El cine español y el PP vivieron años de duro enfrentamiento. El PP nunca perdonó aquella gala de los Goya del No a la Guerra, y desde entonces, fueron ellos los que se la declararon a la industria. Comenzó una batalla mediática en la que los representantes de la derecha hablaban mal de nuestro cine y de nuestros profesionales. La venganza se consumó en los años de la crisis, cuando se les puso como castigo el IVA cultural al 21% y no se les bajó hasta el final y por la presión del resto de fuerzas políticas.
Pero esos tiempos quedaron atrás, y tras el feo del ministro Wert, que se sacó de la maga una dudosa visita a Londres para no acudir a los Goya y les acusó de hacer malas películas, el PP entendió que no podía tener al cine enfrentado. Para ello sirvió el ministro campechano Méndez de Vigo, capaz de cantar Cine, cine, más cine por favor con Ángela Molina y de recibir con gracia los chistes de Dani Rovira en la ceremonia de entrega de los premios de la Academia. Con eso los ánimos se calmaron por todos los lados. El cine también dejó el lado beligerante en sus discursos y se creó una entente cordial. Esto provocó que se acabaran los ataques verbales que tanto daño hacían a nuestro cine. El PP comenzó, incluso, a hablar bien del sector, y quedaron en el olvido viejos tópicos falsos que se usaban como arma arrojadiza.
Cuando esos prejuicios se habían terminado y esos conceptos estaban sólo en la boca de unos cuantos haters, Vox ha decidido recuperarlos y convertir al cine español en centro de sus ataques. Desde su llegada a la popularidad y al poder les ha dicho de todo: subvencionados, progres… nada bonito. Santiago Abascal y Espinosa de los Monteros se dedicaron toda la previa de los pasados Goya a insultar con impunidad convirtiéndose en un nuevo enemigo político que no les beneficia.
El año pasado ya se barruntó la posibilidad de que el partido de extrema derecha pudiera ir a la gala celebrada en Sevilla, algo que desde la Academia se negó, puesto que la invitación a los políticos está reservada para aquellos que tienen presencia en el Congreso de los Diputados. Un año después y dos elecciones más tarde, la Academia se ha tenido que enfrentar al dilema de invitar o no a los miembros de Vox, que podrían aprovechar el acto para soltar sus ataques al cine. Este periódico se ha puesto en contacto con la Academia de Cine, que no ha confirmado cuál ha sido su postura respecto a las invitaciones de una ceremonia que se celebra en diez días.
La otra opción sería volver a un sistema más restrictivo de invitaciones a los políticos para evitar que Vox entrara. Esto supondría cambiar las normas e invitar -como se hacía antes- solo al presidente del Gobierno, el ministro de Cultura y autoridades como la directora del ICAA, además del alcalde de Málaga, el presidente de la Comunidad y los concejales de Cultura correspondientes, como se veía la semana pasada en los premios Forqué. O incluso a los Reyes, que año tras año declinan esta invitación. Esto evitaría la foto que se ha repetido durante años, con todos los políticos pasando por la alfombra roja, pero también evitaría que la noche del cine español se convirtiera en una batalla campal.