Pocos cineastas vivieron los años 90 de forma tan intensa como lo hizo Julio Medem. El director vasco sorprendía a la crítica y al público con Vacas, en 1992, y se confirmaría el año siguiente con La ardilla roja. Pronto le pusieron esa etiqueta tan manida de ‘autor’, y de él se decía que tenía ‘un universo propio’. En Cannes también lo vieron, y en 1996 se convirtió en uno de los pocos cineastas españoles que ha estado en su Sección Oficial gracias a Tierra.
También en Venecia le quisieron con Los amantes del círculo polar, filme de culto para toda una generación y penúltima de sus películas antes de divorciarse de crítica y público. La taquilla le respondió con Lucía y el sexo, pero después de aquella obra que supuso el despegue (y el Goya) para Paz Vega, todo se torció. Caótica Ana, Habitación en Roma y Ma Ma dividieron radicalmente a la audiencia.
Tras aquella época dorada, ha seguido rodando, pero sus ambiciosos guiones forman parte de esa clase media del cine español que han hundido la crisis y el duopolio de las televisiones. Su última película, El árbol de la sangre -estreno el 31 de octubre- es Medem en estado puro. Desatado. Ahí están todas sus obsesiones: la sangre, el sexo, las relaciones pasionales, la literatura, lo vasco, lo rural… Una película que cuenta la historia de dos veinteañeros que escribirán en un caserío la historia de sus vidas y las de sus familias, y de la que ha hablado con el español.
El árbol de la sangre habla de muchas cosas… No sé si hay algo, una idea, una mecha en torno a la que se construye el filme.
Hay como dices una mecha, hay una idea que es el génesis de todo. Viene claramente de mi inconsciente, yo dejo el consciente a un lado, para que el inconsciente asome y me muestre algo que de pronto me suponga algo, me marque una idea que todavía no sé que puede contener pero que me seduce para ponerme a buscar. En este caso es una campa con vacas que bajan del norte, y toros que suben del sur, y en torno a ese encuentro carreteras con coches y la posibilidad de algo trágico.
Esa imagen está en la película.
Está, está en el clímax además.
Hay una trama que habla de mafia georgiana, otra familiar, una relación sentimental… hasta el terrorismo aparece. ¿Cómo sale eso de su cabeza y se plasma en un guion?
En esa imagen que te contaba, me apareció también la imagen de un árbol y pensé rápidamente en una pareja de 25 años, jóvenes, que quieren contar su vida, sus 25 años de vida, desde que fueron concebidos, y contársela el uno al otro. Y debía haber un motivo íntimo, y es esa verdad oculta que saben que va a hacer daño pero quieren hacerlo, es un acto romántico y de valentía. Yo veo la historia como una historia de amor en forma de árbol, con muchas ramas que son otras vidas y otras historias. Ellos cuentan sus vidas junto a la de sus familias, y sabiendo que hay otra familia, cuyos hijos tuvieron relación con sus madres. Y con esos datos se juntan para construir un gran árbol que es el gran relato que supera lo que ellos esperaban.
Yo, en general, intento alejarme siempre de lo último que he hecho para experimentar en algo que no conozco bien. No me lo pongo fácil, y me gusta, me gusta probarme
Supongo que todos le estamos diciendo que están todas sus obsesiones ahí dentro, ¿es algo consciente?
Yo, en general, intento alejarme siempre de lo último que he hecho, o de lo que ya he hecho,para sentirme nuevo, para experimentar en algo que no conozco bien. No me lo pongo fácil, y me gusta, me gusta probarme. Si te fijas La ardilla roja se alejaba de Vacas, Vacas de los Amantes… y lo que hay de nuevo en esta es plantearme contar una historia tan ramificada, tan coral, con tantos personajes, porque aunque hay dos protagonistas, como dueños de su relato, dan importancia a otros muchos personajes, hay otros siete de mucha importancia, y ellos según cuentan, la historia se cuenta a sí misma, y ellos idealizan y mitifican en parte lo que cuentan.
En su cine es muy importante el sexo, siempre está y lo usa con una función dramática. Vivimos un momento en el que esas escenas y las de desnudos se están pensando más, desde otros ángulos… Hay un debate que no sé si le ha afectado o se ha planteado a la hora de escribir y rodar escenas de sexo.
Es verdad que cada vez se ve menos sexo en el cine. En el americano, de hecho, cuando se ve están vestidos. Bueno, pues para eso mejor no me muestres sexo con ropa interior. Con bragas y sujetador ella, y él con calzoncillos... nadie hace sexo así. No entiendo este pudor, cuando en la acción vemos cosas mucho más obscenas. Vemos un tiro en las tripa o en la cabeza y los sesos en la pared, eso sí es obsceno. Puede estar justificado, vale, pero eso se ve como un valor y se busca, que en la acción haya detalle, un hachazo y el brazo amputado. Eso se ve y se busca, se hace espectáculo. Y el sexo, que es algo que no puede ser más bonito, un sexo que está en un contexto que suele ser romántico o amoroso… en Lucia y el sexo, con el sexo hablo cómo se enamoran con el.
En el cine americano, de hecho, cuando se ve una escena de sexo están vestidos. Bueno, pues para eso mejor no me muestres sexo con ropa interior.
Las escenas sexuales aquí son menos explícitas que en Lucía y el sexo, no sé si es por este replanteamiento en el momento actual.
Aquí es por cómo están contada, que es por ellos. Pienso en cómo contarían ellos la historia, y el sexo igual. Al equipo les decía que había sexo entre cabezas o entre pies, que es dónde iba a poner la cámara. Todo está contado exactamente igual, luego cada pareja tiene su peculiaridad. Y ese momento es el clímax, un estallido que dura poco, poquísimo y eso es cómo he elegido contarlo.
El personaje de Joaquín Furriel es el macho alfa, un arquetipo que también está en el centro del debate por la crisis de la masculinidad que se vive. ¿Son personajes que deberían ir desapareciendo?
Ojalá tendieran a desaparecer más. Yo juego con el arquetipo pero hablo de un tipo muy frágil que escapa de sí mismo, que no esta cómodo, que quiere irse a una montaña. El dice en el caserío: “yo podría vivir aquí”. Y tiene algo que Joaquín Furriel y yo dijimos, que fuera suave.
Su forma de hablar choca con su imagen testosterónica.
Está buscado, él es dulce, para que sea raro, pero una rareza atractiva e interesante, pero tenía que ser sensual, erótico, es un ser que erotiza muchísimo. Y lo sé que erotiza.
En la película también se habla de ETA, pero con naturalidad, como algo transversal que atraviesa a la sociedad vasca pero que no se subraya.
Yo aquí sigo la pauta que siguen ellos al principio, la de no política, no ideología, porque ellos quieren contarse su vida y la de sus familias, y acabar contando esa verdad oculta, que en el fondo es una mentira del pasado. Y era mucho más fácil, y teniendo en cuenta que el árbol tiene su raíces en el País Vasco, en Cataluña, Andalucía, Levante, Madrid, algo español, podría tener las raíces en otro sitio, hay muchas Españas. Y el hecho de que no haya política es interesante, porque el mapa humano queda más claro y no contamina. El espectador es capaz de intuir lo que piensa cada personaje.
¿A usted le cuesta no ser político?
Cuesta mucho, porque hasta en decir que no hay política hay una decisión política. Claro que hay política en la película, el contar y mostrar a esos hermanos que la madre dice que qué pena que no vayan a la boda y ella dice que no les hubiera invitado, eso es un juicio político.
La película tiene tantos personajes y tramas que es inevitable no pensar en una serie, ¿se lo planteó?
Sí. En un momento dado la planteé así. Nació como una película, pero me quedaba larga, porque al principio tuve algún problema para dominarla bien, porque ese era el reto, que se entendiera, que estuviera clara, y ahora lo he conseguido, pero durante unos años estuvo en el trance de meter más personajes, también en Galicia… y escribí una serie, que se la presenté a Netflix, y estuvieron a punto. Luego volví a la idea de la película y me gusta más, por el hecho de la concisión, eso de que haya que sintetizar. Era más logro y triunfo que cupiese bien en una película.
Sí. Fata riesgo en el cine español. Cada vez más, claro, cada vez se hace un cine más parecido y menos plural que el que se hacía en los 90
Es un filme arriesgado, ¿ha sido difícil levantar la finaciación?
Me cuesta cada vez más encontrar producción para mis películas. Esta ha pasado por dos productores que muy bien pero que no hicieron nada. Y he tenido la suerte de hacerla con Arcadia y no me cansaré de decirlo, me siento profundamente agradecido, porque la han levantado contra viento y marea, porque había momentos en los que se caía, porque no entraba el ICAA o no entraba la televisión, cosas que no me habían pasado nunca.
¿Falta riesgo en el cine español del momento?
Sí. Cada vez más, claro, cada vez se hace un cine más parecido y menos plural que el que se hacía en los 90.
Usted en los 90 fue a Cannes, a Venecia, era ese cine de autor de clase media que muchos dicen que ha desaparecido ahora.
Es que el público no está para eso. Esta película tiene mucha vida dentro y creo que eso es un gancho comercial, puede serlo, pero es cine de autor… a mí me pasa que mis películas anteriores, se venden bien fuera de España, y yo me mantengo por eso, yo sigo vivo porque en le extranjero hago cierto dinero, tampoco muchísimo, se me aprecia fuera, y aquí las últimas han tenido muy poco aprecio. Con esta estoy viendo lo contrario, está gustando.
No tengo ningún problema con que le cine no se vea en las salas, es más creo que por ahí cometemos un error al pensar que la única manera de amortizar el cine es en las salas
¿Hay prejuicios hacia el cine de autor?
Había un público en los 90, joven, que apreciaba y entendía, era cinéfilo, le gustaba el cine, y que se está perdiendo, está desapareciendo. Y yo disfruté como un privilegiado esa época. Era maravillosa, pero ahora es que cuesta tanto...
Antes ha mencionado que habló con Netflix, ¿qué le parece su entrada como actor principal en la producción de cine?
Me interesa. No tengo ningún problema con que le cine no se vea en las salas, es más creo que por ahí cometemos un error al pensar que la única manera de amortizar el cine es en las salas, dependiendo de que el espectador tenga la voluntad de ir a pagar una entrada. El cine seguirá existiendo, peor creo que las pantallas quedará para un cine más espectáculo. Yo prefiero que mi película se vea en pantalla grande, creo que gana, pero otras películas de autor se pueden ver en televisión, cada vez hay mejores pantallas, y mejor imagen y sonido.
Yo en casa consumo mucho cine, y me encantaría que fuera así, que fuera más fácil vía internet, que por ejemplo el festival de Cannes o de San Sebastián, una película después de la alfombra roja, esa tarde o esa noche la pudiéramos ver en casa, no esperar a que un distribuidor que la distribuya o que ni llegue a tu país, autores tan potentes que lo mismo no hacen mucho en una sala, pero que muchos querríamos verlos, y pagaríamos, ¿qué pagamos? No sé, 12 euros el estreno, al cabo de dos días 8 y luego ir bajando, y eso tiene que pasar.
¿Qué es lo siguiente de Julio Medem?
He terminado de escribir una serie.
¿La veremos?
Al menos tengo productor.
¿No descansa nunca?
En esta profesión, los que dirigimos y escribimos,s on fases distintas escribir, preparar, dirigir, montar, yo cuando estoy montando, que me recuerda mucho a escribir, que tardo casi el mismo tiempo que para rodar, más el seguimiento, en esta había muchos efectos especiales, sonido y ahí ya se me ocurren cosas, escribo encantado.
Siempre dice que le encantaría rodar una película de ciencia ficción.
Es que tengo una, la tengo ya… pero a ver si consigo que me la produzcan, yo creo que esa sí va a salir.
[Más información: ¿Qué fue de Silke, la musa de medem que hizo todo en los 90?]