Pawel Pawlikowski dejó con la boca abierta a todo el mundo con Ida, la película con la que ganó el Oscar al Mejor filme de habla no inglesa en 2015. Desde entonces todas las miradas cinéfilas se habían puesto en él esperando su siguiente obra. La espera ha merecido la pena, porque con Cold War se confirma como uno de los grandes directores del momento.
Su película podría ser resumida como una historia de amor en tiempos de guerra, pero es mucho más. Cold War, con la que ganó el premio al Mejor director en Cannes, es también un retrato de la Polonia estalinista, y de un mundo tan dividido en el que no es posible el amor. Con un blanco y negro tan bello como doloroso, Pawlikowski analiza la relación entre un director de orquesta y una cantante sin sentimentalismos pero logrando emocionar.
Una película en la que los protagonistas “tienen mucho en común con mis padres”. “Eran una pareja desastrosa: se enamoraron, se separaron, se casaron con otras personas, se volvieron a enamorar y a estar juntos, cambiaron de país, se separaron otra vez y, otra vez, volvieron a estar juntos”, explicaba el realizador a EL ESPAÑOL en el pasado Festival de Cine de San Sebastián.
Su visión del amor es hasta pesimista, porque cree que “el amor humano cambia, siempre es relativo, las relaciones son distintas” y también que nuestro propio contexto nos pone la zancadilla. “Ninguna sociedad ayuda al amor. En el amor siempre están los problemas externos y los internos, y con ello no digo que el amor sea una frustración. El exilio y el comunismo son un problema para estos personajes, lo que es ridículo y frustrante al mismo tiempo, pero el amor en sí no lo es. El amor está abierto a lo espiritual sin explicaciones”, apuntaba.
Su crítica es a ambos lados, ya que no cree que el amor sea mejor “en un mundo que en otro y creo que tienes que dejar este mundo para el amor”. Una joya de hora y media tan concisa como contundente.
Y además…
Viaje al cuarto de una madre: la ópera prima de Celia Rico confirma que en el cine español las mujeres son las que más tienen que decir. 2018 ha sido el año de Arantxa Echevarría, de Elena Trapé, y ahora de esta debutante que narra con honestidad y mucha verdad el síndrome del nido vacío que sufre una madre viuda cuando su hija le anuncia que quiere irse a Londres a aprender inglés. Apoyada en las inmensas Lola Dueñas y Anna Castillo, el filme es una joya a la que hay que prestar atención.
Mudar la piel: un documental que narra una historia que parece sacada de una novela de John Le Carré. Es la de Juan Gutiérrez, mediador en las negociaciones del Gobierno con ETA que entabló amistad con un misterioso personaje llamado Roberto que un buen día desapareció de su vida. Años después, al ver su rostro en la televisión, Juan se plantea si aquel hombre no tendría que ver con la filtración que cambió su vida.
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