Algo raro pasa en los Oscar. ¿Cómo es posible que si el año pasado todo el mundo estaba enamorado de Roma no ganara el premio a la Mejor película pero sí que se llevara el de Mejor dirección. Si uno se fija en las últimas ediciones es muy normal ver cómo los dos premios más importantes van a parar a diferentes manos. Ocurrió con La La Land y Moonlight, con la primera llevándose el galardón para Damien Chazelle y la segunda sorprendiendo como Mejor filme, pero también el año de Spotlight y El renacido, el de 12 años de esclavitud y Gravity, Argo y La vida de Pi… demasiadas veces en la historia reciente, cuando históricamente era algo altamente improbable.
El año de inflexión es 2009. Si uno mira, antes de aquel momento sólo en 2003 hubo esa división. No es un año casual. Fue ahí cuando se amplió las nominadas a 10 candidatas (luego se optaría por un sistema con un número variable entre cinco y diez) y se instauró el voto preferencial para elegir a la ganadora del premio a la Mejor película. ¿Y qué es eso del voto preferencial? Pues básicamente una forma de elegir un filme de consenso, que no divida, que no moleste. O siendo más claros, un método de elección que hace que la película más votada como la mejor del año pueda perder el Oscar a la Mejor película.
Vayamos por partes para explicar esto. En los premios de la academia, en todas las categorías menos en Mejor película se elige a un ganador. Los académicos eligen entre los cinco actores nominados a su favorito, y el que tenga más votos gana. Fácil, sencillo, y para toda la familia. Pero eso no ocurre en la categoría de Mejor filme, donde hay que colocar a todas las nominadas en orden de preferencia, siendo el 1 la que más te gusta y el 9, en el caso de este año hay nueve candidatas, la que menos. El problema es que no gana la que obtenga más primeros puestos. Expliquemos el extraño y polémico modo de votación y elección que levanta tanta polvareda.
Una vez se han emitido las votaciones con las películas ordenadas por preferencia se cuentan las papeletas. Si una película arrasa y obtiene la mitad más uno de primeros puestos ganaría directamente. Esta situación es extraña, ya que con tantas nominadas significaría que hay un consenso abismal. Si esto no ocurre lo que se hace es eliminar de la lucha por el Oscar a la Mejor película a aquel filme que ha obtenido menos ‘números 1’ en esta primera votación. Pero esas papeletas no se tiran, sino que se vuelven a redistribuir, en esta ocasión contando como primer puesto de las papeletas aquella que originalmente se encuentra en el segundo lugar.
Ejemplo práctico. Imaginen que Le mans 66 es el filme con menos primeros puestos en primera votación. En esas papeletas se tacha su nombre y aquellos títulos colocados en segundo puesto se contabilizarían como nuevos números uno y se volvería a contar todo para ver si esta vez un filme tiene mayoría simple. Si no ocurre se vuelve a eliminar a la que menos números uno tenga y se recontarían esas papeletas como en la anterior ocasión. Así hasta que gane una.
¿Qué ocurre con este método? Que un filme que haya dividido a la Academia tiene muy difícil ganar, mientras que un título con mayoría de segundos puestos y un voto fiel que la haga salvar la primera votación puede acabar siendo la ganadora. Es un sistema perverso, que elimina los filmes radicales para premiar a películas que ‘gusten a todos’. Además, al saber cómo se vota entran otros intereses. Si yo no quiero que gane un filme extranjero ya no me vale con no votarla, sino que la colocaré en el último lugar para perjudicarla en este voto preferencial. Si trabajo en Universal pondré la de Warner abajo, y si estoy en contra de las plataformas pondré al final El irlandés, aunque a lo mejor de otra forma hubiera ido más arriba.
Habrá que ver qué pasa este año, cuando todo indica que 1917 tiene el consenso suficiente para llevarse los Oscar al Mejor filme del año y a la Mejor dirección, pero donde películas como Jojo Rabbit o Parásitos pueden beneficiarse de este voto preferencial.