En 1985 un desconocido irrumpe en la escena del cine con una bomba llamada Mala Noche. Una historia rodada en blanco y negro que narraba el 'amor fou' homosexual entre un tendero y un inmigrante ilegal mexicano. La película fue una revolución formal y temática, y puso en la palestra un nombre que ya nadie olvidaría: Gus Van Sant.
Su siguiente película, Drugstore Cowboy, rodada cuatro año después y que contaba las desventuras de una banda de politoxicómanos le confirmaban como el director ‘indie’ más potente del momento. Sus personajes fuera de los márgenes eran los que Hollywood se empeñaba en no mostrar. Él los dignificaba, y se atrevía a proponer temas que hace 30 años parecían impensables en una industria especialmente pacata. Influido por la literatura beat y por Andy Warhol, Van Sant cerraría su peculiar trilogía con Mi Idaho Privado, película de culto con Keanu Reeves y el malogrado River Phoenix como dos chaperos que se prostituyen por las calles de Oregon.
El indomable Van Sant también acabó cediendo ante las mieles del cine más convencional con El indomable Will Hunting, que si bien mantenía su gusto por esos personajes marginales a los que la sociedad expulsa, poseía unas formas y una narrativa mucho mas convencional. El resultado: nueve nominaciones a los Oscar de las que se llevaría dos (actor secundario y guion original para unos jovencísimos Matt Damon y Ben Affleck.
Así su carrera se ha ido partiendo entre aquellos filmes radicales, casi experimentales como Paranoid Park o Elephant (fundamental radiografía sobre la matanza de Columbine premiada con la Palma de Oro) y títulos más clásicos como Milk (por la que volvió a los Oscar) o su última película, No te preocupes, no llegará lejos a pie, que se estrena el 6 de julio y se centra en la vida del dibujante John Callahan, que desde su silla de ruedas creó la tira cómica más irreverente del momento.
Van Sant ha venido a España a promocionar la película, pero especialmente para acudir al ciclo que le dedica la filmoteca e inaugurar la exposición sobre su figura que alberga La casa encendida hasta el 16 de septiembre y en la que se puede apreciar su trabajo como pintor, los cientos de polaroids que sacó a sus actores y también disfrutar con una selección de proyecciones elegidas por el propio realizador entre las que hay obras de Wong Kar Wai, Harmoini Korine o Bernardo Bertolucci.
El director no disfruta especialmente con las rondas promocionales. Piensa sus respuestas, e incluso repregunta él al periodista para entender a dónde va cada una de las cuestiones que le lanzan. Está de vuelta de todo, pero no ha perdido ni un ápice de sus ganas de seguir hablando de un mundo que cada vez le gusta menos y del que añora las buenas épocas de “finales de los años 70 y los 80”.
Las viñetas de John Callahan eran pura irreverencia. Atacaba a la iglesia, al feminismo… a todos. ¿Cree podrían publicarse hoy en día?
No lo sé
Si Calahan viviera sería provocativo, porque si en los 80 lo hacía, probablemente ahora también, pero sería provocativo en la línea en la que lo es Donald Trump
Lo digo por el clima de dictadura de lo políticamente correcto, no sé si sabe que en España incluso han condenado a la cárcel a un rapero por sus letras.
¿Cómo se llama ese rapero?
Valtonyc. Ha tenido que huir para no ir a prisión.
Vaya… Pero, ¿qué hizo, de quién se rió en sus letras?
De la familia real y la Guardia Civil.
Pues… creo que todo hay que tomarlo caso a caso. Mira, Callahan también se metió en líos por sus viñetas. Le amenazaban de muerte, no sé si llega a mencionarse en la película, pero por cada viñeta le mandaban unas 50 cartas. Le decían que no hablara de eso, que le iban a pegar por la calle… así que algo de eso ya había entonces. Pero es cierto que él no provocaba a cierto tipo de poderes. No provocaba a la policía, ni a los políticos… Él hacía comentarios sobre temas peliagudos, quizás lo más político que hizo fue una viñeta en la que se veía a un chico negro que se levantaba y se había meado en la cama y decía a su madre: ‘I have a dream’. Y era el sueño húmedo de Martin Luther King.
Eso fue lo más político o incluso racista que hizo, y eso no es racista, pero sí habló de algo que parecía sagrado. Es probable que se viviera ahora se hubiera adaptado a los tiempos. Hubiera sido provocativo, porque si en los 80 lo hacía, probablemente ahora también, pero sería provocativo en la línea en la que lo es Donald Trump, que es el presidente y no para de provocar. Él iría en esa línea, porque al final de su vida dio un giro muy grande hacia la derecha. Se divertía con las noticias de Fox y empezó a decir cosas que nos hacían preguntarle: De qué lado estás. Parecía un presentador de Fox News.
Lo políticamente correcto es incluso una fuente de humor. Pueden hacer humor sobre lo que quieran, hay una línea, y ellos siempre están en el límite, y saben adaptarse
¿Usted cree que existen límites para el humor?
Bueno, hay mucha gente que se salta los límites de lo políticamente correcto, o que incluso usan eso como plataforma para hacer chistes. El otro día, por ejemplo, escuchaba a Sarah Silverman hacer una broma sobre que había pocas actrices porno judías, y que ella es judía y nadie le había ofrecido hacer porno. De lo políticamente correcto acaba sacando algo tremendo. Hay mucha gente que usa así la comedia. Will Ferrel hizo una vez durante una hora y media de George Bush, y le criticaba. Él no es conocido precisamente por sus opiniones políticas, pero ahí estaba haciendo humor sobre eso. Incluso la gente de los talk shows como Howard Stern, o si lo pensamos la gente de los informativos de la Fox también van en esa línea.
¿Pero cree que entonces hay actualmente un límite?
Echando un vistazo... creo que lo políticamente correcto es incluso una fuente de humor, hay carreras que se basan en ello. Pueden hacer humor sobre lo que quieran, hay una línea, y ellos siempre están en el límite, pero eso límite cambia y ellos se adaptan, pero es verdad que la gente cada vez es más consciente de que está todo limitado.
Siempre se dice que hay dos Gus Van Sant, el más radical e independiente y el que hace películas para Hollywood.
Nunca he pensado que hubiera una división entre Hollywood y el cine independiente, nunca he pensado que hubiera esa brecha. El cine es cine. Hollywood hace cine, los españoles hacen cine, todos hacen cine, y todo se mezcla, y se funde. Hollywood es un sitio donde puedes conseguir dinero, pero no lo siento como algo que vaya en contra de mis ideas, porque también han hecho películas independientes con las que han ganado dinero. Por ejemplo, Pulp Fiction ganó mucho dinero y era independiente… Hollywood es un banco. No está contra las ideas, pero es un banco, y lo malo es que se dejan llevar por lo que gana dinero. Es como la industria automovilística, que se dedica a hacer hacer camiones grandes para ganar dinero, y de vez en cuando cambian a alguno pequeño, pero acaban volviendo a los grandes.
La lógica americana es hacer películas enormes para sacar mas dinero, y eso es una trampa, porque no tiene nada que ver, porque hay otro tipo de películas de Hollywood que consiguen dinero y con las que después se hace algo independiente. Quizás sea mas difícil hoy en día que hace 20 años encontrar financiación para cine independiente, pero sigue habiendo maneras para hacer todo. Ahora, las plataformas digitales, Netflix o Amazon, ofrecen más posibilidades para hacer un cine y que cada cineasta haga la película que quiera. Es un refugio tremendo para los que quieren hacer cine.
Nunca he pensado que hubiera una división entre Hollywood y el cine independiente. El cine es cine. Hollywood hace cine, los españoles hacen cine, todos hacen cine, y todo se mezcla
Usted realizó hace 15 años una película como Elephant, que retrataba la matanza en el instituto de Columbine, y que actualmente está más vigente que nunca por lo que ocurre en su país.
Es muy triste que ahora haya más violencia en las escuelas públicas que entonces. El otro día en Nueva Jersey hubo 22 muertos en un tiroteo en un festival, y ya ni siquiera sale ya en las portadas de los periódicos, porque es algo que ocurre a diario. Para mí, la matanza de Columbine, fue emblemática y fue un antes y un después. Sigue siendo la tragedia más publicitada. Mi película empezó como una manera de encontrar una explicación a lo que pasó a través de la vida de los dos asesinos, intentando entender cómo vivían, pero según avanzaba la película también decidimos hablar de la vida de otros alumnos y del instituto. Quería que fuera todo abierto, no etiquetar las razones, los motivos. No podía ser moralista. La idea original era cerrar todo, dar respuestas, pero según las cerraba nos parecía que teníamos que hacer que el espectador ofreciera sus propias respuestas. No podíamos decirle que esto ocurrió por la presión, o por una ausencia parental, o por la dominación del padre... eso no nos interesaba, lo limitaba y no quería eso. Es una película que todavía es actual, que es vigente, y eso es muy positivo.
¿Qué evento le inspira ahora para hacer una película?
Todas las noticias que leo todos los días tienen algo que pienso: esto podría ser una película genial. Pero el tema que más me preocupa ahora es la frontera de México. Creo que es un asunto de una envergadura enorme y estoy pensando en hacer algo sobre ello, pero no sé si quiero tocar este tema, este lugar… hay muchas cosas que ocurren en EEUU que uno de las que debería hablarse ahora mismo, de las que deberían hacerse películas.