Juan Marsé escribió en toda su vida 15 novelas. 7 de ellas fueron adaptadas al cine. No le gustó ninguna. Puede que sea uno de los autores españoles que más veces fue trasladado a la gran pantalla, pero para el escritor el resultado siempre fue el mismo: “mala”. Marsé, fallecido a los 87 años, no se andaba con remilgos, y siempre que le preguntaban, respondía con una sinceridad aplastante. Las películas basadas en sus obras no estaban a la altura. Su honestidad le enfrentó en ocasiones con el cine español, que a pesar de todo no paraba de intentarlo una y otra vez.
La relación del escritor con nuestro cine fue de amor y odio, y aunque era un cinéfilo empedernido, no conectaba con lo que se hacía en nuestro país. “El cine español me ha planteado siempre, incluso sus mejores películas, un problema de credibilidad. No sé exactamente a qué se debe. Se trata de un antiguo desencuentro con lo más creíble y cercano, lo que las personas solemos hacer todos los días en la realidad, que puede ser absurda e increíble, por supuesto, pero «increíblemente creíble». Hay excepciones, claro: las películas de Berlanga, Erice, Gutiérrez Aragón, José Luis Borau, José Luis Cuerda, y, sobre todo, de Luis Buñuel, incluidas las mexicanas, donde los actores suelen ser increíbles por mediocres, pero las películas son perfectamente creíbles”, contaba en una entrevista con ABC.
De las siete veces que se adaptó sus novelas, la primera fue en 1977, por el director catalán Jordi Cadena, que llevó al cine La oscura historia de la prima Montse, pero quien más veces le trasladó al cine fue Vicente Aranda, que lo hizo en cinco ocasiones: La muchacha de las bragas de oro (1980), Si te dicen que caí (1989), El amante bilingüe (1993) y Canciones de amor en Lolita's Club (2007). Nunca consiguió un sólo piropo del escritor, es más siempre ante la misma pregunta repetía lo mismo: “son malas”.
“Son películas fallidas, lo son, no porque hayan adaptado mal el texto literario, sino porque son malas por sí mismas. Es decir, cuando una película que adapta una novela es buena, es buena por razones estrictamente cinematográfica y no literarias. La narrativa cinematográfica no tiene nada que ver con la literaria”. También se arriesgaba a decir el motivo: "el cineasta en cuestión tiene escaso talento".
Marsé contra Aranda
La gran polémica con el cine español, y con Vicente Aranda, el hombre que más veces le adaptó, llegó en 2009, cuando le dieron el premio Cervantes y en una entrevista a El Mundo dijo que el problema del cine español no era la piratería, sino “la falta de talento”.
Ardió Troya. En aquellos momentos se celebraba el Festival de Cine de Málaga, dedicado en exclusiva a nuestro cine, y todos entraron al trapo. Hasta Antonio Banderas. Pero el que encontró en esta oportunidad el momento para contestar fue Aranda. Había aguantado muchos ataques de Marsé y entró como un Mihura. Dos años antes había adaptado Canciones de amor en Lolita’s club y al escritor no le había gustado. Este último insulto fue la gota que colmó su paciencia y desde Málaga respondió que “mucho menos talento tienen los novelistas”.
Marsé insiste en que no tenemos talento porque aquí no ha nacido un Hitchcock. ¡Como tampoco ha nacido un Balzac o un Flaubert! Que Marsé piense en él y no en nosotros
“Marsé insiste en que no tenemos talento porque aquí no ha nacido un Hitchcock. ¡Como tampoco ha nacido un Balzac o un Flaubert! Que Marsé piense en él y no en nosotros. Eso es lo que tiene que hacer. Encima, en el cine español sí tenemos figuras internacionales, pero los novelistas no. No tienen nada de nada”, continuó Aranda que dejó claro que a él tampoco le gustan los novelistas y que si adapta las obras de Marsé era “para mejorarlas”. “Una película siempre será mejor que una novela. Y la razón más sencilla para explicarlo es que nosotros tenemos el montaje, que cuesta bastante dinero y nos limita. Para ellos es muy barato escribir. Ellos tienen una libertad que al final les resulta excesiva y hace que sus textos estén llenos de paja”, zanjó.
La venganza de Marsé
Parecía que esta pelea era el culmen, y que tras la tempestad vendría la calma, pero no fue así. Marsé tenía otro cartucho en la recámara, y cuatro años después publicaría Esa puta tan distinguida (2016, Lumen), un proyecto que desde que comenzó a escribir anunció que tendría un “pequeño ajuste de cuentas” con los guionistas y directores de cine que han adaptado sus obras. Vaya si lo tenía. Cuando se publicó la novela, que trata sobre el crimen de una prostituta estrangulada con celuloide en la cabina del cine Delicias durante la proyección de Gilda, todos vieron dardos a esos “peliculeros”, como les llama en el libro, que metieron las zarpas en sus novelas.
Todas las entrevistas promocionales le preguntaron por ello, y aunque él intentó quitar hierro al asunto volvió a censurar lo malas que eran todas sus adaptaciones, el poco talento de los directores que las habían hecho, una lista hay que añadir a los ya citados a Gonzalo Herralde, Wilma Labate y Fernando Trueba, el último que se ha atrevido a intentarlo. De pasó ajustó cuentas con la propia historia del cine español, y usó su novela “para criticar algunas cosas del cine, como el género deleznable del destape, por mucho que ahora premien a Ozores, no era el tipo de cine que este país necesitaba en la transición, se perdió la ocasión de devolverle al cine español cierta dignidad”.
El embrujo de Erice
Hubo sólo una película que ilusiono a Juan Marsé, y fue la única que no se celebró. A finales de los años 90 el productor Andrés Vicente Gómez comenzaba a mover una adaptación de El embrujo de Shanghái, para lo que habló con Víctor Erice, director de El espíritu de la colmena o El Sur. Erice escribió el guion y el propio Marsé lo leyó y reconoció que era incluso mejor que su obra. Nunca había dicho algo así. Nunca había creído en ninguna película, pero la sensibilidad de Erice sedujo al escritor.
Es grotesca, ridícula, falsa, inverosímil, sucia, pedante, es una película desvergonzada, de título infamante y producida por gente sin escrúpulos
Daba igual. Erice planteó una película de tres horas que el productor quiso cortar, y cuando entregó un guion reducido, Andrés Vicente Gómez le dijo que el proyecto no seguía adelante… con él. Años después lo levantaba con Fernando Trueba en una versión que no convenció a nadie, tampoco a Marsé. Nunca vimos la versión original, pero el director acabó publicando su guion. Esto provocó un enfrentamiento entre el novelista y el productor, que estalló en 2010 ante el estreno de El cónsul de Sodoma, sobre Jaime Gil de Biedma.
Andrés Vicente Gómez era el productor de aquella, y Juan Marsé salía como un personaje secundario interpretado por Àlex Brendemühl. La reacción del escritor no se hizo esperar. Calificó a la película de "grotesca, ridícula, falsa, inverosímil, sucia, pedante, es una película desvergonzada, de título infamante y producida por gente sin escrúpulos". Andres Vicente Gómez contestó: "Marsé está dolido porque se muestran aspectos de su vida y verlos en imágenes le ha parecido terrorífico. Está enfadado porque no he contado con él para esta película". El enfrentamiento de Marsé con el cine nunca terminó, y es cierto que ninguna de las adaptaciones está a la altura de sus novelas. Ojalá algún día alguien le dé el dinero a Víctor Erice para que cuente esa versión, la única que enamoró al autor más exigente.