No se lo podían permitir. El Festival de San Sebastián tenía que tener una directora española en su Sección Oficial este año. Este 2018 ha sido el del feminismo, el del Me Too, el de la marcha del 8M, el de las mujeres. Si el Zinemaldia dejaba otra edición sin presencia femenina en competición por la Concha de Oro le hubieran puesto, y con razón, la cara colorada.
El problema es que no quedaban tantas cineastas con proyecto terminado y que cumplieran los requisitos necesarios para estar en Sección Oficial. Arantxa Echeverría y su Carmen y Lola se fueron a Cannes; Elena Trapé (que sonó fuerte en la pasada edición), arrasó en Málaga; e Isabel Coixet no llegaba a tiempo con su Elisa y Marcela, que acaba de terminar de rodar.
Las balas del equipo de Rebordinos se centraron en una mujer, Icíar Bollaín, pionera de las cineastas españolas, ganadora del Goya a la Mejor dirección y mujer que rozó la Concha de Oro con Te doy mis ojos. Las normas del festival, que sólo permite dar dos premios por filme, hicieron que el jurado prefiriera darles dos Conchas de Plata a sus intérpretes, Luis Tosar y Laia Marull, en vez del premio gordo a la directora.
La presencia de Bollaín es un soplo de aire fresco, ya que el Zinemaldia hace ocho años que no incluía a una mujer en su Sección Oficial a concurso. La última fue Judith Colell, que junto a Jordi Cadena presentaron Elisa K. Entre medias ha habido cineastas extranjeras en competición, y españolas en secciones paralelas, pero no entre las elegidas que lucharán por el premio gordo. En 2008 fue Belén Macías con El Patio de mi cárcel; y un curso antes se hizo historia con dos españolas en liza por la Concha de Oro, Gracia Querejeta por Siete mesas de billar francés y la propia Icíar Bollaín, que se fue de vacío con Mataharis.
Entre medias decisiones incomprensibles. La novia, segunda película de Paula Ortiz, no fue a Sección Oficial. Su pase en Zabaltegui fue una bomba. La prensa se volcó con el filme y clamó por su ausencia en competición oficial. La película salió reforzadísima, triunfando después en los Feroz y consiguiendo unas nominaciones a los Goya que aquel septiembre eran un sueño para sus creadores.
Una historia de minorías
Icíar Bollaín cuenta en Yuli, que se estrena en diciembre, la historia del primer bailarín negro que llegó al ballet de Londres y que dio la vuelta a todos los prejuicios, interpretando papeles que hasta entonces eran destinados para bailarines blancos.
Una historia que Bollaín definía en su rodaje como una película “contraria a Billy Elliot”, porque normalmente en el cine se muestra a un niño que quiere bailar y al que su familia no le deja, mientras que aquí es al revés. Es su padre, un hombre autoritario que ve en el ballet una forma de escapar de uno de los barrios más humildes de La Habana. Una elección que hizo que Acosta fuera señalado por sus compañeros, que se rieron de él por hacer danza. Un filme de superación que quiere alejarse del típico biopic y que explorará también los límites de la ficción y la realidad.
Cuándo yo debuté hace 20 años, entramos en el cine más de 30 mujeres, y pensamos que ya estaba solucionado, pero han pasado 20 años y no llegamos a ser más del 10%
Igual que Carlos Acosta derribó los prejuicios, Bollaín también lo ha hecho con su cine, ya que ella es una de las tres únicas mujeres que han logrado el Goya a la Mejor dirección. Por eso pide más apoyo y confianza en las realizadoras para que el cine esté “contado entre todos” y pueda tener “miradas y contenidos más variados”. “Cuándo yo estrené Hola, ¿estás sola? Hace 20 años, entramos en el cine más de 30 mujeres, y pensamos que ya estaba solucionado, pero han pasado 20 años y no llegamos a ser más del 10%, entonces, ¿qué hacemos?”, ha contado Bollaín, que por ello se muestra a favor del cambio en los puntos para otorgar las ayudas del cine, que otorgan más a aquellas producciones dirigidas por mujeres: “cuando hay déficit de algo solo se han cambiado así las cosas. Si se equilibrara de manera natural, fenomenal, pero la historia nos demuestra que no es así".
La directora ha lamentado que "allí donde hay poder, dinero y toma de decisiones hay pocas mujeres", y ha recordado el caso de las rectoras, las ministras, las presidentas de consejos de administración y otros lugares para evidenciar la falta de presencia femenina en casi todos los ámbitos de la sociedad. "Es una cuestión de confianza y a las mujeres les cuesta más que se apueste por ellas. Solo hay que mirar el poder, hay pocas juezas, banqueras, rectoras, directoras de orquesta o de museos...allá donde mires que hay tomas de decisiones, las mujeres escasearán. Si no potencias que estén ahí, no ocurrirá, así que ayudemos a que pase", ha zanjado de forma contundente mientras se levantaba para comer algo y coger fuerzas, el ballet le esperaba y la claqueta quería sonar de nuevo.
Bollaín, que en el acto del cine español de San Sebastián se mostraba nerviosa, se quejaba de ser “otra vez la única”, aunque pedía algo de optimismo ante las señales de que “algo está cambiando”. “El Ministerio de Cultura ha escuchado las demandas de CIMA (mujeres cineastas y del audiovisual) y ahora se está dando impulso a que haya más mujeres en los puestos técnicos. Pero esto es lento y aquí estamos", zanjó.