A finales de los años 60, Aretha Franklin ya era conocida como ‘la reina del soul’. Había derribado todo tipo de barreras raciales y se había convertido en una estrella de la música gracias a éxitos como Respect, I say a little prayer o Chain of fools. Sin embargo, el disco suyo que más copias vendió no fue ninguno que contuviera esos singles, sino el Amazing Grace que grabó en enero de 1972 en la Iglesia Bautista Misionera New Temple de Watts, Los Ángeles.
Dos días de concierto grabado en directo en el que homenajeaba a las canciones de su infancia. Era un álbum de góspel, el estilo que había transformado la música americana en los 60 y con la que ella había crecido. El resultado fue un disco emocionante e histórico. Lo que casi nadie sabe es que ese concierto se rodó con ánimo de hacer un documental que, finalmente, nunca vio la luz. Warner era la encargada del proyecto, y aunque originalmente confiaron en el documentalista Jim Signorellu, en una reunión alguien mencionó que Sidney Pollack era muy fan de la cantante.
El realizador acababa de rodar Danzad, danzad, malditos, por la que había sido nominado al Oscar, y era uno de los nombres de moda en Hollywood, así que confiaron en él para el proyecto. La idea era ambiciosa, ya que esperaban repetir el éxito conseguido con el documental sobre Woodstock que había rodado Michael Wadleigh y que en 1970 llegó a recaudar 17 millones de dólares.
Lo que nadie esperaba es que Pollack cometiera un error de novato. Después de grabar en dos sesiones en directo el concierto ante un público entregado, llegó el momento del montaje, y allí se dieron cuenta de que no habían usado claquetas y que la misión de sincronizar imagen y audio era imposible. Lo intentó con expertos en lectura de labios, pero no lo logró, así que Sidney Pollack metió los rollos de película en una caja y los guardó 40 años, impidiendo que nadie disfrutara de aquel mítico concierto… hasta ahora.
Ha sido el antiguo productor de Atlantic Records, Alan Elliot, el que se puso entre ceja y ceja rescatar el material y usar las nuevas tecnologías para sincronizar imagen y audio. Lo que se encontró fue una negativa total de Sidney Pollack, que no quería ceder los derechos y que puso mil problemas. Tampoco Aretha mientras vivió parecía muy favorable a rescatar este tesoro musical, aunque finalmente su familia ha aprobado el proyecto. Pollack, poco antes de morir de cáncer aceptó que Elliot se encargara del filme: “conoces este documental mejor que yo”, cuenta Elliot que le dijo Pollack tras hablarle de su enfermedad. “Su generosidad en ese momento es por lo que hay película”, deja claro al director en una charla con EL ESPAÑOL.
No fue una negociación fácil. Al principio Pollack sólo quería hablar, teorizar, hablar sobre Aretha, sobre música, y Elliot le decía una y otra vez “veamos la película”. Y sólo fue cuando el director enfermó de cáncer cuando aceptó que ese documental saliera de su casa y se convirtiera en ese Amazing Grace que emocionó en su primer pase en el Festival de Berlín y que luego lo hizo en San Sebastián antes de llegar a las salas este viernes.
Lo que nunca le confesó fue su error de la claqueta, pero al final todo se sabe, como se han sabido todos los problemas que hubo entre ambos y también con la familia de Aretha, algo que Elliot prefiere ya no entrar a valorar. Para resumir lo que ha sido este proceso cuenta una anécdota de cuando Aretha grabó uno de sus dos primeros discos y tuvo una pelea. “Estuvo dos semanas fuera sin que nadie pudiera encontrarla, no sabían donde estaba… así que en proyectos como este tienes que pasar por esas cosas, pero merece la pena, son complicaciones y aquí también hubo unas cuantas”, zanja.
Hay mucho más material, entre ellos entrevistas con asistentes que se sientan al fondo de la iglesia para disfrutar de la magia de Aretha, entre ellos un joven Mick Jagger. Quien sabe si dentro de otros diez años disfrutamos de otro Amazing Grace con más de ese material que ha estado décadas escondido hasta que un loco entusiasta decidió arreglarlo y regalárselo al mundo.