Rodrigo Cortés se ha quedado sin verano. La promoción de su nuevo película, Blackwood, le ha llevado a una larga campaña de promoción para hablar de un filme rodado en España, pero con Uma Thurman de protagonista. La adaptación de una novela adolescente que voló la cabeza a Stephenie Meyer, la autora de Crepúsculo, que cuando era pequeña se quedó enamorada de una historia que mezcla el terror gótico con otras reflexiones sobre el arte, el destino y el tránsito de la adolescencia a la madurez.
Cortés vuelve a rodar en inglés una coproducción con España, y entró en el proyecto porque la propia Meyer quería un director que aportara su mirara personal, que lo dejara sólo en una historia de sustos y portazos. A priori no le interesaba, pero cuando leyó la novela vio que había cosas que resonaban como “obsesiones personales” dentro de él, especialmente de la capacidad del arte de ser “un poder transformador para bien y para mal”, y del “talento como erosionador y desgastador” en un filme que se estrena el próximo 3 de agosto.
A priori, como mencionaba, parece un proyecto menos personal, luego uno ve que está Chris Sparling en el guion, como en Enterredo.
Es que creemos que el cine de encargo, como se llama, es que te llega un guion y empiezas a rodar el jueves, pero es que si quieren un director concreto lo que le llega es un borrador seminal, nada desarrollado, porque creen que el director tiene que dirigir la historia hacia sus propias obsesiones. Yo lo primero que leí fue un borrador, y cuando dije que sí, llamamos a Chris y desarrollamos el guion definitivo. Y ahí intenté hacer emerger ese subtexto para hacer una película distinta que no sigue la senda de sagas juveniles de los últimos años.
Pero es que usamos el término adolescente de forma despectiva porque cuando se hace cine adolescente se hace desde el paternalismo y la condescendencia, y yo no quería hacer eso, quería tratarles con la misma crueldad que a otro espectador, porque así le muestro respeto, porque no hay nada de lo que protegerle. Y es que la película no sólo descree, sino que hace referencia al tránsito de la adolescencia.
Parece que hay un prejuicio hacia el cine adolescente, igual que parece que hay una demonización hacia los millenials.
Siempre ha habido esa demonización, ahora les llamamos millenials, porque nos permite agruparlos de forma cómoda y descartarlos igual de fácil. Siempre se da una mirada condescendiente al adolescente porque les vemos como sacos de hormonas alteradas y fundamentalmente incómodos. La adolescencia es como estar sentado entre dos sillas, que es el sito más incómodo para estar.
La película llega con la etiqueta ‘de la creadora de Crepúsculo’, ¿hay prejuicios hacia ello?
Es que es lo que es, ella es génesis del proyecto inicialmente con esa obsesión y sólo puedo decir que la libertad que ha dado a todo el mundo desde el inicio es algo que sólo puedo agradecer. Es que es un prejuicio que habrá quienes superen y habrá quien no.
Tengo ganas de rodar en español porque una de las cosas que amo es la lengua, el lenguaje y ese dominio preciso de cada palabra en tu lengua
Desde su ópera prima no rueda en español, ¿es por comodidad o porque no consigue levantar la financiación de sus películas de otra forma?
Es la combinación de varias cosas, hay historias que sólo tienen sentido en una ubicación concreta. El planteamiento de los parasicólogos de Luces rojas sólo tiene vigencia en el mundo anglosajón, podríamos traducirlo a España, pero parecería estar viendo una película sobre una película, como esas series que juegan a ser americanas. Y hay otra parte que es financiera, hay un presupuesto que si se excede es imposible rodar en español, porque el mercado propio no lo absorbe y es imposible su rentabilidad. A partir de un determinado presupuesto hay que rodar en inglés, lo cual no significa que no tenga ganas de hacerlo, porque una de las cosas que amo es la lengua, el lenguaje y ese dominio preciso de cada palabra en tu lengua, pero para eso tiene que ser una historia muy nuestra, exportable por inexportable o universal por propia.
¿Ese problema de financiación ha expulsado a ciertos directores más ambiciosos como Juan Carlos Fresnadillo o usted, que han terminado rodando en inglés?
No. Hay que subirse a un pedestal muy alto para pensar que alguien te expulsa, tú no molestas a nadie, no tienes a nadie en contra. Yo no me he sentido expulsado de ningún sitio y he rodado en España y hago un esfuerzo por traerlas aquí. Eso me permite contar con equipos de primer nivel que han conseguido optimizar presupuestos y llevarlos más lejos, y las circunstancias se han dado de esa manera. Si quisiera rodar un thriller político en español creo que encontraría las condiciones para hacerlo así que no me siento expulsado. 2018 es diferente de 1987. Las leyes del juego han cambiado.
Si quisiera rodar un thriller político en español creo que encontraría las condiciones para hacerlo, así que no me siento expulsado de la industria
¿Hay prejuicios del espectador hacia el cine español?
Creo que hay un corpus teórico que sigue flotante, de manera que todos repetimos frases y mantras en los que no pensamos demasiado, de modo que hemos convertido la frase ‘no parece española’ en sinónimo de ‘es buena’, y a la vez creo que en la práctica, en la realidad, eso no opera tanto. Al espectador le interesan nuestras películas.
Usted desde que empezó a rodar ha conocido a cuatro ministros de Cultura. ¿Nota los cambios en políticas culturales como creador?
En términos de financiación puede suceder. Si aplican políticas confusas, que devienen en inseguridad jurídica, y que hace que potenciales inversores extranjeros decidan no invertir porque no entienden las reglas, porque no las consideran claras, o que cambian cada año, o que se someten a la interpretación final del técnico de turno, pues te encuentras en que eso influye de forma medible. Desde el punto de vista de la creación no piensas en esto, no sabría decirte ni los ministros ni me he leído las leyes que ha habido
Entonces, ¿qué le pedimos al nuevo ministro?
Desde el punto de vista de la creación llega un momento en que lo único que le pedirías a un político es que no ponga obstáculos. Ya ni solicitas ayuda, porque creo además que la posición de la plañidera llorona no ayuda a ninguna industria. Nadie es atractivo a través del llanto.
Uma Thurman es como un taxista neoyorquino y rompimos fronteras muy pronto. Un actor quiere confiar en su director y viceversa y cuando eso se produce todo es sencillo
Por lo que decía antes parece que las AIEs y los incentivos fiscales no ld convencen mucho.
Sí, pero que se estructuren de forma clara y con interpretación unívoca, la inversión de nadie puede discutirse si tres años después la ley se interpreta de una forma diferente. Hay productoras en situación de indefensión absoluta por seguir las normas que se les dijeron hace tres años, si las cosas son tan confusas es que tenemos un problema. Fuera de eso cualquier ley del juego es aceptable, pero tiene que haber esas leyes y que sean claras para todos
Por último, ¿cómo es Uma Thurman?
Pronto descubrí que era un taxista neoyorquino y rompimos fronteras muy pronto. Un actor quiere confiar en su director y viceversa y cuando eso se produce todo es sencillo y es un toma y daca constante. Sabes que te la puedes jugar porque vas a estar protegido. Así que puedes ir mas lejos de lo que toca.