1992, el año en el que España se hizo moderna. O al menos eso es lo que nos vendieron. Los Juegos Olímpicos de Barcelona, la Expo de Sevilla, el 'atletas bajen del escenario'… La imagen que desde el Gobierno se creó y se metió a calzador por los medios de comunicación es que habíamos dejado atrás la oscura sombra de la dictadura y nos sacudíamos el polvo y el olor a alcanfor. De la noche a la mañana éramos Europa. Nuevos, brillantes y relucientes. Y nos lo creímos. Aquel punto de inflexión todavía se defiende a capa y espada por aquellos que no les gusta hurgar en la memoria, pero desde el cine se empieza a replantear esa ‘historia oficial’.
Lo hizo en forma de thriller Alberto Rodríguez en Grupo 7, donde denunciaba cómo en Andalucía se crearon guetos para contener la venta de droga y que no empañara la imagen de la Expo. Lo ha hecho Pilar Palomero con su relato del paso a la adolescencia y el peso de la educación religiosa en un país que no se quitaba el hábito en Las niñas. Pero hasta ahora nadie lo había conseguido de la forma en que lo logra Luis López Carrasco en El año del descubrimiento, la que, de momento, es la mejor película española del año y una de las más importantes de nuestro cine reciente.
Una obra monumental, que juega con el fondo para hacer un retrato brutal, con bisturí y sin anestesia de lo que pasó aquel año. Pero el 92 es sólo el mcguffin, un año que es importante como punto de giro, pero que es la culminación de la historia anterior del país, y que marca lo que acontecería después. Lo que hace Luis López Carrasco es poner el espejo más desagradable para que entendamos cómo es posible que en la misma Cartagena que fue cuna del antifranquismo y el movimiento obrero hoy salga Vox como el partido más votado. Un documental de 200 minutos que habla de tantas cosas y lo hace tan bien que debería ser de visionado obligatorio para todos los que defienden que ‘España va bien’.
El año del descubrimiento parte de un acontecimiento casi desconocido para gran parte de la sociedad, la quema del parlamento de Cartagena en el año 92 por las huelgas obreras provocadas por el cierre de la industria. ¿Cómo es posible que un suceso tan increíble no esté en los libros de historia, pero sí estén Coby y Curro? Eso es lo que intenta explicar López Carrasco dando voz a todos aquellos que vivieron aquel suceso.
Lo hace con un mecanismo formal y narrativo con el que refuerza la idea de que el pasado, el presente y el futuro se mezclan. Mete su cámara en un bar. No dice qué año es, pero la gente habla de lo que ocurrió en aquel momento. La fotografía es antigua, las ropas de la gente son vintage… ¿Estamos en el 92 o en el 2020? No importa. Los argumentos son los mismos, y resuenan con la misma fuerza.
Su otra apuesta es la pantalla partida. A la vez vemos una declaración y la reacción de quien la recibe. Un plano – contraplano a la vez. Pero también se usa para reforzar la importancia del trabajo y de los que lo desempeñan. Vemos a la mujer que cocina, que limpia. El hombre que atiende. Porque esta es una película que quiere dar voz a los obreros y la importancia de su lucha. Una lucha que en Cartagena eclosionó en 1992. El año en el que aquellos murcianos se dieron cuenta de que un gobierno socialista en el que habían puesto toda su ilusión les trataba igual de mal. El proceso de privatización de las industrias dejó a su paso miles y miles de parados de los que nunca se hablan. Quizás, entre Felipe González y Thatcher no haya tanta diferencia.
Quizás ese desencanto de una generación que ansiaba libertad y a la que la izquierda ha traicionado una y otra vez es lo que ha provocado el auge de la extrema derecha.
López Carrasco consigue un mosaico completo y apabullante. Uno tiene la sensación de que ha logrado meter a la España de los últimos 90 años en un bar y que por primera vez nos cuentan la verdad. Sus testimonios son veraces y acongojan.
En sus 200 minutos cabe todo: la importancia del sindicalismo y la pérdida de confianza de los ciudadanos, la clase obrera, su demonización, la necesidad de protestar en la calle, el feminismo, el desencanto de las nuevas generaciones… Todo fluye en un documental río que abre constantes debates. También la Guerra Civil y la memoria histórica aparecen. Porque para entender lo que ocurrió en Cartagena en el 92 hay que entender lo que pasó en el mismo lugar en la Segunda República y en la guerra.
Una obra mayor, condenada a quedar en la memoria del espectador, y en la historia de nuestro cine como uno de los documentos que mejor retrató lo que ocurre de verdad en los ciudadanos de a pie. El año 92 puede que fuera el año del descubrimiento, pero 2020 es el año en el que muchos descubrirán a Luis López Carrasco, uno de los directores más prometedores e interesantes de nuestro cine.