Harvey Weinstein ha sido condenado. El todopoderoso productor ha visto cómo el jurado le declaraba culpable de dos cargos de asalto sexual y de violación en tercer grado, aunque le absolvía de los más graves, aquellos que le podían haber hecho pasar toda su vida entre rejas. Aunque se haya librado de la cadena perpetua, se enfrenta hasta a 25 años de cárcel y todavía tiene pendiente acusaciones en Los Ángeles.
Concluye así un juicio fundamental, ya que fue el caso Weinstein el que dio comienzo al movimiento Me Too. Las investigaciones de The New York Times y The New Yorker pusieron sobre la mesa el abuso y acoso que el magnate había realizado durante décadas a actrices que habían tenido miedo a hablar. Se abría la caja de Pandora, y las mujeres perdieron ese miedo. Los testimonios se sucedieron, y las acusaciones de violación llegaron a los tribunales.
A pesar de que seis de ellas han podido dar su testimonio en el juicio, sólo el de dos de ellas ha contado para la condena, el resto fueron escuchadas para intentar establecer un patrón de comportamiento que hubiera llevado a esa “agresión sexual depredadora” que hubiera provocado la condena a cadena perpetua. Las que sí hablaron y su testimonio fue clave para la sentencia fueron Jessica Mann y Miriam Haley, cuyas escalofriantes declaraciones conmocionaron a todo el mundo durante el juicio.
La primera reconoció que en aquellos momentos, en 2013, mantenía una relación sexual secreta con él, pero que fue cuando estaba intentando poner fin a esa relación, en torno a marzo del mismo año, cuando fue violada. Quedó con Weinstein en un hotel de Nueva York y él le ordenó subir a la habitación, a lo que ella accedió para poder discutir con él de forma privada. Una vez dentro, Weinstein le impidió salir, la forzó a desvestirse y la violó en la cama.
"Sentí pánico porque mi peor pesadilla estaba a punto de suceder. Sentía mucha ira y tenía mucho miedo. En ese momento me rendí", afirmó Mann sobre el estrado. También confesó haber sentido "compasión" por Weinstein la primera vez que lo vio desnudo y describió con detalle sus genitales “cubiertos de cicatrices". "Pensé que estaba deformado y que era intersexual. No tiene testículos y parece tener vagina", definió.
La otra testigo clave del caso fue la exayudante de producción Miriam ‘Mimi’ Haley, que conoció a Weinstein en 2004 en el estreno europeo de la película El aviador, de Martin Scorsese, y se reencontró con él en el Festival de Cannes de 2006, donde fue contratada como asistente en el concurso televisivo 'Project Runway', que él producía.
Haley explicó ante los miembros del jurado que antes de contratarla , Weinstein la invitó a su hotel y le pidió un masaje, algo que ella rechazó. Ya cuando existía una relación profesional, él la invitó a ir a un desfile de moda en París, a lo que tampoco accedió, pero el productor no paró y hasta llegó a aparecer en su casa por sorpresa, a lo que ella contestó informándole que conocía su "terrible reputación con las mujeres".
El día de la primera agresión sexual, el acusado le envió un chófer para llevarla a una presunta reunión profesional en el apartamento que Weinstein tenía en el Soho de Manhattan. Ella se encontraba en el sofá, hablando con él, cuando este se abalanzó e intentó besarla. Cuando ella le rechazó y se levantó para irse, él la agarró y la empujó hasta una habitación, la inmovilizó sobre la cama y le hizo sexo oral a la fuerza.
Según el testimonio durante el juicio, ella le pidió que parara, le dijo que estaba menstruando e intentó zafarse en varias ocasiones, pero él no paró. Fue en ese momento cuando lo tuvo claro: "Me están violando", pensó, tras lo que se sintió en "shock", se vio sin escapatoria y aguantó la agresión. Unas semanas después, Haley se reunió de nuevo con el productor en un hotel de Tribeca y al entrar en su habitación este la cogió de la mano y la llevó a la cama, donde se quedó "paralizada" mientras la violaba y la llamaba "zorra y puta".
La testigo rompió a llorar y recordó que se sintió "idiota" porque había dejado claro que no se quería reunir más con él y, si bien afirmó que en la supuesta primera agresión no se sintió "culpable", en la segunda pensó que no había "peleado lo suficiente". La defensa de Weinstein argumentó que había inconsistencia entre el relato y algunos mensajes de la mujer fechados en 2008, dos años después de esos encuentros, en los que lo trataba con afecto, pero ella afirmó que mantuvo el contacto por si surgían oportunidades profesionales.