Cuando se estrenó la pasada temporada de Juego de Tronos -igual que ocurrirá cuando llegué la última- todo el mundo hablaba de los maravillosos escenarios españoles que había allí. De repente la superproducción televisiva más importante de los últimos tiempos parecía un poco española. Tenía un sello nuestro. Y sin embargo, además de los espectaculares paisajes había algo de aquí que nadie comentó. Los trajes de la mayoría de sus personajes y extras se confeccionaron en Madrid, en una sastrería que no sólo ha vestido a Daenerys de la Tormenta, sino también al Gladiator de Ridley Scott, al Cid de Charlton Heston y hasta a Jack Sparrow y sus piratas del Caribe.
Se trata de la Sastrería Cornejo, historia del cine español y hasta de nuestro país. Una empresa familiar que lleva desde 1920 vistiendo a los actores en las producciones más prestigiosas y que ahora recibe un premio honorífico de la Academia de Cine por su contribución a nuestra industria. Llega en un momento en el que los taquillazos internacionales se rifan sus creaciones. Hasta 20 proyectos simultáneos tienen ahora, casi todos de ellos fuera de España, como cuenta Humberto Cornejo, nieto del creador de la compañía y que el jueves recogerá el premio al trabajo de los último 98 años.
La historia de la Sastrería Cornejo también da para una película. Aunque para rescatarla, a Humberto le ha costado indagar. Su abuelo le contaba pocas cosas, y las peripecias de la familia hasta tener semejante emporio se perdían por el camino y el tiempo. Pero desde que entró a trabajar en la fábrica empezó a preguntar a los trabajadores, gracias a los cuales ha podido reconstruir las piezas del puzzle.
El primer Cornejo fue Humberto, que cuando era un niño tuvo que emigrar a Cuba. “En aquella época los huérfanos los repartieron por países sudamericanos, mi abuelo y un hermano fueron a Cuna”, recuerda su nieto a este periódico. Más tarde tuvo que volver a España a hacer la mili, porque en “España tocaba hacerla y entonces conoció a mi abuela”. Las expectativas de futuro no eran muy esperanzadoras, y Humberto Cornejo planeaba huir de nuevo cuando un familiar de su pareja con dinero y coleccionista de trajes de época les ofrece dejarles la colección para explotarla comercialmente. Los planes cambiaron otra vez, y la pareja se casó y montó su pequeña empresa.
Fue en 1920 cuando se fundó lo que ahora conocemos como Sastrería Cornejo. Al principio los alquileres -porque como aclara Humberto, los trajes no se crean, sino que se prestan y devuelven- eran a particulares, pero en 1930 ya empezó a hacer teatro y revista, y hasta a salir de España. “Hace poco leí una crítica publicada en el ABC sobre un espectáculo de variedades de Lisboa en el que mi abuelo hizo la ropa”, dice con orgullo el hombre que ahora dirige todo.
Cuando estalla la guerra, se incorpora el hijo de Humberto, y padre del actual dueño. “Ellos seguían trabajando, hacían Zarzuela sobre todo, pero en esa época no había cine. Ya después de que acabe sí que empiezan con el cine español”, explica. El punto de inflexión, y el que colocó a Cornejo en la órbita de todo el mundo cinematográfico fue la llegada de Samuel Bronston a España a finales de los años 50: “Trae grandes rodajes, y cuando viene tenemos la suerte de trabajar en sus cinco grandes películas, entre ellas El Cid, 55 días en Pekín o El mundo del circo”. Bronston se va cuando preparaban la sexta, pero el fenómeno se había empezado. La sastrería trabaja para Doctor Zhivago y su nombre empieza a ser reconocido internacionalmente.
En los años 70 se incorpora el actual Humberto. Y ahí entran en juego Dino de Laurentis y el cine francés, para el que esta empresa ha creado los mejores trajes de filmes de época como Reina Margot, y también de visionarios como Luc Besson. Esta retahíla de producciones significan que cada vez tienen mas trajes en su almacen, y que la compañía va creciendo. Como explican a EL ESPAÑOL, las películas no se quedan los trajes, y muchas veces ni los hacen nuevos, sino que cogen modelos ya hechos en otras películas y los retocan para dejarlos como nuevos. “Si los compran cuestan mucho, nosotros cuando hacemos un traje nuevo para una película se cobra el 50% de su valor en venta, lo usan y luego lo devuelven. Nosotros nos comprometemos a no volverlo a alquilar hasta q se estrena, a veces por contrato está sin utilizar hasta seis meses después del estreno”, explican.
El futuro está asegurado. A los más de 20 proyectos en marcha en todo el mundo (muchos con grandes productoras) se une la pasión que Humberto a inculcado a sus dos hijos, que se encuentran volcados con la sastrería y con perpetuar lo que su padre les ha enseñado. Él, ya con 66 años, toma decisiones, pero deja que los que vienen vayan tomando el mando. “Han heredado la pasión, y yo creo que se las he transmitido a mis hijos”, dice con emoción.
A su cargo 50 personas fijas, unos cuantos talleres externos y un 70% de facturación internacional. Eso sí, todo se hace en España. Así que la próxima vez que vean una película de Disney, o una serie de moda, piensen que hay un sastre español que seguramente ha alquilado y retocado todo ese vestuario para que luzca como nuevo.