Ella desató una tempestad necesaria y ahora empiezan a salirle goteras en su propia casa: Asia Argento fue la primera mujer en denunciar oficialmente por violación a Harvey Weinstein en octubre del año pasado. La agresión se produjo en el festival de Cannes de 1997. La actriz y cineasta italiana inauguró la tanda de permisos al diario The New Yorker para citar su nombre en la acusación: “Otras me siguieron. Cuando se supo que más de cien habíamos sido víctimas de violación o ataques sexuales se nos empezó a creer”, señaló.
Recordó ella no perdonaba. Subrayó que quería justicia, “y la justicia la hacen los hombres, no Dios”, pero olvidó que por la boca muere el pez. The New York Times, otro de los medios que contribuyó a destapar el escándalo del magnate Weinstein, publica ahora que Argento pagó 380.000 dólares a Jimmy Bennett, un joven actor que la acusó de agredirlo sexualmente cuando tenía sólo 17 años.
La valedora de la rectitud habría apoquinado para poder exigir el silencio del chico: el abogado de la víctima informó a la presunta agresora la intención de demandarla por 3,5 millones en daños y perjuicios por el impacto emocional, salarios perdidos, asalto y agresión, y ella reaccionó con el soborno que ahoga la justicia. Otros lo llaman “pacto legal”.
Asia Argento siempre ha proyectado la imagen de mujer dinamita: fuma de liar con la colilla bien pegada al labio, viste camisetas de la banda de trash metal Slayer, está cubierta por tatuajes punk y sus dos poses preferidas son el corte de manga ejecutado con un dedo lleno de anillos gruesos o el puño en alto, en señal de rebelión.
“No seas un esclavo del sistema”, pide a sus adeptos; y cuelga una falsa estrella de Donald Trump en el Paseo de la Fama de Hollywood… al lado de una esvástica. A la intérprete la rodea un inconfundible aura de femme fatale que ha provocado que a lo largo de su carrera la avasallen proponiéndole papeles de tipa dura, pero pronto se dio cuenta de que eso no la hacía feliz. “Después de dar a luz a mi hija, me sentí de forma muy distinta. No pretendo sonar como una burguesa moralista, pero empecé a pensar: ¿qué va a pensar Ana?”, explicó hace tiempo.
'Femme fatale' redimida
La actriz tuvo una relación muy intensa y dolorosa con su padre, el director italiano Darío Argento: en sus entrevistas siempre recordaba cómo de pequeña le leía sus guiones de cintas de terror. A los 8 años ya había publicado un libro de poemas, con 14 se fue de casa para no volver y con 21 ya tenía en su poder dos David di Donatello -el Oscar italiano- por su trabajo en Perdiamocci di vista y Compagna di viaggio. En Chica, chico, chica (editado en España por Alpha Decay), la biografía de Savannah Knoop, se define así a la actriz: “Era capaz de sujetar un cucurucho al tiempo que daba un brinco con las piernas en el aire y aterrizaba en sus zapatos altos de cocodrilo”. Ella siempre ha preferido no autobautizarse como “víctima”, sino como “superviviente de abusos sexuales”.
“He protagonizado algo que no es para los que se arrugan fácilmente”, deslizó. Además, Argento achacaba la violación que sufrió al “abuso de poder que tienen los hombres”: “Por eso a todas nos puede ocurrir lo que me ha ocurrido a mí (…) Yo me estoy curando gracias a la lucha de otras mujeres, gracias al movimiento feminista, gracias a vuestros elogios”. Contó que padeció arias depresiones. Contó que soportó linchamientos por "decir la verdad", por señalar "al monstruo".
Adiós al apoyo de McGowan
Ahí su gran apoyo, su más fiel aliada, la actriz Rose McGowan, que también fue violada por Weinstein en un jacuzzi. La tercera de las Embrujadas salió en defensa de Argento en uno de los más duros golpes de su vida: el reciente suicidio de su pareja, el chef Anthony Bourdain. Rose abrazó a Asia cuando muchos la acusaban de ser la culpable de esa muerte: pocos días antes de que Bourdain se quitase la vida, la habían fotografiado con otro hombre, pero ella siempre aseguró que tenían una relación abierta.
Hoy McGowan la rechaza: “Conocí a Asia Argento hace diez meses. Nuestro punto en común es el dolor compartido de haber sido agredidas por Weinstein. Mi corazón está roto. Continuaré mi trabajo en nombre de las víctimas en todas partes”, ha escrito en un primer tuit, para luego matizar: “Ninguno de nosotros sabe la verdad de la situación. Estoy segura de que se revelará más. Seamos gentiles”.
Jessica Bennet, editora de género de The New York Times, lo ha dejado caer: "No sé qué decir sobre esto aparte de que es terrible - y una buena oportunidad para hablar de los ciclos de abuso". Las activistas feministas tratan de recordar lo fundamental: el caso de Asia Argento no puede ni debe empañar la potencia y los aciertos del movimiento ‘Me Too’, dado que su misión es destapar una hilera de abusos silenciados por situaciones de poder. Éste no es tan diferente al resto.
“Hoy se siguen sentando entre nosotros otros que han tenido un comportamiento indigno con las mujeres”, lanzó la actriz acusada en el Festival de Cannes de este año. “Sabéis quiénes sois. Y lo más importante, nosotras lo sabemos y no vamos a permitiros vivir en la impunidad”. Se llevó la ovación. Ahora tendrá que cargar también con el peso de sus palabras.