Noruega destaca por ser un país tranquilo donde los asuntos geopolíticos mundiales no generan consecuencias en la vida rutinaria de sus habitantes. Por desgracia, esa calma monótona se vio alterada el 22 de julio de 2011. En un intervalo de tiempo de dos horas estalló una bomba en el distrito gubernamental de Oslo y hubo un tiroteo en la isla de Utoya, en la que fueron asesinadas 77 personas.
Tras el revuelo y el pánico que provocó la matanza, el autor de los hechos fue detenido en el islote, de apenas 520 metros de longitud y 330 metros de ancho. Su nombre era Anders Behring Breivik, un empresario de 32 años descrito por la policía como simpatizante de extrema derecha. Breivik, fundamentalista católico, nacionalista e islamófobo, no eligió Utoya como objetivo al azar. La pequeña isla pertenece a la Liga Laborista Juvenil, la rama juvenil del Partido Laborista Noruego, y en esta isla tiene lugar un campamento de verano.
Fue durante dicho campamento cuando el terrorista, disfrazado de oficial de policía, terminó con la vida de jóvenes que apenas superaban la veintena de edad en su mayoría. Ahora, de la mano del director más representativo de Noruega, se estrena en España el 19 de julio la película de Utoya. 22 de julio. En palabras de Erik Poppe (el director), hay "una discusión pendiente sobre la matanza de Utoya" y de lo que se puede hacer para "evitar que algo así ocurra de nuevo".
Uno de los motivos principales de la producción se debe a cómo el extremismo se está expandiendo por toda Europa, desde internet hasta la política. "Los políticos están usando palabras que no eran aceptables hace años, y esas palabras, ese discurso del odio y la división y del multiculturalismo como amenaza son las que inspiraron a este hombre a la hora de perpetrar el ataque", explicó a EFE.
Rodado en una secuencia
El largometraje dura aproximadamente hora y media y la totalidad de la grabación está rodada en una sola secuencia. Es decir, no hay un solo corte de cámara en todo el filme, lo cual genera una impresión agobiante y muy cercana a la vez de la masacre. El director habló con más de 40 supervivientes antes de comenzar el rodaje y todos coincidieron en que aquel infierno que duró 72 minutos pareció "una eternidad". De esta manera, Poppe quería "capturar esa sensación y el modo de hacerlo era rodar en una toma".
Este estilo de grabación, que se ha visto en otras producciones como Hijos de los hombres o Expiación, se acerca de alguna manera al teatro ya que no hay repeticiones o alteraciones temporales durante la actuación. No obstante, estas películas contienen secuencias de no más de cinco minutos, mientras que Utoya. 22 de julio comienza y termina en la misma secuencia. Para que todo saliera a la perfección, la búsqueda de actores y actrices duró tres meses. Andrea Berntzen fue la elegida para interpretar a Kaja, una joven de 18 años que busca con desesperación a su hermana en mitad del tiroteo. La cámara sigue su rastro en todo momento.
La película comienza precisamente con Kaja hablando con su madre acerca de la explosión de la capital. "Este es el lugar más seguro del mundo, no tienes por qué preocuparte", le dice la protagonista a una madre preocupada que apenas puede escucharla por falta de cobertura.
A partir de ahí, empiezan los gritos y la agonía del filme. Kaja corre, se cae, se separa de sus amigos, llora —e incluso ríe en un momento de shock donde no sabe cómo actuar— y ve morir a gente en su huida de la isla. La espléndida interpretación de Andrea Berntzen le sirvió para ganar el Premio Amanda, un galardón cinematográfico noruego que se entrega anualmente desde 1985.
Justo al final, antes de los créditos, la película ofrece un recorrido de cómo se desenvolvió el suceso. "La comisión del 22 de julio concluyó que las autoridades no protegieron como era debido a la gente de Utoya", se lee en la pantalla. Erik Poppe, que además fue reportero de guerra, pretende evidenciar aquello donde se cometieron errores y prevenir el auge de una extrema derecha ya presente en occidente a través de este atentado que difícilmente se podrá olvidar.