Musa de la nouvelle vague, de Truffaut (del que fue pareja), y del cine francés de las últimas cinco décadas. Fanny Ardant es historia del cine viva. Su porte y sus formas están sacados de otra época, de cuando el séptimo arte creaba mitos culturales y políticos. La actriz no para. Sigue rodando, pero elige sólo los papeles en los que cree de verdad, con los que siente una conexión especial.
El último ha sido el de una mujer transexual que tiene que contarle a su hijo que su padre ahora es una señora en Lola Pater -estreno este viernes-. Ella se atreve con todo, y se ríe de esos que dicen que no puede interpretar a una transexual por no serlo. Ella ha hecho de todo y seguirá haciéndolo. Ardant no pide permiso para nada. No lo ha hecho nunca. No lo hizo en mayo del 68, ni cuando salió a las calles, ni ahora. En sus respuestas se nota una madurez y una honestidad aplastantes, además de un compromiso social raro en las divas del cine.
Lola Pater habla sobre las personas transgénero, ¿cree usted que el cine tiene un compromiso político?, ¿busca proyectos que tengan ese compromiso?
Yo no busco, a mí se me pide. No considero el trabajo de una actriz como un oficio de tribuna política. Yo creo mucho más en la fuerza de los libros, de las películas, de la pintura que en la fuerza del discurso político. Cuando me propusieron hacer este papel, no lo acepté porque fuera una persona transexual, sino que tenía ganas de hacer ese personaje porque era rico, contradictorio y tan profundo. Y finalmente la fuerza política le corresponde al director, yo no soy más que la intérprete, pero me adhiero al propósito.
¿Cree entonces en el mensaje de que el arte, o el cine, puede cambiar las cosas?, ¿lo ha vivido con algún proyecto?
Recuerdo haber visto una película de Tarkovsky donde se trataba de no perder la esperanza durante el periodo soviético, y yo pensé, nunca he visto algo tan subversivo. Esa película, Andrei Rubliov, cambió mi visión del mundo. Yo creo que más que algo político es algo moral. Los libros me han hecho más bien que el discurso de un cura. Un libro es algo emocional, la película es algo emocional. Alguien dentro de una sala oscura elige su campo. Cuando ves un western con una escena fuerte, eso te da asco, y no hace falta que haya alguien diciendo: eso no está bien. Por eso creo que el arte es más fuerte para remover nuestro interior. El arte es internacional, yo cuando era pequeña pensaba que Cervantes era francés, porque las obras maestras de todos los países hacen que crezcamos con ellas. Mira la novela rusa. ¿Conoces mejor la sociedad rusa por las novelas o por la política actual?
La obra de arte también hace reflexionar, en este caso se reflexiona sobre la identidad, sobre la obsesión con la identidad.
Esa obsesión es una estupidez. De joven me decían que ser actriz te puede hacer perder tu personalidad, y yo decía pero es que yo quiero perder mi personalidad, quiero perder mi identidad. Quiero ser libre, como una brizna que vuela. Ahora lo hace la religión, pero durante mucho tiempo ha sido la clase social, las que te decían que no podías pensar de una determinada manera… No puedes pensar así por ser de esta clase social, y ahora por ser católico te dicen que no puedes entender a un musulmán…. La vida no es un partido de fútbol, que tienes que estar en un lado o en otro, y uno tiene que ganar. Estamos en una época materialista, de consumo, y necesitamos siempre poder catalogar un producto. Y lo siguiente es tratar a los seres humanos como productos explotables. Por eso siempre me han gustado los provocadores. Porque ese provocador en este momento en el que todos somos tan correctos, tan buenecitos...pues el provocador tiene la función de hacer estallar todo.
El arte es internacional, yo cuando era pequeña pensaba que Cervantes era francés, porque las obras maestras de todos los países hacen que crezcamos con ellas
¿Cree que vivimos un momento en el que triunfa la dictadura de lo políticamente correcto?
Sí, absolutamente, y todo esto viene de EEUU, porque en vez de educar seres humanos les estamos educando como ciudadanos. Como vas a ser un buen productor y generador de cosas para esta sociedad, y si os dais cuenta los juicios vienen siempre de la sociedad. Es muy raro que en una conversación pase, podemos no estar de acuerdos, es la dialéctica, podemos llamarnos de todos, pero ninguno tendremos razón. Ahñi está la frase de Rosa Luxemburgo, la libertad es la libertad de alguien de ni pensar como tú. Y ahí en cuanto uno no piensa como los otros, uno ya es un elemento peligroso, empezó con el cigarrillo, de repente los americanos te dicen: ohh estás fumando? Como si hubieras sacado un kalashnikov.
¿Qué necesita un proyecto para que quiera participar en él?
Es muy misterioso eso, yo tengo ganas de amar cada papel. No podría hacer un papel que no me guste aunque hubiera un director al que admiro. Yo he tenido la suerte de hacer mucho teatro, y cuando no había ningún papel en el cine que me interesara me iba al teatro, y ahí me han dado la oportunidad de hacer grandísimos personajes. Y lo que he hecho es esperar. A veces no necesito tener el papel protagonista, puede ser uno más breve pero que me emocione. He hecho cortos desconocidos que no ha visto nadie y que como actriz me hacen ser feliz. Papeles que nunca me habían pedido, no había intereses económicos. Siempre he mantenido el concepto de que actuar era como un juego, y siempre que me preguntan que si no tengo miedo por correr riesgos, les digo: esto no es Hiroshima, si me equivoco no es grave. He hecho películas malas, pero cuando las he hecho me hicieron feliz.
Esa obsesión con la identidad es una estupidez. De joven me decían que ser actriz te puede hacer perder tu personalidad, y yo decía: pero es que yo quiero perder mi personalidad, quiero ser libre
Va a interpretar ahora en teatro Hiroshima, mon amour, justo cuando se cumplen 50 años de la Nouvelle Vague, ¿se cierra el cículo?
No es un círculo, son más como ecos que siguen resonando, nos decimos: ojo. Mira ese texto de Margueritte Duras, en los 50, cinco años después de la bomba y nos decía: esto volverá a empezar. La inteligencia de esa mujer es que cree que nosotros, como en el amor, nos vamos a acordar del dolor, y no, porque incluso el dolor lo olvidamos. Es una de las grandes escritoras del siglo XX, porque son historias aparentemente simples que tienen sus ecos ahora todavía, resuenan.
¿Cree que esta película anima a las mujeres a vivir la libertad?
Creo que si se mira con cautela esta película, cada uno tiene derecho a elegir la vía, el camino que queramos, pero tenemos que estar dispuestos a pagar el precio que toque. Porque todas las actitudes se pagan. No hay dualidades tan claras como libertad o seguridad. La ambición o el amor… todos intentamos conciliar las cosas, pero no deberíamos entonces nunca de quejarnos de las dificultades que acarrea en nuestras vidas.
Vivimos sobre lo que ganaron nuestros abuelos con sus revoluciones. Ellos no pidieron permiso para manifestarse. Ahora hacemos algo y en cuanto sale la policía nos asustamos
¿Como mujer ha tenido que pagar mucho?
Sí, pero no me arrepiento de nada, no digo que haya sido fácil. Porque si hubiera pedido ayuda para que hubiera sido fácil lo hubiera pagado de otra forma. En la vida tenemos tendencia a buscar un culpable y una víctima, pero es mucho más complejo que eso. Hay gente que nos negamos a ser víctimas, y claro, a la vez eres víctima y culpable. Gestionar el estado de víctima no pertenece a uno mismo. Yo creo que no van a ser las leyes las que lo resuelvan… cuantas más leyes menos libertad. Como veis no soy una ciudadana a la que le guste respetar las leyes.
¿Nos falta ser más rebeldes?, ¿nos hemos quedado en el sofá?
Sí, yo siempre digo eso. Si te das cuenta los grandes cambios en la sociedad se los debemos a nuestros abuelos. Vivimos sobre lo que ganaron nuestros abuelos con sus revoluciones. Ellos no tuvieron miedo para ir en contra de la ley. No pidieron permiso para manifestarse. No pidieron permiso para pedir la jornada de 40 horas, las vacaciones pagadas… lo tomaron directamente. Y ahora hacemos algo y en cuanto sale la policía nos asustamos. Estoy pensando en la revolución bolchevique y ahí no pedían permiso y tienes razón no se sale lo suficiente a la calle. No sé por qué. Creo que es por la sociedad de consumo.