En 1997 llegó una de esas películas pequeñas con las que nadie cuenta y que se convierten en emblemas. Una comedia británica, dirigida por un director desconocido entonces, Peter Cattaneo, y que conseguía una joya gracias a encontrar humor en el cine social. Una versión cómica de las películas de Ken Loach llamada Full Monty que contaba la historia de un grupo de varones de media edad en el norte de Inglaterra que deciden realizar un espectáculo de striptease masculino para sobrevivir.
Su mirada optimista no ocultaba un retrato desolador de las comunidades abandonadas del Reino Unido, que habían sobrevivido durante años por la industria y que desde los 70 se vieron abocadas al paro y la precariedad. Full Monty fue un fenómeno. Todo el mundo empatizó con estos trabajadores que encuentran su dignidad desnudándose, en un intercambio de roles que Hollywood no había catado ni de lejos. Un éxito en taquilla que además se coló en los Oscar con cuatro nominaciones, entre ellas a Mejor película, dirección y guion en un año en el que Titanic arrasó. Hasta su título se convirtió en una expresión. Hacer un full monty o ser un full monty se comenzó a usar en nuestro vocabulario.
Desde entonces habíamos estado buscando la resurrección de su director, que había buceado por comedias sin dar con una tecla que se acercara a aquella película. Todavía queda lejos, pero con ¡Qué suene la música! recupera parte del encanto perdido de la mano de una maravillosa Kristen Scott Thomas. Vuelve a apostar por un filme lleno de corazón para contar la historia real de las mujeres de los soldados británicos que han ido a Afganistán, una guerra que ha causado miles de víctimas al país y que sigue siendo una herida abierta. Unas mujeres donde el cine nunca pone su cámara, las que se quedan en la sombra y que esperan sabiendo que cada timbre que suena puede significar el peor de los presagios. La formación de un coro les ayudará en su estancia en una base militar en la que viven.
Una película basada en un hecho real que una amiga del director vio en un documental y que encendió su bombilla. “Las cámaras siempre siguen a los soldados que marchan ala guerra, pero ellas son las que quedan atrás, y nunca había visto una película basada en esta perspectiva, y me pareció un mundo extraño, desconocido y con mucho potencial”, contaba Cattaneo a este periódico en el marco del Barcelona Film Fest donde el filme concursó en su sección oficial.
Para Cattaneo lo que estas mujeres muestran es el poder de la comunidad frente al individuo, algo que se manifiesta perfectamente “en los coros”. “Creo que eso es muy adecuado para el momento que estamos pasando ahora, porque estas mujeres que cantan y que se juntan llegan en un momento en el que no podemos estar juntos, parece una locura pero parece que sale en el mejor momento, porque muestra que unidos somos más fuertes y eso lo defiende la gente que está en coros. Ha sido interesante ver que durante el confinamiento la gente salía a cantar a los balcones con otros y se les aplaudía. Se establecía una conexión porque la música es una herramienta fantástica para que la gente se sienta unida y más fuerte”, cuenta el realizador.
La película no quiere entrar en una discusión política sobre las heridas de la guerra, y para Cattaneo ha sido “difícil no hacerlo”, pero quiere dejar claro que “no es una celebración militar”, pero que quería centrar la historia en estas mujeres y en “la situación humana que las envuelve, quería que la narrativa huyera de ese debate”. Quizás por ello se guarda una frase que dice el personaje de Sharon Horgan cuando se encuentra con un activista en contra de la guerra, ella le dice que “ellas están casadas con la guerra” para zanjar la discusión. “Tampoco era justo no poner una protesta antibélica, y por eso creo que esa frase resume la actitud de la película, y ahí está el debate”, puntualiza.
Ha llovido mucho desde aquel 1997 de Full Monty, pero es imposible no preguntarse por cómo hubieran vivido esos personajes todo lo que ha venido después. Una crisis económica brutal, el bréxit, ahora el coronavirus… Peter Cattaneo lo tiene claro: ellos se hubieran llevado la peor parte. “Los que están abajo del todo son los que sufren las consecuencias de todos estos problemas, las consecuencias de la crisis económica, de la crisis del continente europeo… les afectaría realmente a ellos. Perderán recursos y seguridad financiera y son los que más sufren todo esto en primera persona”, dice sobre sus personajes.
¡Qué suene la música! llega a unos cines recién reabiertos, y su director se muestra contento con ello, porque aunque cree que este confinamiento ha servido para que la gente “abra su interés hacia el cine”, todavía “falta la experiencia física de ir al cine en grupo”: “El confinamiento me ha recordado cuánto me gustan las cosas que daba por regaladas, como estar con los amigos o ir al cine, pero espero que cuando volvamos a algún tipo de normalidad estemos desesperados por hacer lo que hacíamos antes, y espero que eso incluya al cine·.