El 3 de diciembre de 2001 Argentina tembló. El presidente del país, Fernando de la Rúa, anunció que desde ese momento los ciudadanos dejaban de disponer de su dinero como quisieran. Los bancos cerraban el grifo siguiendo sus órdenes y los trabajadores se enfrentaban a una situación terrible en la que sólo podían sacar 250 pesos a la semana. Los argentinos rápidamente le pusieron un nombre que quedó para la historia, el corralito, un término que además se ha usado con posterioridad cuando un gobierno inmovilizaba el dinero de sus ciudadanos.
Casi 20 años después las heridas siguen abiertas, y los argentinos empiezan a mirar hacia aquel momento desde la ficción. Una de las que lo ha hecho con más éxito, especialmente en la taquilla ya que es un pelotazo en su país, es La odisea de los Giles, filme de Sebastián Borensztein que se estrena este viernes, representa a Argentina en los próximos Oscar y que cuenta las aventuras de un grupo de perdedores (giles significa pardillos allí) que pierden todo con la crisis económica y deciden vengarse.
Este extraño grupo de héroes sin capa da un golpe sobre la mesa cuando el estado se queda con todo lo que habían metido en un banco para montar una cooperativa. Al frente de ella Ricardo Darín, y a su lado su hijo Chino en la primera vez que comparten pantalla y en un filme en el que también actúan de productores. Una historia que funciona como comedia de acción, con un golpe a un banquero, pero también con mucha retranca y crítica social.
Para el actor argentino esos giles no son sólo los afectados por el corralito, sino que somos "los ciudadanos del mundo, que somos unos giles, unos confiados". El ciudadano asediado por la burocracia, el que tiene que agachar la cabeza, el de ‘pague primero y hable después’.... Eso sucede en todas partes, pero con el corralito se perdieron vidas, familias, dinero... El dolor fue muy grande, no solo en lo económico", decía Darín en el pasado Festival de Cine de San Sebastián.
Una película que llama a abrir los ojos, al activismo, a no quedarnos quietos cuando los políticos y los poderosos nos recorten nuestros derechos. Ricardo Darín cree en el poder del arte en general y del cine en particular para "ayudar un poquito a empujar, a que las mentes se pongan en funcionamiento", pero cree que es injusto pedirle "que sea la llama que encienda la antorcha, eso es demasiado pretencioso, yo me conformaría con que nos ayude a reflexionar y a pensar qué cosas se pueden hacer".
Hay una herramienta con la que cuenta el poder, y es con nuestra domesticación. Estamos domesticados y acatamos y obedecemos, cumplimos las normas
En La odisea de los Giles se opta por tomar cartas en el asunto, incluso un personaje defiende la anarquía como solución, algo que Darín cree que tampoco funcionaría. "No, creo que en este momento no, porque no necesitamos desorden, necesitamos otro orden. No creo que en este momento el desorden ayude más, pero sí que hay que reflexionar sobre las leyes o las normas estipuladas", opina y pide que nos demos cuenta de que podemos cambiar las cosas si nos damos cuenta de que el poder debería ser nuestro y no de los políticos: "Hay una herramienta con la que cuenta el poder, y es con nuestra domesticación. Estamos domesticados y acatamos y obedecemos, cumplimos las normas. La gente honesta y trabajadora cree que funciona así, y debería ser así, pero hay gente que conoce atajos y los giles no los conocemos".
Así que para no ser unos giles tenemos que ser conscientes de que el ciudadano elige y debe ser escuchado, porque si no todo el mundo se tomaría la justicia por su mano, como en el filme. "Tenemos poderes que desconocemos y que nos han hecho desconocer. Siempre pongo el ejemplo de Francia, yo recuerdo en un momento que en Francia se anunció una subida histórica del combustible, cuando hacía doce años que no subía, y sin razón justificada se subió. En aquel momento no había móviles ni redes sociales, y no me digas cómo al día siguiente nadie salió a la calle con su coche, es una cosa de conciencia social, la comunidad entera se opuso y al día siguiente se acabó la subida. Hay cosas que se pueden hacer, pero es que no sabemos el poder que tenemos. Nos hemos olvidado de que estos señores son nuestros empleados", zanjaba con seguridad.
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