Las galas previsibles están para reventarlas. Hace dos semanas nadie hubiera apostado un sólo euro a que Parásitos pudiera ganar en los Oscar. Todos los premios que se habían dado hasta el momento habían ido a parar a 1917. Los Globos de Oro, los Bafta, el sindicato de productores, de los directores… pero no los Oscar. La Academia de Hollywood (y su sistema de voto preferencial) decidieron que 92 años después de comenzar a dar sus premios era hora de hacer historia y, por primera vez entregar el galardón a la Mejor película a un filme rodado en una lengua que no fuera el inglés.
Ha sido Parásitos, la obra maestra de Bong Joon-Ho,la que lograra un honor que no habían conseguido Fellini, Bergman o Almodóvar. Desde su paso por Cannes, el filme del coreano se ha convertido en un auténtico fenómeno de masas, incluso en la taquilla de EEUU, donde lleva más de 30 millones de dólares a pesar de contar con subtítulos.
Nadie dudaba de la fuerza de Bong Joon-Ho, pero todos pensaban que en guion y película internacional estaría su recompensa, pero cuando Spike Lee dijo el nombre del coreano la cara de todos fue para enmarcarla. Golpe en la mesa que se confirmó con el premio a la Mejor película. Cuatro premios para el filme: película, dirección, guion y filme extranjero. Un momento único que cambia las normas de los Oscar.
Este giro dejó con cara de póker a Sam Mendes, que tenía todo a favor para arrasar y que fue cumpliendo con el guion que todos habían marcado hasta que llegó ese premio a la Mejor dirección. A pesar de eso, 1917 se llevó tres galardones en categoría técnicas convirtiéndose en la segunda película más premiada de la noche, aunque esas tres estatuillas sean una absoluta decepción para esta epopeya bélica en plano secuencia que parecía imbatible.
Además fue él, Bong Joon-Ho, quien levantó a la platea, dormida por una gala soporífera, cuando se rindió a Martin Scorsese, el gran perdedor de la noche al ver cómo las diez candidaturas de El irlandés se convertían en cero premios.
Parásitos es un fenómeno que ha arrasado en taquilla en todo el mundo y que ha conseguido algo muy difícil: que una película rodada en un idioma que no sea el inglés gane en unos premios que siempre han reconocido al cine americano. Se abre una nueva época, una en la que un filme hablado en cualquier idioma puede ganar.
Interpretación
Las categorías interpretativas fueron igual de aburridas que la ceremonia, que de nuevo optó por no tener presentador y que sólo mostró algo de brío cuando cómicos como Steve Martin y Chris Rock salieron al escenario para levantar el show. Joaquin Phoenix se llevó un premio que parecía entregado desde septiembre, cuando se desveló su grandísima interpretación en el Joker de Todd Phillips. Desde su paso por Venecia nadie dudaba de que el Oscar sería suyo, y así fue, lo que provocó que nuestro Antonio Banderas se quedara sin premio.
Renée Zellweger regresó a Hollywood por todo lo alto, con el papel de Judy Garland en Judy, el biopic sobre los últimos días de vida de la mítica actriz. Un regreso que ha enamorado a la industria, que ha entonado el mea culpa con una intérprete a la que ha sometido a un escrutinio constante por su aspecto público y la que ha dado la bienvenida de nuevo con su segundo premio tras el recibido por Cold Mountain.
Brad Pitt, por su parte, se llevó su primer Oscar interpretativo (ya tiene uno por producir 12 años de esclavitud) como Mejor actor de reparto por Érase una vez en… Hollywood, único galardón del magnífico filme de Quentin Tarantino además del de Diseño de producción. Laura Dern fue elegida la Mejor actriz de reparto por su abogada cínica en Historia de un matrimonio.
Uno de los premios más incomprensibles fue el de Mejor guion adaptado para Jojo Rabbit, la sátira anti extrema derecha de Taika Waititi. La historia de un niño cuyo mejor amigo es Hitler y cuya irreverencia se queda en su punto de partida. Un cuento encantador pero que palidece si se le compara con el trabajo de Steve Zaillian en El irlandés o la adaptación y revisión que ha hecho Greta Gerwig en Mujercitas, única mujer nominada y que no ha podido llevarse ese Oscar.
Gana el cine tradicional
Con la victoria de Parásitos se aplaza, además, la otra discusión del año, la que polarizó a Hollywood el año pasado cuando parecía que Roma podía ganar el Oscar a la Mejor película. La guerra está entre quienes consideran que el cine se ve en salas tradicionales y los que creen que la ventana no importa. Los primeros tenían en 1917 su mejor baza, los segundos en las dos maravillosas películas de Netflix, El irlandés e Historia de un matrimonio. Al final no fue para ninguno, pero pese a ello sí que hubo un cierto posicionamiento, ya que al director coreano le han reconocido por una película estrenada de forma tradicional, y no por Okja, filme que hizo para la plataforma y que fue la que desató esta tormenta hace tres años en Cannes.
El castigo a Netflix se trasladó también a la categoría de Mejor película de animación, donde las dos propuestas de la plataforma, la española Klaus y Lost my body, no pudieron con la todopoderosa Pixar y su Toy Story 4. Como siempre el premio de compensación para la empresa fue Mejor documental, donde el filme producido por los Obama American Factory ganó el premio.
La Academia, en una gala que fue rápida pero que careció de momentos brillantes y que demostró que hace falta un cómico presentando -Maya Rudolph y Kristen Wiig estuvieron hilarantes-, aplazó otro año más la discusión, pero no podrán evitar que el momento llegue. Netflix está produciendo películas que las 'majors' no se atreven, y en algún momento tendrán que reconocerlo. Puede que el año que viene David Fincher lo logre, pero de momento, para Hollywood, el cine se ve en las salas. Aunque sí hoy se ha roto una lacra histórica, el resto acabarán cayendo.