tienes una identidad propia, los extremismos son perfectos,porque sienten que encajan en algún sitio.
Normalmente cuando los adultos hablan de los Milennials lo hacen de forma despectiva, les describen como vagos, incultos...
Les tratamos como idiotas porque no leen a Víctor Hugo ni a Cervantes, pero ellos tienen otras fuentes culturales. Es verdad que están muy alejadas de las mías, pero pase lo que pase habrá que tenerlas en cuenta. Si seguimos mirándoles con desprecio, no conviviremos nunca. Estoy convencido de que si dejáramos de tratar a los jóvenes como lo hacemos, las cosas irían mejor. Al final del rodaje uno de los chicos, casi llorando, me dio las gracias por ese verano: "Nunca había hablado tanto de esto en toda mi vida. Con los amigos, solo hablamos de gilipolleces”. Se fue con la sensación de que podía pensar en algo importante y podía pensar en lo que es y en lo que vale. En las tres semanas que ensayamos hubo oposiciones entre ellos y entre ellos y yo, y eso fue importante para ellos y para la película. Los debates, aunque sean desagradables, ayudan a sacar las cosas adelante.
Cuando tienes la sensación de que no pintas nada, de que no tienes una identidad propia, los extremismos son perfectos
En la película los chicos hacen algunos comentarios sexistas, ¿son machistas los jóvenes franceses a pesar de todo lo que está ocurriendo?
No. Los jóvenes de hoy no son tan machistas. Sí, hacen chistes, pero el lugar que se deja a la mujer en el grupo es grande. Lo que hay es un fenómeno cultural, son jóvenes que han vivido en familias en las que la madre estaba en el hogar, que han vivido un regreso a la religión, donde se dejaba un espacio reducido a la mujer… Pero en la relación cotidiana entre ellos la cosa ha evolucionado muchísimo. Y a pesar de ello es verdad que sigue habiendo jóvenes violadas en las calles, que hay una violencia latente que no quiero borrar ni olvidar.
¿Es mucho peor el mundo de hoy para los jóvenes que el de hace 30 años?
En el fondo tengo la impresión de que todos nos enfrentamos a la misma cuestión, porque, al fin y al cabo, envejecer es encontrar formas de seguir adelante con lo que tienes. Pero sí, siento escrúpulo en dejar este mundo a mis hijos. Puede que no hayamos luchado bastante y hayamos dejado que ciertos males se instalasen, puede que no viéramos lo que venía.
Una herramienta de los extremistas para captar a los jóvenes es internet.
Internet es maravillosa, pero también es el lugar en el que se encuentran todas las propagandas. El presidente de EEUU expresa su pensamiento en 140 caracteres. Lo importante sería que hubiese más complejidad en el discurso político, que es justo lo que no hacen los extremistas. Sería bueno que se hiciera algo pedagógico para que la gente aprendiera a pensar de nuevo, a crear argumentos.
¿El personaje de Olivia, la escritora, representa a los intelectuales y su vínculo con los jóvenes hoy?
Sí. Ella expresa la impotencia en que muchos intelectuales se encuentran, con esa sensación de que no contactas con los jóvenes. Después de los atentados hemos vivido un periodo de dudas sobre la cohesión de nuestros mundos. Todos sentimos esa sensación de impotencia. Olivia decide ir a por todas y eso también me ayuda a posicionarme ante esos jóvenes.
¡No se puede decir todo a todo el mundo! La comunicación global de Twitter me parece súper peligros
Cultura, debate, escritura, los chicos discuten sobre la libertad de expresión, lo que se puede y no puede escribir… En España la liberta de expresión está en grave peligro…
En España… no tengo ninguna simpatía por el nacionalismo, pero la reacción del gobierno de Mariano Rajoy es una tontería. En fin. En Francia también hay mucha menos libertad de expresión, pero he de decir que hay una responsabilidad individual de cada uno. ¡No se puede decir todo a todo el mundo! La comunicación global de Twitter me parece súper peligrosa. En Twitter se va directamente al grano, no hay complejidad, no la necesaria al menos para un pensamiento correcto. Personalmente no me importaría que se restringiera un poco. Hay tantas cosas inadmisibles que no me parece que sea por ahí por donde se puede medir la libertad de expresión.