Un vídeo presentado como trabajo de fin de una asignatura desató la caja de los truenos hace dos años. Iván fue calificado con un sobresaliente por su vídeo 'Maricón', un proyecto “impecable” según su profesora del bachillerato de artes, pero “blasfemo” para muchas personas que recogieron firmas y consiguieron que el defensor del menor investigara qué había ocurrido.
El profesor de religión del IES Josep María Llompart dio la voz de alarma y la noticia corrió como la pólvora y encendió a las mentes más conservadoras y tradicionales. El vídeo comenzaba con una llamada en el que al alumno (que protagonizaba el trabajo) se le comunicaba que a pesar de su fe y de considerarse católico no podía entrar en la iglesia. En sus letras aparecían frases provocadoras como “Soy maricón y me encanta la iglesia”, “Soy maricón y me gusta Jesucristo” o “Me han echado de la Iglesia por estar montando el pollo, yo solo le gritaba a Jesús que me lo follo”.
Tras el revuelo montado Iván se mudó a Barcelona, se convirtió en Samantha Hudson y se convirtió en una celebridad por sus canciones irreverentes, sus bolos por discotecas de la ciudad y, sobre todo, sus publicaciones en Instagram, en las que se convirtió en una reina que hablaba de lo que le apeteciera sin tapujos. Un personaje que parecía sacado de una película de John Waters y que se convirtió en un referente de la libertad de expresión y del movimiento queer en España.
Pero, ¿quién era realmente Samantha Hudson?, ¿cómo fue su proceso de auge y caída? Un documental de Joan Porcel presentado en el Atlántida Film Fest -se puede ver en Filmin hasta el 25 de julio- indaga y da voz a la persona detrás de la performance. Conocemos a Iván, que más tarde explicará que Samantha es el resultado de la fusión de su lado femenino y masculino, esos que de pequeño creía que tenían que vivir separados hasta que entendió que eran parte de un todo, de su propia personalidad.
El documental, que tiene como frase promocional ‘Una historia de fe, sexo y electro-queer’ se remonta a su graduación, en el que da un discurso delante de todos los alumnos en los que deja claros sus principios. Él entiende la vida desde el activismo político, y todo lo que diga o haga tiene una importancia. Por eso aquel vídeo, aquella provocación. Eso y que, Samantha se califica a sí misma como profundamente católica y sigue portando un crucifijo a todas las habitaciones en las que ha vivido. Ni su profesor de religión ni el defensor del menor han cambiado sus creencias.
Lo que no entendían es que en el momento en el que me pongo una corona supone un acto político. Cuando llevo una mochila de princesas estoy luchando contra un sistema que me oprime
“Decidí que uno de los primeros días de clase llevaría una corona. Todo el mundo me empezó a mirar, a conocer y, cómo no, a hablar de mí. Sobre todo a decir cosas malas. Lo que más recuerdo es que me llamaban maricón, notas… Lo que no entendían es que en el momento en el que me pongo una corona supone un acto político. Cuando llevo una mochila de princesas estoy luchando contra un sistema que me oprime. Cuando visto de rosa y llamo la atención, lucho contra una sociedad que me rechaza. Corro peligro por ser cómo soy y tengo miedo a que a alguien se le cruce el cable y me mate o me de una paliza”, dice con sinceridad en el documental.
Una estrella del queer
Tras el éxito de Maricón decide que no aguanta más en Palma de Mallorca, y que quiere irse a Barcelona, una ciudad que le recibe con las manos abiertas. La noche también le da la bienvenida, y empieza a conocer cómo es el mundo del espectáculo, las actuaciones y las fiestas.
Sus vídeos de instagram, de su casa, de sus peculiaridades -esa habitación en la que conviven un crucifijo, un vibrador y una foto de él con su abuela- se mezclan con la opinión de su tía y de la gente que le fue conociendo en esa época, desde su descubridor a su compañero de piso, que le definen como alguien en quien se mezcla el queer, lo trash y el activismo político, pero también como una persona vaga que “no sube vídeos a youtube, ni fotos nuevas ni actualiza nada”. Pero su gracia para contar historias provocadoras como su encuentro sexual con un mendigo siguen captando la atención de la gente.
En su ascenso también se encuentra con el alcohol y una adicción que le descontrola y le lleva a cometer actos como lanzarse desde el balcón de un primer piso. Cuando ocurrió no avisó a su madre, ni a sus familiares, directamente grabó un stories en su Instagram contándoselo a todos sus seguidores. Es ahí cuando su familia decidió que su sueño se terminaba. Que hasta que no madurara no podía ser la estrella de variedades que quería. “Necesito madurar un poco, no controlo cuando bebo. Esto no lo veo la muerte de Samantha, sino su renacimiento”, dijo entonces. Ya ha vuelto a los escenarios con un mensaje para todos, “experimentad, no tengáis miedo, sed auténticos”, porque como dijo en aquel discurso de graduación que ya parece lejano: “soy un maricón, sí; y un notas, también; pero espero seguir siéndolo toda mi vida”.