Hay películas destinadas a dividir a la gente. Esas que te obligan casi de forma obligatoria a colocarte en un polo: amarla u odiarla. El árbol de la vida -disponible en Amazon Prime Video- es una de ellas. El filme de Terrence Malick revolucionó el panorama cinematográfico en 2011. Su regreso después de años esperando desafiaba las narrativas convencionales proponiendo una especie de ensayo cinematográfico que se atrevía a hablar de las cuestiones fundamentales que todos se han planteado alguna vez: la vida, la muerte, la fe, la familia.
Lo hacía con la historia de una familia en los años 50. Esa historia, era la excusa para abordar algo más grande, casi inabarcable. Su estilo personal, su mirada única, su forma de captar las relaciones humanas... todo llevado a lo sublime por la fotografía del mexicano Emmanuel Lubezki y una banda sonora maravillosa. No se había visto nada parecido, y de hecho su estilo luego se ha intentado repetir sin éxito. No sólo por muchos directores, sino por él mismo, que hasta este año no había conseguido un filme notable -lo ha logrado con la increíble Vida Oculta-.
Yo me posiciono con aquellos que la amaron. Me emocionó hasta lo más profundo en su primer visionado -en el Festival de San Sebastián, donde llegó tras ganar la Palma de Oro de Cannes-, y lo ha vuelto a hacer siempre que la he visto de nuevo. Creo que es la mejor película de la década, y también la más importante, un adjetivo que usamos demasiado para el cine, pero que en esta ocasión se ha demostrado que es de justicia.
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