En Érase una vez… en Hollywood, la carta de amor al cine de Quentin Tarantino estrenada este año, hay un momento en el que su protagonista, Rick Dalton -al que da vida Leonardo DiCaprio-, acepta su caída en la industria de EEUU y comienza a rodar producciones europeas consideradas de ‘segunda’. Entre los directores que Dalton menciona está Joaquín Romero Marchent, un nombre que a casi todos los espectadores españoles sonará a chino, y motivo que ya justifica la existencia de un documental como Sesión salvaje.
Romero Marchent es uno de tantos ejemplos de directores españoles que realizaron filmes libres, desprejuiciados y que muchos consideraban “de baja estofa”, como recuerda Nacho Vigalondo al comienzo de la película que han dirigido Paco Limón y Julio César Sánchez. Un repaso a esa “serie Z” que se hizo en España desde los 60 a los 80 y en la que destacaron realizadores como el citado Romero Marchent, Eugenio Martín o el más popular de todos, Jess Franco.
Durante muchos años estuvieron olvidados, y la llegada de la Ley Miró terminó ese cine del divertimento y el 'exploitation' por películas sociales y de autor. Por suerte, la generación de directores como Vigalondo, Álex de la Iglesia, Balagueró o Bayona, no han tenido miedo a reivindicarles. Ellos, criados en el Festival de Sitges que tanto ha hecho por el fantástico, son los grandes rescatadores de este cine. La industria les debe mucho, y este documental sana alguna herida. Se lo debe la industria porque, precisamente, eso es lo que hicieron estos directores: industria, dinero, crear puestos de trabajo y de paso obras inclasificables.
Sesión salvaje comienza con una batería de imágenes que normalmente no se ponen en clase de historia del cine español: Paco Rabal reventando una cabeza de un disparo, zombies, sangre, pechos, vísceras, erotismo… todos los elementos que hicieron de esta serie B un escapismo maravilloso para aquellos que “no teníamos la necesidad de ser intelectuales”, como recuerda Álex de la Iglesia al comienzo del documental. Una generación a la que “miraban por encima del hombro” y que también vio nacer a actores que se codearon con las estrellas que venían a rodar a España, como Simón Andreu, que actualmente continúa como secundario de lujos en películas internacionales.
A partir de ahí una serie de anécdotas brillantes como la que cuenta que Jesús Franco, que rodaba decenas de películas en un año, aprovechaba para rodar escenas sin que los actores lo supieran para ir grabando material para la siguiente. Así un paseo de Klaus Kinski después de supuestamente cortar un rodaje, valía como escena para la próxima. Genio y figura.
Gracias a Sesión salvaje la gente conocerá a nombres fundamentales como Eugenio Martín, historia de nuestro cine y director de clásicos de la serie B como Pánico en el transiberiano y que es una enciclopedia andante sobre aquellos años y una batería de anécdotas increíbles. Él cuenta cómo las coproducciones fueron clave para dar a conocer el cine español fuera de nuestras fronteras. Pero más allá de las películas, hay que destacar que todos estos realizadores hicieron películas durante el franquismo, y se las apañaron para burlar -alguna vez- la censura y hacer obras donde había sexo, vísceras, sangre y violencia a gogó. Muchos tuvieron que rodar fuera con dinero de otros países europeos para dar vida a sus películas.
Que en 1971 se rodara una película como Las vampiras (Vampyros Lesbos), de Jess Franco, es la muestra de la importancia de esta generación y de este documental. Un filme que con el dictador vivo se atrevía a mostrar erotismo, terror y gore en una misma película. Una rareza que muchos quisieron tapar -aquí se estreno en 1973 y casi enterrada por culpa de la dictadura- y que nunca había sido reivindicada hasta que una nueva generación de directores (además de Tarantino), han comenzado a sacar del baúl todos esos nombres que nunca se ponían en la lista de los grandes de nuestro cine, y a los que debíamos un homenaje.
Si eso lo hicieron con Franco vivo imaginen lo que pasó cuando murió. Despiporre. Todos esos realizadores aprovecharon la transición para multiplicar por cien todas sus obsesiones, provocando también la llegada del destape, de un 'exploitation' más salvaje y un star system impensable en la actualidad. Historia de nuestro cine que también hay que conocer.