Rocky Balboa tuvo rivales duros y poderosos, pero puede que ninguno tan bestia como el ruso Iván Drago, que hasta mató a golpes en el ring al pobre Apollo Creed en la cuarta entrega de la saga. A pesar de llevar ya tres películas siguiendo las andanzas del boxeador interpretado por Silvester Stallone, esta continuación fue la más exitosa. Puede que fuera por su contexto, el más propagandístico de todos con la rivalidad Rusia-EEUU a flor de piel en plena Guerra Fría (el filme se estrenó en 1985), pero también consiguió tener un villano de altura con los rasgos del actor sueco Dolph Lundgren.
Su Iván Drago imponía y asustaba. Nadie querría cruzarse en su camino. Aquel papel, que le llevaría a Hollywood, también se convirtió en el que marcaría su carrera para siempre. Ya nadie vería a Lundgren como otra cosa que no fuera una máquina de matar. Su imponente físico tampoco ayudaba. Así que nunca pudo demostrar sus dotes interpretativas, ya que siempre quedó relegado al héroe de acción de serie B.
Lo cierto es que el actor nunca dejó de trabajar, pero es difícil decir cuatro títulos recordados de su filmografía, en donde abundan los papeles del malo de la película, un mastodonte sin corazón ni signos de emoción en su rostro. Estuvo en Soldado Universal, en Desafío Final o en una primera versión de The Punisher, pero a pesar de eso los últimos años quedó relegado a papeles secundarios en filmes en los que se autioparodiaba, como en la quinta parte de Sharknado.
En su ayuda siempre ha acudido su amigo Stallone, director de aquella Rocky IV, que también le fichó para su saga de héroes de acción Los mercenarios, y que ahora (como productor y revitalizador de la saga) le ha dado la posibilidad de humanizar a su mítico personaje de Iván Drago en Creed II, la continuación de la saga de Rocky en la que este es el entrenador del hijo de Apollo Creed, un boxeador con el rostro y el carisma de Michael B. Jordan.
En esta continuación el combate será épico, ya que Creed se enfrentará en el ring al hijo del asesino de su padre, un Drago que vuelve a EEUU para convertir a su hijo en el campeón mundial que él no pudo ser. Stallone le ha humanizado, le ha dado un fondo a su personaje, y aunque Drago siga siendo una máquina de matar, ya no es sólo eso. Es un ser buscando redención y lleno de traumas, algo parecido a lo que le pasa a Lundgren, que en su visita a España para promocionar el filme reconoció que lo que le pasó a su personaje también le ocurrió a él.
“Drago fue rechazado. Mucha gente no creía en él, y aquí se da cuenta de que está mayor y que cada vez hay menos oportunidades de alcanzar su sueño, así que va a la desesperada. Yo he estado en esas situaciones, he visto gente que me rechazaba y que pensaba que no podía actuar. No salí en películas durante años, me divorcié, tuve problemas con mis hijos, y físicamente me hice daño por hacer tanto deporte y películas de acción, así que me he identificado con el personaje. Si me centro en mis sentimientos, es un personaje que me es cercano, porque he sentido ese dolor y me he puesto en su piel”, confiesa Lundgren.
Por esa realidad y fragilidad nueva del personaje, Ludgren cree que “el mito ahora es más fuerte, porque tiene la dimensión humana del personaje”, algo que contrasta con su primera aparición en la saga, donde Drago era “casi un dibujo animado, porque los americanos eran todos buenos y los rusos todos malos, y ahora ya sabemos que las cosas no son tan sencillas”.
La parte física esta vez se la ha dejado al actor que interpreta a su hijo, y por eso se “ha podido centrar en la trayectoria emocional del personaje”. Eso no significa que no entrenara y no se pusiera en forma, porque le gusta “estar fuerte”. Este es su año de suerte, ya que no sólo está en Creed II, que ha sido un éxito de taquilla, sino que también tiene un pequeño papel en Aquaman, uno de los pelotazos del año a nivel mundial.
A pesar de no ser muy fan de las películas de superhéroes, porque Hollywood no para de hacerlas, se lo ha pasado muy bien, y ha descubierto que ahora, para ser un héroe de acción, las cosas han cambiado. “Los límites en el cine se han difuminado. En 1985, si querías ser una estrella de acción, necesitabas haber hecho kárate, halterofilia… y ahora tienes primero que ganar un Oscar por un papel dramático para que te den un papel en Los vengadores o en una de DC. Lo importante antes era la parte física, porque tenías que hacer todo, y ahora en Iron Man ponen a un tío y a dobles para la lucha, para conducir… el actor sólo actúa. Las películas de Rocky son especiales porque tienen la parte de acción pero también tienes que actuar. Yo he visto la evolución de mi personaje, y me he dado cuenta de que puedo actuar y de que no tengo que dar mamporros todo el rato”, explica un Dolph Lundgren que ha regresado para quedarse y que no cierra la puerta a seguir siendo Iván Drago más veces.