El 19 de junio de 2014 el rey Juan Carlos I abdicaba y dejaba a su hijo Felipe al cargo de la institución. Tras casi 40 años al frente del país daba un paso atrás en medio de una tormenta mediática que había hecho caer su popularidad y el apoyo a la corona hasta límites históricos. Las cacerías de elefantes, los cuernos a Sofía, la irrupción de Corina… todo había permitido que el otrora rey campechano estuviera en entredicho.
Su abdicación también abría el melón para que se discutiera su labor, hasta entonces siempre protegida por el espíritu de la transición, esa que todos calificaban de modélica y que tuvo en Juan Carlos I a su principal valedor. Empezaron a llegar artículos, libros y hasta obras de teatro que criticaban muchas de las decisiones (o la ausencia de ellas) tomadas en estos 40 años. Una de las más frontales fue El Rey, la producción del teatro del Barrio que colocaba a Luis Bermejo como trampantojo del monarca, que se enfrentaba a los fantasmas de todo su reinado.
La obra levantó polvareda, y muchos fueron los ayuntamientos del PP que se negaron a ceder un teatro a una obra que ponía a Alberto San Juan y a Willy Toledo a dar voz a personajes como Cebrián, Garrigues Walker, Adolfo Suárez o Felipe González y que se atrevía a cuestionar el papel del rey en el 23F, las comisiones de Kuwait, los barriles de petróleo a Arabia Saudí, el asesinato a su hermano o su connivencia con el franquismo.
Tres años después, la polémica representación se ha convertido en película, dirigida por el propio San Juan junto a Valentín Álvarez, y con el mismo elenco de actores. Un filme que traslada de forma casi idéntica la obra, y que se ha estrenado con éxito de público en el festival de Sevilla, donde la han presentado sus protagonistas y donde Willy Toledo ha vuelto a demostrar que es un imán para la polémica, y que nadie le va a parar en su derecho a decir lo que le dé la gana. El actor sentenciaba en la rueda de prensa que “cualquier ser humano con un mínimo de inteligencia sabe que la monarquía es ilegítima” y que el protagonista, Juan Carlos, “se ha visto rodeado toda su vida de personajes muy siniestros, y de la ilegitimidad pueden salir esos fantasmas”.
Igual que hacía en la obra, la película juega a cuánto hay de verdad y cuánto de exageración gracias a esa frase de “esto es una ficción basada en hechos reales”. Y vaya si son reales los acontecimientos que uno recuerda en el rostro del rey pasmado al que da vida Bermejo. Su exilio, la muerte de Franco, su elección por el dictador, el 23F y esa teoría de la conspiración que dice que el Rey es parte activa del mismo para derrocar a Adolfo Suárez y crear un gobierno de concentración que les permitiera, entre otras cosas, crear los GAL.
Cualquier ser humano con un mínimo de inteligencia sabe que la monarquía es ilegítima
“Mi padre financió el alzamiento nacional contra la república”, se escucha decir al rey a uno de sus fantasmas. Y la gente se sorprende, porque hasta ese momento, toda sombra sobre la monarquía se ha tapado. No ha habido ni rastro de crítica. La de San Juan y Willy Toledo es la más feroz, y en la película se puede ver a Juan Carlos besar una bandera con ‘el pollo’ franquista’, y asegurar que en la democracia había que permitir “partidos políticos, pero más de dos pueden ser muchos si queremos una sociedad en paz y estable, más puede ser el caos”, dos partidos moderados para controlar a la calle, porque “la calle es el peligro”. “No tolero que se critique al generalísimo delante de mí, hay logros evidentes. Ahora llegará un cambio tranquilo sin estridencias, de arriba a abajo”, dice a un ficcionado Garrigues Walker..
La memoria histórica, la fata de consideración a las víctimas del franquismo -”no quería que los perdedores de la guerra se convirtieran ellos vencedores de la democracia”, se le oye decir-… toda polémica de los últimos 40 años están ahí, y quedan reflejadas en una imagen que actúa de metáfora perfecta. La sombra de Franco, recién muerto, se proyecta como si fuera un gigante en una pared. Debajo de él, como un enanito que mira hacia arriba y que le sigue, está Juan Carlos en los rasgos de Bermejo.
Alberto San Juan definía su adaptación en Sevilla como una "pesadilla" de Juan Carlos I, “un rey destronado que supuestamente debería morir rey” y que muestra “lo que pasa en la cabeza de un hombre, una pesadilla durante la madrugada que tiene un rey destronado, que se enfrenta a sus fantasmas”. El director ha explicado que si hiciese una película dentro de 20 años sobre el actual rey, “Franco probablemente apareciese, porque las personas que han sido importantes en la vida de su padre serían los mismos”, dejando claro su posición sobre la monarquía, algo que ya ha dejado claro en muchas ocasiones, y que subrayó su exitosa obra teatral que ahora ha quedado para la posteridad en forma de película que se estrenará en diciembre.