En el cine siempre hay un género que levanta suspicacias. Uno que desata los prejuicios de la crítica más sesuda, de los defensores del arte radical y experimental. Lo han vivido la comedia, el terror, y ahora le había tocado al ‘cine de superhéroes’. Las adaptaciones de cómic, especialmente de Marvel y de DC, están consideradas, casi desde sus inicios, de filmes ligeros, destinados a hacer dinero y poco más.
Da igual que las primeras adaptaciones cinematográficas las realizaran hace 40 años nombres como Richard Donner o Tim Burton. Ya entonces Hollywood les dejó claro que había dos áreas diferenciadas. La de la taquilla, que era para ellas, y los premios y el prestigio, que era para dramas que encajaban mejor en la concepción de la mayoría. Han pasado muchos años y la discusión seguía palpitando. Sin ir más lejos el año pasado aprobó -y luego reculó- entregar un filme a la película más popular del año.
Nadie sabía a qué se referían… ¿era la más taquillera, al que votara un público…? Lo que había implícito es que la propia industria reconocía que la mejor película del año no iba a ser la más exitosa. Que la calidad y lo comercial ya nunca iban a ir de la mano como en los tiempos en los que Lo que el viento se llevó arrasaba en las salas y también en los premios de la Academia.
Tampoco ayudaba que Disney y Marvel hubieran metido el piloto automático a su cine, y que en un círculo vicioso la crítica había decidido no tomarse en serio ninguna adaptación. Tampoco llegaban las buenas noticias desde la otra casa. DC seguía empeñada en copiar el estilo de Nolan en una serie de películas que, a pesar de cumplir en taquilla, dejaban unas sensaciones terribles. Poco a poco se han ido derribando barreras, y quizás no habíamos valorado suficiente todos los pequeños pasos que se habían dado hasta que ayer, en el segundo festival de cine más importante del mundo, un filme de superhéroes ganó el premio más importante.
Joker -sí, es un villano pero pertenece a un género ya establecido que es el cine de superhéroes- ganaba el León de Oro en el Festival de Cine de Venecia y tiraba de un plumazo todos los prejuicios hacia el género. De paso ponía patas arriba la industria al demostrar que una superproducción podía vencer a nombres como Polanski, Ciro Guerra o Pablo Larraín. Todd Phillips, que antes había dirigido Resacón en Las Vegas, hacía historia al colocar por primera vez a una película de superhéroes en lo más alto de un certamen de clase A que en otras ocasiones había premiado a autores como Fellini, Buñuel o Agnes Varda.
La propia presidenta del jurado, Lucrecia Martel, explicaba en la rueda de prensa la importancia de una película como esta en "una industria que se preocupa por los negocios". "Es una reflexión sobre los antihéroes donde el enemigo no es un hombre, sino el sistema, y eso es muy valioso hoy en día no sólo en EEUU sino también en todo el mundo", zanjaba destacando su mensaje político que el propio Phillips había intentado tapar en la rueda de prensa. Con el León de Oro bajo el brazo y preguntado por este periódico, el realizador reconoció esta capa de la historia.
“Lo que dije es que dependía de la mirada. Tratábamos de hacer una película que gusta a la gente y no queríamos definirla. Martel es correcta en su mirada, pero es difícil decir esto es así, mucha gente en EEUU no va a ver eso. Pero sí es una historia sobre este personaje jodido. Como director no siempre me gusta definirlo, pero me encanta esa interpretación”, dijo dejando claro que la inteligencia y lo comercial e industrial pueden ir de la mano. Martel también derribaba prejuicios con su elección, ya que muchos dudaban que una autora tan radical como ella se dejara seducir por ‘una de superhéroes’.
Este camino, que ahora vive un punto de inflexión y que conducirá a que Joker esté nominado a todo en los Oscar y con un probable premio para la asombrosa interpretación de Joaquin Phoenix, ha tardado mucho en llegar. Y hay que remontarse a aquel 1979 en el que Superman lograra tres nominaciones y un Oscar especial por sus méritos técnicos. Pero ni rastro de reconocer a sus autores. Tampoco lo logró el Batman de Tim Burton ni El caballero oscuro de Christopher Nolan, y aquí sí que todo cambió.
Aquel 2009 todo cambió. La ausencia del director y del filme en las categorías reinas propició un cambio en las normas. Las nominadas se ampliaron a diez -que luego quedaría en un número variable entre cinco y diez-, pensando que así los superhéroes podrían entrar a pesar de las reticencias de los académicos. Se equivocaban. Tuvieron que pasar nueve años para que ‘una de superhéroes’ lograra una candidatura en un apartado que destacara a un autor. Fue Logan, la violenta versión de Lobezno de James Mangold en Logan. Por supuesto no ganó su premio.
El año pasado ya las cosas mostraron signos de cambio. Black Panther (el filme de Marvel que más se había separado de la fórmula del estudio) consiguió una histórica candidatura al Oscar a la Mejor película que no ganó, pero mostró que Hollywood estaba preparado para aceptar a los superhéroes. Ahora es un villano con lectura política el que ha dado el golpe definitivo en la mesa, el que confirma que en cualquier industria lo importante es el riesgo, y que Joker podía competir en un festival rodeado de autores porque no hay necesidad de tener un ‘premio a la más popular’, sino que hay que tratar a los espectadores con inteligencia.
Noticias relacionadas
- Venecia perdona a Polanski: el director busca honor y justicia con su visión del caso Dreyfus
- ¿Y si Joker fuera el héroe y Batman el villano? La película que dinamita el cine de superhéroes
- Ciro Guerra y Johnny Depp atizan al imperialismo americano en ‘Waiting for the barbarians’
- ‘Joker’ hace historia en Venecia y logra el primer León de Oro para el ‘cine de superhéroes’