Menudo lío se ha formado con las nuevas normas de la Academia de Hollywood para poder optar a los Oscar. La gente ha entrado en una locura transitoria ante el anuncio de que en la edición de 2024 las películas deberán cumplir unos requisitos de diversidad para poder optar al premio. La institución sigue dando pasos adelante desde aquella edición en la que la falta de intérpretes negros fue clamorosa y que provocó el hashtag #Oscarssowhite que acusaba directamente a la Academia de racismo.
Desde entonces se han tomado muchas medidas, entre ellas hacer que entren como miembros mujeres, minorías étnicas para crear un grupo más diverso y que no siguiera representado por hombres blancos, heterosexuales y mayores de 60 años. Aquellos que se negaron a ver Brokeback Mountain por ser una película de gays. Hace unos meses anunciaron que su siguiente apuesta sería poner unas normas mínimas de diversidad para los filmes, y ayer se anunciaron ante el revuelo mediático y en redes sociales.
Lo primero que se nota es que todos los que las criticaron no las han leído. Uno puede estar a favor de poner medidas o no, pero cualquiera que las haya analizado se dará cuenta de que son tan fáciles de cumplir que casi todas las películas que se hacen en la actualidad ya lo hacen. Es más complicado no cumplirlas que hacerlo. Lo primero es que la Academia no obliga a cumplirlo. Los grandes estudios pueden hacer la película que quieran, y si deciden que sea una película al 100% protagonizada y hecha en todos sus departamentos técnicos, de producción, distribución, marketing y financiación por hombres blancos heterosexuales están en su derecho, pero no podrán optar al Oscar.
Encontrar semejante plantel sería una misión más costosa que levantar el filme, porque las normas son realmente laxas, y sólo te obliga a cumplir dos de los cuatro apartados. El primero habla del reparto o de la trama, y para aprobar tienes que cumplir uno de los tres requisitos: que uno de los protagonistas o secundarios sean de una minoría étnica -es decir, que con tener un negro o un chino como secundario ya valdría-, que el 30% de los papeles minoritarios incluya a mujeres, colectivo LGTB, personas con alguna discapacidad o minorías raciales, o que la trama se centre en alguno de esos sectores minoritarios. No parece muy complicado cumplirlo, pero aun así existen otros tres apartados.
En el B basta con cumplir uno de los dos siguientes requisitos. Una persona al frente de cualquier departamento creativo y técnico. Es decir, que con tener dos mujeres al frente de maquillaje y peluquería (un sector con una presencia femenina prácticamente en su totalidad) se cumpliría. Para que os hagáis una idea de lo fácil que es cumplir este criterio, una película como Los mercenarios, con Stallone, Jet Li y Statham dando palos lo cumple con creces, pero por si acaso te permiten cumplirlo teniendo seis personas de peso aunque no liderando de alguna minoría racial o colectivo LGTB o el 30% de todo el equipo (cientos de personas) compuesto por cualquier minoría incluyendo mujeres o personas LGTB.
Y si aun así se diera el caso malísimo de que no se cumplen, todavía quedan dos criterios que no pueden ser más sencillos. En el primero basta con tener becarios y programas de formación entre los que se encuentren mujeres, minorías raciales o personas LGTB. El cuarto campo habla de que haya representación de estos colectivos en cargos de ejecutivos en las áreas de marketing, publicidad y distribución, sectores donde las mujeres y el colectivo LGTB tienen un alto grado de presencia.
Aún así muchos detractores se han llevado las manos a la cabeza y han dicho que con estos criterios las películas de los Oscar no estarían nominadas. Bueno, veamos casos concretos, y casos muy paradigmáticos. Evidentemente Parásitos cumple todos, pero… ¿qué pasa con Quentin Tarantino? Un director haciendo una película sobre dos amigotes blancos en Hollywood y con una violencia clara. Un realizador al que incluso se le ha acusado de machista. Pues Érase una vez… en Hollywood pasa todos los criterios posibles. En cuanto a su reparto, hay un 30% de mujeres y personas de color, empezando por nombres como Margott Robbie, Lena Dunham, Dakotta Fanning, Margaret Qualley, Julia Butters, Madisen Beaty o Mikey Madison. Además del actor asiático Mike Moh como Bruce Lee.
Si miramos su equipo técnico no es que haya dos mujeres, es que hay hasta cuatro liderando equipos técnicos. Victoria Thomas al frente del casting, Barbara Ling en el diseño de producción; Nancy Haigh con los decorados y Arianne Phillips con el vestuario. También uno de sus productores ejecutivos, Dong Yu, es asiático. Y viendo a todo el equipo técnico en IMDB, también superaría ese 30% de representación, ya que está lleno de mujeres (especialmente en departamentos de maquillaje, peluquería y dirección de arte), además de personas asiáticas y latinas. No les haría falta ni recurrir a becarios, ni siquiera mirar si en la empresa de distribución o marketing hay mujeres o minorías raciales. Las normas son tan sencillas que las cumplieron sin querer.
Y Érase una vez… en Hollywood no es una excepeción: en los Odiosos Ocho tenía un reparto con un negro (Samuel L. Jackson), dos mujeres (Zoe Bell y Jennifer Jaison Leigh) y un mexicano (Damien Bichir), y un equipo técnico con muchísimas mujeres al frente de departamentos y con el japonés Yohei Taneda al frente de la dirección artística. Con Kill Bill haría pleno al 15. Mujeres protagonistas, asiáticas, negras... equipo de minorías. Todo en orden.
Otras nominadas como El irlandés tiene a un mexicano como director de fotografía y a Thelma Schoonmaker como montadora. 1917 tiene a una guionista, Krysty Wilson-Cairns, y a la mítica Nina Gold como directora de casting. Es decir, que sólo tendrían que recurrir a los dos últimos campos, que los cumplen de sobra ya que dos empresas tan grandes como Netflix o Universal tienen a mujeres en cargos importantes y programas de prácticas y ‘trainees’. Así que las películas con un reparto lleno de hombres blancos y sin mujeres o minorías tampoco tendrían por qué preocuparse.
Hasta Joker pasa las normas con una facilidad asombrosa. Una de sus protagonistas es una mujer negra, Zazie Beetz, y tiene a dos mujeres al frente de equipos creativos: Hildur Guðnadóttir -que ganó el Oscar- y Shayna Markowitz. Ni las películas eminentemente masculinas se quedarán fuera ni se impedirá que se rueden. Sólo se pone por escrito la importancia de que los equipos tengan unos mínimos de representación y que desde las cúpulas directivas sean un poco más conscientes de su importancia.