‘Malos tiempos en El Royale’: el motel que encantaría a Villarejo
- La película de Drew Goddard es un thriller entretenidísimo y lleno de giros y sorpresas.
- Toma como inspiración un motel en el que Nixon espiaba y grababa a gente para chantajearles.
- Roberto Álamo, el actor con pinta de bruto y "corazón blandito".
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Si a Villarejo le dejaran salir de la cárcel para ir al cine este fin de semana tendría claro qué película iría a ver, Malos tiempos en El Royale. A priori el filme de Drew Goddard no tiene nada que ver con el comisario más siniestro, pero en cuanto uno entra en su narrativa y su propuesta descubre que Villarejo disfrutaría como un enano de esta propuesta original, arriesgada y divertida.
El Royale de el título no es otra cosa que un motel de carretera, pero uno de lujo, donde recaen en una misma noche huéspedes de todo tipo. Una chica negra cantante, un cura con dobles intenciones, un agente secreto… todos callan más de lo que dicen, y hasta el propio motel tiene su propia historia. El propio Goddard contaba en San Sebastián que se basa en un hostal en donde Nixon grababa las conversaciones de sus contrincantes, pero también donde grababa como los políticos mantenían relaciones extraconyugales con el fin de chantajearles.
Eso está en Malos tiempos en El royale. El decorado, que es un personaje más de la historia, es ese motel en el que los espejos tienen un doble fondo desde el que se espía a los visitantes, y en el que el Gobierno mueve los hilos a su antojo. Poco más se puede contar de la trama del filme, ya que en las sorpresas constantes de su trama reside su principal encanto. Igual que ocurría en su anterior título (La cabaña en el bosque), Goddard juega con el espectador llevándole por donde él quiere, sin que en ningún momento se imagine qué ocurrirá después. Quien parece un personaje principal puede morir a los 20 minutos de película, el que parecía bueno es malo, y el que tiene cara angelical puede ser el líder de una secta siniestra.
Si bien Malos tiempos en El Royale no es tan rompedora y sorprendente como su ópera prima, si que demuestra que detrás hay un director (y guionista) con ganas de jugar, ser diferente y pasárselo bien. También un narrador con un dominio de la puesta en escena sobresaliente al que le hubiera hecho falta un productor que le recortase el número de tramas secundarias para no alargarse hasta los 140 minutos de película.
Contada en capítulos, con un uso excelente de la banda sonora, y uno actores en estado de gracia (ojo a Dakota Fanning y Chris Hermsworth, además del siempre excelente Jeff Bridges y la sorpresa de la función, Cynthia Erivo), la película es un entretenimiento de primera, que no trata al espectador como estúpido, y que encima también se atreve en ir un poco más allá en su reflexión sobre la religión y la violencia, algo que también estaba en La cabaña en el bosque. Las creencias extremas, las sectas, o los dioses siempre acaban induciendo al salvajismo.
Habrá que estar muy atento al siguiente paso de Goddard en Hollywood, ya que Fox ha confiado en él para dirigir X-Force, el spin-off de Deadpool que unirá a varios héroes irreverentes y bocazas y que es una de las grandes apuestas de la casa para los próximos años. Puede ser su confirmación definitiva o la muestra de que una franquicia como esta puede matar su personalidad, una rara avis en un cine cada vez más domesticado.