En 1999, un novato llamado Sam Mendes debutaba en el cine con una película llamada American Beauty, uno de los retratos más despiadados del sueño americano. Lo que llegó después todos lo conocen, la película se convertiría en un éxito de crítica y público que culminó con cinco premios Oscar, incluido el de Mejor película y director para Mendes, que saltaba de las tablas al cine de forma inmejorable.
Lo que comenzó entonces es una de las carreras más eclécticas del cine reciente. Continuó con la maravillosa e incomprendida película de gángters Camino a la perdición y fue encadenando proyectos como Revolutionary Road, la independiente Un lugar donde quedarse y hasta dos filmes de la saga de James Bond, entre ellos el mejor de toda la franquicia: Skyfall.
20 años después Sam Mendes regresa a lo grande con una de sus mejores películas, 1917, que llega a los cines el 10 de enero. Una epopeya bélica rodada en plano secuencia que mete al espectador de lleno en la Primera Guerra Mundial con la historia de dos jóvenes obligados a llevar un mensaje desde la trinchera a un batallón destacado si quieren evitar una masacre. Un filme nominado a tres Globos de Oro, con el que regresará a los Oscar y por el que ha hablado con EL ESPAÑOL.
¿La película está dedicada a su abuelo, ¿por qué?
Bueno, fue él quien me contó esta historia. Contaba a sus nietos historias sobre la Primera Guerra Mundial. Él combatió en la Guerra. Eran historias que nunca contó a sus hijos, por lo que fuera, y se las contó a sus nietos. Una de esas historias que nos contó era sobre él llevando un mensaje a tierra de nadie, y ese fragmento de historia fue el inicio, lo que me hizo decir ‘esta historia la quiero contar’. Luego ya la desarrollé para hacer un viaje más grande que el que él me contó. Sus historias eran sobre coincidencias y golpes de suerte, ninguna sobre valentía o heroísmo o ideas convencionales sobre lo que es la guerra,sino sobre la suerte que tenía de estar vivo mientras que su mejor amigo había muerto disparado a su lado y simplemente desapareció porque no tuvieron el cuerpo para enterrarlo. Y esas historias quedan dentro de ti y esa es la razón por la que este es el primer guion que escribo yo mismo.
Esa dedicatoria es también para aquellos que cuentan historias. Esta se la contó su abuelo, ahora nos la cuenta usted, que es un contador de historias, y además la película va sobre un mensaje que puede detener una masacre. ¿Es de alguna forma una película sobre el poder de la palabra y el poder de contar historias?
Sí. Yo era muy consciente de que la película era la historia que me contaron a mí y que ahora yo estoy contando a otros, y que estos hechos quedan en nuestra memoria para siempre si contamos estas historias sobre lo que pasó en la guerra. Esa dedicatoria es deliberada y quería dar al público la sensación, al final, de que nuestros personajes podrían vivir lo suficiente para contar esas historias a las siguientes generaciones.
Creo que ahora hay más calidad, más variedad y más opciones. Es un buen momento para contar historias
Hay escenas tan espectaculares en la película que no podía evitar preguntarme en el cine ‘¿cómo narices habrán rodado esto?’, y eso ocurre justo en un momento en el que está el debate sobre dónde se deben ver las películas. ¿Debe recuperar el cine ese poder de fascinación?
Yo no quería que la gente se estuviera preguntando todo el tiempo sobre lo difícil que ha sido rodarla o que fuera consciente de la cámara. Me imagino que los cinéfilos, que suelen ver muchas películas, a lo mejor sí que se lo pregunten, pero realmente lo que quería es que la gente se perdiera en la historia y estuviera conectada con los protagonistas y que fueran arrastrados por la película como si fuera un imán y les empujaran hacia las imágenes. Una de las cosas que no hicimos con la cámara es hacer efectos, cosas como atravesar una cerradura, o el cristal de una ventana, algo que se notara que estaba diciendo: ‘¡eh, mírame!’, a pesar de que realmente sí sea un baile entre la cámara y los personajes en un paisaje.
Es emocionante ver la inocencia de esos soldados en un lugar tan brutal como la guerra. ¿Fue la Primera Guerra Mundial el último momento en el que fuimos inocentes?
Sí, fue la última vez que los hombres fueron ala guerra sin saber lo que se iban a encontrar. Ellos tenían una idea de la guerra por los medios por lo que decían los periódicos del momento, que todo el rato escribían que todo era una victoria y que iban a ganar, pero todos se aterrorizaron de lo que vieron, y las cartas que mandaban contaban la verdad de lo que pasaba. Ya en la Segunda Guerra Mundial había informativos, había imágenes en movimiento y todo el mundo vio lo que pasaba realmente. Así que sí, fue la última guerra con inocencia, y a eso se une que la edad media de los soldados era muy baja, eran muy jóvenes, y por eso en la película quería trasladar que estos dos soldados eran sólo dos entre millones de jóvenes, por eso quería actores jóvenes.
Debutó en el cine con American Beauty, que se estrenó en 1999, el que dicen que es uno de los mejores años para la ficción, pero si miro a 2019 encuentro grandes películas, así que quería preguntarle por ese tópico que dice que cada vez se hacen peores películas.
Este año ha sido un año buenísimo para las películas, y me faltan muchas porque he estado rodando y la acabo de terminar. Pienso que habría que darse cuenta sobre la cantidad de películas dramáticas que se ruedan, y si cuentas la cantidad de películas de alta calidad que se ruedan ahora comparadas con las que se rodaban en 1999 hay más ahora. No soy una de esas personas que se deprimen por el estado del cine o la televisión. Creo que ahora hay más calidad, más variedad y más opciones. Es un buen momento para contar historias.
El cine es uno de los mejores lugares para tener elecciones de forma privada, más allá de las franquicias, de las secuelas, porque hay muchas películas que piden ser vistas en un cine. Los directores debemos ser ambiciosos y hacer películas que quieras ver en una sala de cine. Muchas películas mías que hice en el pasado ahora se harían para televisión, y está bien, es un medio muy accesible que lo ven millones de personas. Si hubiera hecho Revolutionary Road para televisión la hubieran visto millones de personas, pero si las haces en el cine tienes que usar todas las herramientas que tienes a tu disposición, sonido, imagen... razones para seguir intentando que sobreviva la experiencia cinematográfica.
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