Año 1960. España era un sitio gris, sumido en una dictadura que ya llevaba once años y no parecía tener fin. Un país en blanco y negro donde de repente, en una sala oscura aparecieron por primera vez dos ojos azules que enamoraron a todo el mundo. Pertenecían a una niña rubia y pizpireta que se hacía llamar Marisol y que un productor (Manuel Goyanes) había descubierto en la organización Coros y Danzas de la Sección Femenina.
Vio en aquella niña -que el sábado será reconocida con el Goya de Honor- su gallina de los huevos de oro, y la convirtió en el mayor fenómeno mediático de la historia del cine español. Su debut fue en Un rayo de luz, pero sólo un año después ya era una estrella que convertía sus filmes y las canciones que cantaba en ellos en éxitos de ventas. Su voz convirtió en himnos temas como Estando contigo en la película Ha llegado un ángel (1961) y Tómbola en la película homónima en 1962. En sólo una década Marisol rodaría hasta 14 títulos y creció delante de toda España. Cuando debutó tenía 12 años, y cuando rodó El taxi de los conflictos ya era toda una joven de 21 años que había dejado atrás la inocencia y empezaba a ser mostrada como una mujer a la que la industria seguía queriendo explotar.
La llegada del fenómeno Marisol coincidió con el ‘aperturismo’ del franquismo. El dictador quería maquillar su imagen en la sociedad y en Europa, e intentó vender su milagro económico y una ‘nueva sociedad’ que mostraban perfectamente las películas y la propia Marisol. Para Franco, España era el lugar de la tómbola, de niñas sonrientes y actrices serviles. De hecho, el dictador se encargó de agasajar a aquella pobre niña con premios y placas franquistas. No contaba con que el rostro del franquismo no duraría. En cuanto Marisol tomó conciencia política y se convirtió en Pepa Flores pasó a ser una de las artistas más comprometidas y con un mayor activismo.
Ya como Pepa Flores, y con el cuerpo de Franco recién muerto, revolucionó España con un desnudo que apareció en portada de la revista Interviú en 1976. Se venderían un millón de ejemplares de una imagen del fotógrafo César Lucas que ella no autorizó y que, según la biografía de la artista escrita por José Aguilar y Miguel Losada, se realizó por encargo de su marido Carlos Goyanes en 1970 para que la actriz trabajara en una película de Bernardo Bertolucci. Ella nunca denunció al que había sido su fotógrafo toda la vida, que además fue absuelto en 1981 de delitos por atentado a la moral y escándalo público por aquella mítica publicación.
Aquel desnudo fue la primera muestra de que algo había cambiado. De que dentro de aquella niña prodigio había un espíritu rebelde, y se confirmó poco tiempo después. Nadie pensaba que Marisol acabaría siendo una de las artistas más comprometidas políticamente con la izquierda, y que aquella niña adorada por el franquismo sería su gran azote. Muchos dicen que fue su relación con el bailarín Antonio Gades lo que la politizó. Con él, comunista militante, se casó en 1982 en una boda civil en Cuba, donde tuvo dos padrinos de altura: Fidel Castro y la bailarina Alicia Alonso.
Pero Marisol había 'muerto' mucho antes, y ya en los últimos años de la dictadura era normal verla en las manifestaciones contra el régimen. La que salía a las calles era Pepa Flores, madura y decidida. La misma que con el puño en alto y con una pegatina del Partido Comunista se manifestaba en 1986 para decir No a la OTAN. Otra imagen que daría la vuelta al mundo y que enseñaron que aquel rostro de la dictadura ahora era el icono perfecto para el comunismo. Era, también, la metáfora de un país al que se había impedido pensar y que tomaba conciencia y por fin podía expresarla en las calles.
Pero los gestos de la actriz iban mucho más allá. Vendió todos sus premios y placas otorgadas por Franco para financiar el PC. De aquel activismo le sobrevino un nuevo apodo: 'La niña de Moscú', y para el recuerdo dejó una frase sobre su propio compromiso al definirse como "una obrera de la cultura. Me fusilarán antes que traicionar a mi clase".
De Gades, con quien tuvo tres hijas, se separó en 1986. Un año antes había rodado la que sería su última película Caso Cerrado. Su rebeldía también llegó a su carrera. Decidió cortar por lo sano con el cine español. Podía haber seguido siendo la estrella más grande, pero no quiso. No podía más. Dejó atrás a aquella industria que la había explotado y utilizado y se retiró. Desde entonces desapareció.
Nunca más volvió a una película, ni siquiera cuando los más grandes la han llamado. Sólo por su hija Celia rompió su ‘clausura’. Lo hizo a finales de 2016 para cantar con ella Tómbola cuando presentó el disco en honor a su madre. Ahora, todos rezan para que haga una nueva excepción el próximo sábado para recoger un Goya de Honor que puede ser histórico.