Cuando se trata de mitos culturales, las indignaciones llegan mal y tarde: el público no ha dejado de ser indulgente frente a los acosadores, violadores, maltratadores o pederastas cuando son figuras artísticas aclamadas por las masas, de Hitchcock a Polanski pasando por Neruda. Los hombres que tejieron las ficciones de nuestras vidas aún son cribados con cierta excusa. Aquí la cultura como neutralizador de delitos. Hoy, ante el fallecimiento de llamado "genio del cine italiano" Bernardo Bertolucci, vuelve a planear sobre su nombre ese pájaro negro: ¿es justo que alabemos al ser humano, es pertinente que le homenajeemos al completo; o lo ecuánime sería celebrar su obra y cuestionar al hombre? ¿Fue ético en sus métodos; o abusó de quienes le rodeaban para exprimir la potencia y el realismo de sus relatos cinematográficos?
A esta última pregunta sí tenemos respuesta: fue en 2007 cuando la ya fallecida actriz Maria Schneider contó en una entrevista al Daily Mail que una de las secuencias más famosas de El último tango en París no contó con su consentimiento. Se trata del momento en el que el personaje de Marlon Brando viola al suyo usando mantequilla como lubricante para sodomizarla. Esa escena no estaba en el guion.
La joven, que entonces sólo contaba con 19 años, fue forzada a hacerla. “Debí llamar a mi agente o tener a un abogado en el set de rodaje porque no puedes forzar a alguien a hacer algo que no está en el guión, pero yo no lo sabía. Marlon me dijo: “Maria, no te preocupes, solo es una película”, pero durante la escena, incluso cuando sabía que no era real, estaba llorando de verdad”, contó.
“Me sentí muy mal porque me habían tratado como a una sex symbol y yo quería que se me reconociera como actriz. Me sentí humillada y para ser honesta, me sentí un poco violada por ambos, tanto Marlon como Bertolucci”, remató Schneider. Las secuelas que dejó esa escena fueron antónimas en el director y en la actriz: él, aunque tuvo que enfrentarse a varios juicios por la obscenidad de la historia, acabó nominado en los Oscar de 1973 y condecorando su filme como uno de los clásicos de los setenta. Ella, por su parte, perdió la vida en su travesía por centros psiquiátricos. Se autodestruyó, cayó en la adicción a las drogas e intentó suicidarse en varias ocasiones. Después de esa película no volvió a desnudarse en el cine y desarrolló una fobia enferma a la mantequilla. A los 58 años murió a causa de un cáncer de pulmón.
La película, bajo los ojos del feminismo
Su confesión sobre la praxis del cineasta y el conchabamiento de Marlon Brando no tuvo más repercusión. Ni siquiera cuando Bertolucci reveló que todo era cierto en 2013: contó que su brillante idea se le ocurrió la mañana anterior al rodaje, durante el desayuno, mientras Brando untaba un trozo de pan con mantequilla. Los dos hombres se miraron con complicidad y quedaron iluminados por su giro creativo. Reservarían la sorpresa para la actriz. “No quería que fingiese la humillación, quería que la sintiese”, explicó Bertolucci. “Creo que nos odió a mí y a Marlon Brando”, añadió.
Hizo ver que no se arrepentía de aquella decisión, aunque la considerase “horrible”: “Hoy esta conducta sería inaceptable, pero eran otros tiempos. Son cosas graves, pero las películas se hacen así. Las provocaciones son a veces más importantes que las explicaciones”, alegó. Sólo gracias a la llameante ola del feminismo este episodio fue revisado bajo los ojos del respeto a los derechos humanos. En 2016, el suceso cien veces contado e ignorado se hizo viral y se condenó en bloque. Entonces nadie entendía cómo podía haber pasado desapercibido.