En 2008 y 2009 las noticias empezaron a informar de un suceso escalofriante. En apenas dos años se habían suicidado 60 trabajadores de France Telecom. La empresa negaba que estos sucesos tuvieran que ver con su gestión, y mandaba sus condolencias a las familias de las víctimas. En 2010 y después de que la evidencia les aplastara, la dirección aceptaba de alguna forma parte de culpa por exigir a los trabajadores demasiada responsabilidad y haber impuesto una “gestión basada en el terror”.
Lo que había debajo era aún más aterrador. Un sistema que basándose en el liberalismo económico había explotado a sus trabajadores, les había convertido en máquinas y había eliminado cualquier rastro de empatía en las relaciones con ellos. Eso a los que querían que siguieran, en Francia la privatización de empresas como France Telecom, llevaron a los nuevos dueños a querer despedir a aquellos que conservaban sus condiciones de antiguos funcionarios. Como era demasiado caro decidieron hacerles mobbing y presionarles para que abandonaran o pactaran una salida barata. El resultado fue que muchos se dieron por vencido, su mente quebró y se suicidaron.
Con esos mimbres ha construido su primera película el director francés Nicolas Silhol, que en Corporate construye una película con toques de thriller pero demasiado real que lanza al espectador preguntas incómodas sobre el capitalismo, las grandes corporaciones y todo lo que se aguanta por tener un buen sueldo a final de mes. Silhol comienza su filme con un trabajador al que la protagonista niega una reunión. Lo hace con malas formas. No es la primera vez que lo hace. Minutos después se tirará por la ventana. Comienza una investigación laboral para descubrir qué puede llevar a una persona al suicidio en su lugar de trabajo.
El realizador no da el protagonismo a la víctima, sino al verdugo. A una de esas personas contratadas para llevar al límite a los trabajadores y hacer que abandonen sus puestos de trabajo, traslados, presiones, hacer el vacío, toda una serie de acosos laborales para salirse con la suya. Esta trabajadora cumple con su cometido, y no se preocupa por la moralidad de sus actos. Ahí es donde el cineasta pone su dardo: “en la responsabilidad individual”. Silhol reconoce que el origen de su ópera prima es el caso de France Telecom y los suicidios en su seno, además su padre era consultor de Recursos Humanos, por lo que le picaba la curiosidad de investigar.
“Lo que más nos llamaba la atención era poder contar la historia de las personas que ejecutan esa gestión basada en el terror, no de las víctimas. Queríamos cuestionar su responsabilidad. ¿Qué responsabilidad individual tiene alguien que ha presionado a un empleado y lo ha llevado hasta el límite para que se vaya si este se hunde? En aquella época en France Telecom había una banalización del sufrimiento de los trabajadores, una forma de banalización del mal. La culpa parecía de las víctimas. El director general de France Telecom dijo que quería acabar ‘con esta moda de los suicidios’, y a nosotros esa postura nos impactó, y fue lo que nos hizo cuestionarnos esa responsabilidad de los que eligen este sistema y hacen el trabajo sucio”, cuenta Nicolas Silhol a EL ESPAÑOL.
Nos han hecho creer a la gente que es así y que no pude ser de otra manera, que estamos obligados a adaptarnos a las leyes del mercado, y eso es muy pernicioso
La película cumple ese tópico de llamar recursos ‘inhumanos’ a los encargados de las condiciones laborales de sus compañeros de empresa, pero mirando sólo su propio beneficio y el de la compañía por encima del de las personas. Para el director esto tiene que ver con la pérdida de sentido del trabajo. “Hemos entrado en una era de la gestión, donde los directivos son sólo gestores que no tienen conocimiento de lo que hace la gente ni vínculo con ellos. Se pierde el oficio para responder sólo a una exigencia de rentabilidad. No tiene sentido. Por eso el sufrimiento de los empleados ha sido tan fuerte en Francia en el servicio público, porque eran personas que habían elegido un oficio por vocación, y han implantado un método de gestión que contradice o impide hacer el trabajo a estas personas”, opina.
Una película que convierte sus imágenes y su construcción del suspense en un ayaque a “ese liberalismo que quiere imponer como primera lógica la de la rentabilidad en vez de la del servicio o la del sentido del trabajo”. “Nos han hecho creer a la gente que es así y que no pude ser de otra manera, que estamos obligados a adaptarnos a las leyes del mercado, y eso es muy pernicioso, porque hemos tenido muchas posibilidades de despertar con todas las crisis que ha habido, pero nos han hecho creer que hay que adaptarse y cada vez que pase vamos a dejar que el mercado imponga sus reglas en detrimento de los trabajadores”, zanja. Corporate es una nueva muestra de que el cine puede y debe construir un discurso social y en favor del trabajador para hacer que den un salto en la butaca y despierten de una vez.