La comedia triunfa en taquilla. En Antena 3 y Telecinco lo saben, y llevan años apostando por el género para sacar provecho económico de su obligación de producir cine español. Desde que Ocho apellidos vascos reventara en las salas se han ido sucediendo los intentos. Algunos han sido absolutos fenómenos, como Perfectos desconocidos o El mejor verano de mi vida, aunque en la lista también se acumulan una sucesión de fracasos cada vez más grande.
Las fórmulas no existen, y por más que lo intenten el éxito sólo se reserva para unos cuantos. Esa proliferación de comedias que intentaban repetir el resultado de películas antiguas ha provocado que hayamos tenido que sufrir decenas de títulos que basaban todo su humor en el costumbrismo o en los equívocos entre comunidades o países. La explotación hasta el infinito ha dado lugar a secuelas como Bienvenidos al este, en la que basaban toda la trama en chistes sobre chinos y sin contar con ninguno de los protagonistas de la primera entrega.
Otra opción ha sido la comedia blanca, inofensiva y para toda la familia. Sin ningún tipo de 'punch', con chistes ya vistos mil veces. Quizás por eso cuando algo se sale un poco de la receta manida se agradece, y es por eso por lo que Lo dejo cuando quiera, sin ser ninguna revolución, se recibe como un producto industrial, pensado para la taquilla, pero que funciona como un tiro.
No es en la trama donde el filme de Telecinco Cinema se distancia, es un remake italiano que, a su vez, es una versión coñera de Breaking Bad, con un profesor universitario de química que, afectado por la crisis, comercializa una droga inventada por él junto a dos compañeros igual de fracasados de él. Es en el contraste entre estos viejóvenes y el mundo de la fiesta actual donde surge el conflicto. Un choque de opuestos en el que los tres adultos verán todo cómo la aventura que nunca tuvieron por esforzarse en busca de un futuro que les habían prometido y que nunca existió.
Pero donde realmente funciona Lo dejo cuando quiera es cuando arriesga, ya sea yendo al absurdo, -como cuando los tres protagonistas prueban la droga por primera vez y acudimos a un número musical con Será porque te amo y un trabuco de por medio- o por sus ramalazos canallas en forma de humor gamberro y hasta escatológico. Que nadie se engañe, un chiste soez, en el momento preciso y como forma de romper el ritmo es incluso irreverente, y aquí se atreven hasta a mostrar un pene de un caballo erecto y otro de un ser humano a punto de ser amputado.
Esos chistes que coquetean con la violencia y con lo incorrecto son la mejor arma de la comedia para destacar en el aburrido panorama actual, y eso lo saben a la perfección Cristóbal Garrido y Adolfo Valor, dos valores seguros en el género,y dos de los guionistas más versátiles del cine español del momento. El primero ha saltado de escribir Fariña a esta comedia junto a su dupla perfecta. Su materia prima recae en las buenas manos de Carlos Therón, que ya demostró su capacidad de dignificar una comedia de cuñados como Es por tu bien y que dirigió la primera temporada de Mira lo que has hecho, la estupenda serie creada y protagonizada por Berto Romero.
Además encuentran el vehículo necesario en la sorprendente vis cómica de David Verdaguer, el mejor de la función, y en secundarios como Miren Ibarguren, siempre robando escenas, y un Ernesto Alterio inspirado claramente en Pocholo Martínez Bordiú en su papel del mafioso que controla la noche. Lo dejo cuando quiera no aspira a revolucionar la comedia, pero sale airosa en provocar sonrisas y alguna carcajada en un espectador que ya se las sabe todas, y eso no es poco actualmente.