El año pasado los Globos de Oro no tuvieron que mojarse, no hubo debate sobre si era justo que Netflix ganara o no en unos premios de cine porque Roma, de Alfonso Cuarón, no podía competir como Mejor película por la normativa interna de la Asociación de Prensa Extranjera. La premiaron en Dirección y Película de habla no inglesa y dejaron el debate para otros.
Pero este año sí que tenían que posicionarse en un debate que parecía que podía estar superado. Si los Globos de Oro apostaban por Netflix (con tres películas en la categoría de Mejor filme dramático y una en la de comedia) mandaba un claro mensaje de que la plataforma compite en igualdad de condiciones con el resto.
Nunca se sabrá si fue por cobardía o porque realmente no les gustaban tanto, pero el resultado ha sido un tortazo con la mano abierta a todas las producciones de la plataforma, que se han ido prácticamente de vacío, algo incomprensible cuando hablamos de filmes como El irlandés (junto a Parásitos la mejor película del año), o Historia de un matrimonio, que salvó el honor con la mención a Laura Dern como Mejor actriz de reparto. Ambas perdieron frente a 1917, la epopeya bélica de Sam Mendes sobre la historia de dos jóvenes soldados en la Primera Guerra Mundial. Un filme maravilloso con hechuras del gran cine de Hollywood, rodado en un virtuoso plano secuencia, y que la coloca ahora como favorita de cara a los próximos Oscar, un terreno que todos pensaban más propicio que estos Globos.
Su director, Sam Mendes, también se llevó el Globo al Mejor realizador. Ya había ganado uno hace 20 años por American Beauty, y él mismo reconoció que todos los directores estaban a la sombra de Martin Scorsese. La Asociación de Prensa Extranjera no debió pensar lo mismo, ya que le dejó sin galardón, igual que a Bong Joon-Ho, que llegaba aupado por las asociaciones de críticos y que tuvo que confirmarse con el de Mejor película extranjera, en la que batió a Dolor y Gloria.
También se acordó de El irlandés Quentin Tarantino, el otro ganador de la noche, cuando ganó el premio al Mejor guion. “No me creo haber vencido a Steven Zaillian”, decía el director de Érase una vez en Hollywood elogiando al filme de Scorsese que también perdía en esta categoría. Joe Pesci lo haría frente a Brad Pitt, que ganaba su segundo Globo de Oro por la maravillosa obra de Tarantino que también consiguió el de Mejor película cómica, donde no tenía casi rivales.
Las categorías interpretativas tuvieron sólo una sorpresa, la de Taron Egerton como Mejor actor en una comedia o musical por ponerse en la piel de Elton John en Rocketman. El músico también rascó premio, el de Mejor canción. Nadie pensaba que Egerton, magnífico en el filme, pudiera robarle el Globo a Leonardo Dicaprio, pero ocurrió. Una mala noticia, además, de cara a las nominaciones a los Oscar, que se están realizando en estos momentos y que toman nota de lo que ocurre cada día en la carrera de premios. El Globo a Egerton le pone en órbita en la categoría de Mejor actor, donde nuestro Antonio Banderas lucha por un codiciado puesto.
El malagueño poco tuvo que hacer frente al todoterreno de Joaquin Phoenix, imperial en el Joker y más cerca del Oscar que todos prevén desde el Festival de Venecia. Phoenix, inestable y problemático en los rodajes, reconoció que es “un grano en el culo” para los directores, y por eso dio las gracias por todas las oportunidades que se le han dado a pesar de su carácter. Tras el mea culpa dio uno de los discursos más políticos de la noche al decir que la conciencia por el medio ambiente pasa por las decisiones personales y no sólo vale con “votar”. Además tiró un dardo diciendo que no se puede predicar la lucha contra la crisis climática “e ir en tu jet privado a Palm Springs”. Renee Zellweger, por su parte, cumplía con las quinielas y ganaba por encarnar a Judy Garland en Judy.
Los españoles también se fueron de vacío, y si Banderas perdía frente a Phoenix, Almodóvar lo hacía frente a Bong Joon-Ho y Ana de Armas, hispano cubana, veía cómo la favorita, Awkwafina, se llevaba el Globo de Oro por The farewell en una gala que tenía mucho morbo por ver cómo se comportaba Ricky Gervais en su vuelta a la ceremonia. Hizo lo que se esperaba: ser irreverente, a veces de más, pero siempre ácido y mordaz.
Tuvo azotes para Felicity Hoffman y su compra de títulos universitarios, los remakes, comparó a Joe Pesci con Baby Yoda, hizo una broma sexual sobre Judy Dech -dijo que aceptó Cats porque lo que más le gusta es levantar la pata y lamerse sus partes- y llamó pedófilos a los curas al mencionar Los dos papas. En su línea aunque con menos apariciones de lo esperado, quizás porque los discursos de los dos homenajeados fueron más largos de lo esperado. Bien en el caso de Ellen Degeneres, que fue introducida por una Kate McKinnon que subrayó su importancia como referente del mundo LGTB, mal en el de Tom Hanks que se acordó de media profesión para decir poco en el que era uno de los momentos más esperados de una noche que tuvo más sorpresas de las esperadas y que dejó al maestro Scorsese compuesto y con Netflix.