En algún momento -mirando la hemeroteca parece que fue en 2012-, alguien creó el término Marca España. Hasta entonces nadie la había usado, pero rápidamente se convirtió en un topicazo utilizado hasta la extenuación. Una de esas frases 0,60 que diría el grupo Ojete Calor: "¡0,60!, ¡un euro!, no valen más que eso. Cosas que ya habías oído, cosas básicas, obviedades”. De repente todo era Marca España. Bueno, todo no, a pesar de que la Marca España nació como un proyecto “alejado de ideologías políticas” y con el único “objetivo de mejorar la imagen del país en el extranjero y entre los propios españoles”, la cultura no solía entrar.
Desde 2012 hemos escuchado que Nadal lo es, que la selección de fútbol lo es, hasta algún ministro se empeñó en que las tapas no sólo fueran Marca España, sino que también fueran Patrimonio Inmaterial de la Unesco. Pero, ¿alguien escuchó a algún político decir que Penélope Cruz o Javier Bardem lo eran cuando inauguraron Cannes? Un lujo que normalmente se reserva a estrellas internacionales y que ellos lograron. Una alfombra roja llena de actores españoles con un filme producido en nuestro país.
Lo mismo ha ocurrido con Pedro Almodóvar -que ayer era nominado al Oscar junto a Antonio Banderas por su maravillosa Dolor y Gloria-, auténtica y verdadera marca España. Un director que colocó La Mancha en el mapa mundial, y que hace que en todos los países se interesen por nuestro cine y conozcan nuestra cultura y a nuestros actores. Todo el mundo ama a Almodóvar y no hay estrella de Hollywood que no diga que quiere trabajar con él. Es uno de los grandes autores del cine moderno, y sin embargo pocas veces hemos oído decir que él representa esa marca.
Él ha llevado nuestra cultura y a nuestro país por todo el mundo, a los festivales más prestigiosos, a los rincones más cinéfilos. Sus ruedas de prensa en Cannes o Venecia son en español, llevando también su idioma en volandas, el mismo idioma que se ha negado a abandonar. A pesar de las miles de ofertas para dirigir en Hollywood él ha creado todas y cada una de sus películas en su país. El mismo que muchas veces no le ha tratado como se merecía.
Pero Almodóvar es mucho más que Marca España, ha trascendido esa etiqueta. Él es el director más importante de la historia de nuestro cine. Ya está a la altura de nuestro otro genio, Luis Buñuel. Ambos son los dos creadores más importantes y revolucionarios del audiovisual español. De momento, a premios ya van empatados. El de Calanda fue nominado por primera vez por Tristana en 1971, y ganó el de Mejor película extranjera en 1973, pero lo hizo por Francia con El discreto encanto de la burguesía, ese año también optó al galardón al mejor guion. Volvería a estar doblemente nominado -película de habla no inglesa y guion adaptado- por Ese oscuro objeto del deseo en el 78.
Almodóvar tiene un Oscar más en su haber. Fue nominado por primera vez en 1989 por Mujeres al borde de un ataque de nervios y ganó en el año 2000 por Todo sobre mi madre -con la que haría historia ganando el Bafta a la Mejor dirección-, y tres años después se convertiría en el primer español en ser candidato al premio de la Academia de Hollywood a la Mejor dirección. Compitió con verdaderas leyendas como Martin Scorsese o Roman Polanski, que se lo llevaría finalmente por El pianista. Este año lo ha vuelto a hacer, y Dolor y Gloria ha sido nominada a la Mejor película extranjera después de triunfar por todo el mundo desde su paso en Cannes, porque el festival más prestigioso del mundo, ese que abre sus puertas para los directores más importantes, es la segunda casa del realizador, aunque todavía le deba una palma de oro.
Su importancia no reside sólo en los premios que ha ganado. Es que gracias a él tenemos a Banderas -que haciendo de un álter ego del director ha logrado su primera nominación a los Oscar-, Penélope Cruz es una estrella mundial -que también logró ser candidata por Volver en unos premios que se suelen olvidar de las interpertaciones en otro idioma- y los acordes de Alberto Iglesias han sonado en superproducciones de todo el mundo.
Pocos directores consiguen convertirse en adjetivos. Y él lo ha hecho, las cosas son ‘almodovarianas’, y es normal escuchar en cualquier situación eso de ‘esto parece sacado de una película de Almodóvar. Porque Pedro ha creado eso tan difícil que es un universo propio. Uno que es mejor que la vida real y donde desde finales de los 70 las mujeres obreras son heroínas y donde todos podían ser una 'chica Almodóvar', también los transexuales, las prostitutas o las travestis. Gracias a él conocimos el santoral español, que los fantasmas no lloran, que una pata de jamón es la mejor arma contra un marido machista y que las mejores elecciones son sus erecciones generales. Él es la auténtica Marca España.