En una incubadora los bebés prematuros terminan de formarse. Se les da las condiciones perfectas de humedad y temperatura para que se desarrollen hasta que estén preparados para ir a casa con sus madres. Si existiera una incubadora de películas, sería un lugar donde se acompañara al proyecto en sus primeras etapas. Se puliera el guion, y sobre todo se buscara cuál es la mejor forma de encontrar el dinero para la financiación. Así hasta que los productores tuvieran a su hijo fílmico preparado para empezar a rodar y luego llegar a los espectadores.
En el cine español esas incubadoras podrían equivaler a las ayudas al desarrollo. Un sustento económico y formativo para estar acompañado en las primeras fases del proyecto. Para que los directores y guionistas puedan crear con un sueldo que no les haga dedicarse a su película, y que sirva de colchón para que los productores no lleguen con las manos vacías a pedir que otros se involucren. Unas ayudas que antes dependían del estado, y que se quitaron dejando a todos en la ley de la selva. Ahora, el testigo de esas ayudas al desarrollo las han cogido las comunidades autónomas, pero también organismos e instituciones como la Residencia de la Academia de Cine o The Screen, la incubadora de proyectos de la Escuela de Cinematografía y del Audiovisual de la Comunidad de Madrid (ECAM), que se encuentra a punto de terminar una tercera edición marcada, cómo no, por la crisis del coronavirus.
Gemma Vidal, la responsable de esta iniciativa, explica que durante estos meses los cinco proyectos no se han detenido y que se han adaptado para tener sesiones online y que se han retomado las sesiones presenciales. En este tiempo se ha seguido estudiando la estrategia de cada filme para lograr la financiación y agradece a los mentores su generosidad estos meses complicados. Ahora alargarán un poco esta edición, para que no pierdan las sesiones sobre internacionalización del proyecto. En esta ocasión tuvieron que seleccionar cinco de los más de 200 proyectos recibidos, y a esos se les dio 10.000 euros de ayuda para comenzar a construir. Una ayuda dedicada al “perfil del productor emergente, alguien que esté dando sus primeros pasos y necesite esta visibilidad, o refuerzo o una red de contactos”.
Desde La incubadora enseñan a vender sus proyectos, les ponen en contacto con otros productores, y les dan este seño que es como “un aval de talento emergente” del que ya han salido películas como La inocencia. Su responsable considera que esta ayuda supone una “primera piedra de financiación que si no la consigues tienes que ir a buscarla y siempre te piden solidez, un dinero encima de la mesa que hace que el camino sea más fácil”. Estas ayudas son compatibles con otras, pero son las únicas que se dedican “al nicho de productores”, “aquí el productor es la estrella, y nos centramos más en buscar esa financiación”.
En esta labor de acompañamiento surge otra más desconocida: la de psicólogo. En el cine (y más en el español) lo normal es que muchos proyectos se caigan. Que filmes con los mimbres perfectos para convertirse en películas terminen en el limbo. Una función que confirma Gemma Vidal, que subraya que este año, por lo que ha ocurrido, el mentor se ha convertido en una figura fundamental como guía en los proyectos pero también como ayuda psicológica. Los mentores de este año incluyen a Pablo Berger, Neus Ballús, Sandra Tapia, Marisa F. Armenteros, Emma Lustres y Nacho Vigalondo.
El director de Los cronocrímenes reconoce que ha disfrutado mucho esta labor y que incluso “durante los momentos más crudos del confinamiento mi labor en La incubadora era el recuerdo de que formaba parte de la sociedad”. La palabra mentor le sonaba “ampulosa”, pero cree que es importante y “valioso que alguien te de la perspectiva con la distancia que tiene con la obra, una distancia que ganas cuando no has tenido que escribir el guion”. “Ser mentor no tiene tanto que ver con las canas como con la perspectiva que te da venir de fuera. Lo que sí te da la experiencia son herramientas para explicarte mejor”, cuenta Vigalondo a este periódico.
Ser mentor no tiene tanto que ver con las canas como con la perspectiva que te da venir de fuera. Lo que sí te da la experiencia son herramientas para explicarte mejor
Él ha sido el mentor de Yayo Herrero, y cree que se ha establecido una relación que “no es vertical” y que él va a dar el guion a su ‘alumno’ para que también le dé su visión. Destaca su inteligencia y su habilidad para recibir consejos, algo que en los novatos no es fácil. “Yo con mis primeros guiones caía en la trampa de dar un guion bajo el deseo de que me dijeran que era una obra maestra y que no me sacaran los colores”, reconoce y valora que en estas fases todas las opiniones constructivas ayudan a mejorar el proyecto.
Vigalondo confirma que para él “el cine es una industria en la que no se hacen películas”, porque “por cada una que se hace se caen tantas… estoy siendo cínico, pero en tu carrera acaba teniendo mas presencia lo que no has hecho, y eso lo entiendes pronto. Puedes darte de cabezazos con un guion que no sale, pero hay que pasar a otro. Los cronocrímenes fue mi primer guion que se filmó, pero ya había cinco que se habían ido a la basura”. En esta edición en la que él ha participado ha tocado una nueva crisis, y como él dice con ironía, eso “es como volver a casa, porque si hecho la vista atrás el cine es un sector que ha ido enlazando una crisis con otra, pero pondría entre comillas lo de crisis, porque si hay una actividad que no ha frenado es el consumo audiovisual, y creo que va a seguir así, porque la demanda es altísima, yo tenía miedo a una posible burbuja, porque creía que se producía más de la cuenta, pero parece que no”.
Mi labor es decirle que una película dirigida por un novel y por tres millones va a ser inviable, y que o reajustamos este guion o no va a ser posible financiarlo
La única mentora que ha repetido los tres años es la productora Marisa F. Armenteros, que ha trabajado recientemente en la última película de Woody Allen desde la división de cine de Mediapro, y que explica que ella trabaja principalmente con los productores enseñándoles “cómo hacer un dossier de ventas, trabajar cuentas de financiación, definir un presupuesto, ver a qué televisión la llevas, que socios coproductores buscas, qué ayuda pedir y cuál no… pero también ejercemos de psicólogos, porque son productores noveles que vienen de experiencias fallidas y a veces no saben cómo negociar un contrato de guion y todo ese asesoramiento se lo tienes que dar y ayudarles a ser pacientes, porque quieren presentarlo sin estar listo”.
La función de psicólogo que todos mencionan ella la confirma y a veces les toca hacerles ver una realidad dura. “Es una labor importante, yo por ejemplo este año tengo un proyecto que el presupuesto está rozando los tres millones, y mi labor es decirle que una película dirigida por un novel y por tres millones va a ser inviable, y que o reajustamos este guion o no va a ser posible financiarlo. O directores y guionistas que quieren poner una serie de música que sólo en licencias dispara el presupuesto y eso lo hace inviable, es una labor de poner los pies en la tierra”, apunta.
Aunque en La incubadora sean proyectos de productores incipientes, no se centran sólo en un tipo de cine. En un mercado global en el que las plataformas y las televisiones tienen tanta presencia, se intenta que los proyectos elegidos “cubran distintos géneros, que haya un nicho más independiente o más intimistas, pero también otras apuestas para un publico mas comercial, porque en este tipo tiene de programas tienen que entrar todo tipo de proyectos, cuidar a todos los públicos. Por aquí ha pasado Antena 3, Amazon, Netflix… y todos está abiertos a proyectos. Creo que La Incubadora tiene una responsabilidad de estar abierta a todo tipo de proyectos y no a un único perfil”. De momento ya se plantea la cuarta edición. El cine español necesita proyectos como este para superar un momento que nadie esperaba.