El cine español está encontrando en las plataformas una segunda ventana perfecta. Que se lo digan a El Hoyo, que aunque triunfó en Toronto o Sitges pasó desapercibida por las salas. Pero Netflix sabía que en esa película había un posible fenómeno, de hecho la compró en uno de sus primeros pases internacionales cuando nadie daba un duro por ella. El resultado fue que la ópera primera de Galder Gaztelu-Urrutia triunfó en todo el mundo y hubo pocos que no hablaran del filme durante la pandemia.
Pasó también con películas que habían tenido presencia en premios como La trinchera infinita, que muchos descubrieron en su llegada a Netflix. El drama sobre la Guerra Civil logró una visibilidad merecida que no había tenido en su primera ventana. También ha ocurrido con las series. Empezando por La casa de papel, ahora ya una serie propia de Netflix, pero que comenzó su andanza en Antena 3, misma cadena que produjo Perdida o Toy Boy, compradas después por la plataforma y puestas en su catálogo con éxito.
El último caso de película española que triunfa es algo diferente, porque en este caso hablamos del filme español más taquillero de 2020 que ahora repite su éxito en Netflix. Se trata de Adú, el drama de Salvador Calvo que gracias a la mano de Telecinco en la producción y en la promoción sumó más de seis millones de euros de recaudación y un millón de entradas vendidas. Cifras muy buenas para un drama sobre la inmigración, un género por el que las cadenas privadas no suelen apostar.
Adú ha llegado a Netflix y en España y este lunes era la película más vista del catálogo. La número uno en cuanto a largometrajes, por delante de 365 días, el porno machista del que todo el mundo habla y que ya parece que ha quemado todos sus cartuchos. Pero, además, en el ránking total se sitúa en el cuarto puesto, sólo detrás de tres series fenómeno como Las chicas del cable -que acaba de estrenar su última temporada-, Dark -que también se despide de sus fans-, y La monja guerrera, uno de los estrenos del mes.
Parece que ha calado esta película de historias cruzadas que trenza la aventura de un niño camerunés de seis años y su hermana que quieren llegar a Europa; la de un activista medioambiental que se enfrenta a la caza furtiva y a los problemas de su hija recién llegada de España; y la de un grupo de guardias civiles que en Melilla se prepara para enfrentarse a los subsaharianos que intentan saltar la valla para llegar a nuestro país buscando un futuro mejor. Tres historias que como mandan los cánones se acabarán cruzando.
Salvador Calvo da en la diana del público con su segunda película tras Los últimos de Filipinas, y lo hace con un reparto de lujo en el que se encuentran Luis Tosar, Anna Castillo, Álvaro Cervantes y Moustapha Oumarou, el niño cuya mirada encandiló al director y a su responsable de cásting cuando caminaba por la aldea africana de Parakou, en República de Benín. Se dirigió a ellos y ambos supieron que habían encontrado a su pequeño protagonista. No era un trabajo fácil, y Oumarou no tenía experiencia en cámara, pero no hizo falta. El espectador se queda con él y con su increíble experiencia.
Ahora queda lo más difícil, mantenerse en un catálogo en el que cada semana entran decenas de novedades dispuestas a pelear por un visionado. El confinamiento ha impulsado a las plataformas, pero cada vez hay más oferta. Es ahí donde el filme español debe mostrar el buen boca a boca para convertirse en un fenómeno también en Netflix. Las salas ya las ganó.