Para arropar a su Quijote, Terry Gilliam necesitaba una especie de familia que le arropara y le protegiera en ese territorio inhóspito llamado España en el que quería rodar. Eligió a una troupe de actores de prestigio internacional y ellos actuaron de cicerones de ese loco que se había propuesto adaptar la obra de Miguel de Cervantes pasada por su peculiar filtro. Jordi Mollá, Sergi López, Rossy de Palma y Óscar Jaenada fueron los elegidos en la misión de rodar una película que muchos consideraban maldita. Todos ellos tienen una cosa en común: los papeles que encuentran desde hace años vienen de fuera de su país.
Ahora se han juntado en El hombre que mató a Don Quijote, una tarea que como explica Jaenada no da miedo, pero sí “muchísimo respeto y responsabilidad”. “Es que, coño, lleva 20 años queriendo hacer esto, así que si nos toca a nosotros, pues no lo vamos a hacer mal, hay que apurarse al máximo, y es verdad que siempre había alguna coña el día de rodaje, sobre si estábamos todos o faltaba alguien”, dice de una adaptación de la que sólo ve capaz a Gilliam, porque “sólo él podía violar al Quijote así”.
Del director, del que estudió toda su filmografía, destaca su “espíritu”. Una energía que le hacía despertarse a las seis de la mañana y estar como una moto cuando todo el mundo tenía las ojeras de haber trabajado hasta las tantas el día anterior: “entraba gritando al ascensor, era el alma de la película, el encargado de poner la energía aquí arriba, no flaqueaba jamás, estaba siempre a tope”. A pesar de todo algún día perdía la paciencia “y estaba hasta los cojones de los españoles porque no me dan esto, tal, cual, y yo le decía: pues por eso no trabajo yo aquí, pero ya que estás aquí tendremos que hacer algo”.
Óscar Jaenada ha vuelto este año a nuestro cine con Oro, Escobar y El hombre que mató a Don Quijote, pero durante mucho tiempo ha buscado los papeles que le atraían fuera de nuestras fronteras, y lo ha hecho porque nuestro cine ha dado un giro tan comercial que se ha convertido en una industria con la que no comulga.
“Hemos vuelto a Pajares y Esteso, a una comedia como la de ellos. Es que ahora no me imagino a Fernando León vendiendo Barrio, o a Achero Mañas vendiendo El bola, es que no se las compraría ni dios, nadie le diría que les van a producir eso. Ya no pasan esas cosas, y es lo que hemos llegado y por lo que estamos trabajando fuera. Hemos llegado a un punto en el que el cine lo hacen todos menos los del cine. Lo decide la gente con traje, corbata y gomina, que para mí eso es sinónimo de ladrón. Si tienes traje, corbata y gomina eres un puto ladrón. Es como cuando era joven, si llevabas bomber, eras calvo y llevabas unas martins eras un tonto, pues ahora igual si llevas traje y corbata, ladrones, y esos son los que están haciendo el cine”, ha criticado con dureza.
Por eso ha disfrutado tanto con Terry Gilliam, porque es “un director de actores que guerra por los que quiere, y eso en España es al contrario, llega el productor y te dice quién va a hacer cada papel, y poco más, porque ya no son directores, son realizadores”. “Trabaja con los mejores, y cuando vi quién estaba en el reparto de la película dije: joe, qué hijoputa, cómo sabe, y actores que lo mismo ni conocéis y que están estupendos. No falla”, zanja.
Lo que pasa en España es una vergüenza. En el rodaje le decía a Terry que aquí uno ya no podía cagarse en la virgen y no me creía, le parecía impensable
Jaenada recuerda con una sonrisa cómo le propuso que su personaje, un gitano embaucador, llevara un “parche del quinto de caballería, porque me gustaba que un tipo tan anárquico tuviera algo de disciplina militar”. Cuando se lo dijo los ojos de Gilliam se abrieron de par en par y le colocó el parche en todo el pecho. “Yo lo quería un poco escondido, pero él ya lo quería ahí… Yo le decía a todo que sí, pero le decía que no entendía al personaje, y a día de hoy no entiendo al personaje, pero yo le hago lo que quiera”, dice riendo.
Otra de las cosas que más valoran de Terry Gilliam es su valentía, su libertad y su capacidad de ser políticamente incorrecto y de “cagarse en la virgen si hace falta”. “Lo que pasa ahora en España es una vergüenza, yo le contaba que aquí ahora había autocensura, y decía ‘no jodáis’, le parecía impensable. No se lo podía creer. Recuerdo la escena en la que le puso a las chavalas la bandera del ISIS y las barbas y algún figurante tenía miedo de que pasara algo, y yo le decía que no tendría que pasar nada, pero que ya entiendes ese sentimiento. Es de chiste y me avergüenza. Yo le decía: ‘es que ya no te puedes cagar en la virgen, Terry’. Ha tenido que venir gente de fuera para enseñar nuestras vergüenzas”. Zanja Jaenada, un actor sin tapujos, que no teme las consecuencias de lo que dice, y al que el cine internacional le ha dado la oportunidad de trabajar que le ha negado una industria vendida al mejor postor.