Adam Nourou ha hecho historia y ha cambiado el ‘blanco’ relato de los Premios Goya: acaba de ganar el Goya a Mejor actor revelación, desafiando al racismo estructural que ha provocado que los actores y actrices de color no hayan ganado nunca un premio de interpretación. La diversidad no ha tenido mucho espacio en nuestro cine: como decía Itziar Castro con motivo del estreno de Matar a Dios, era la primera vez en su vida que le daban un papel donde en el guion no viniese la palabra ‘gorda’ para definir a su personaje.
Adam Nourou era el más joven de todos los nominados.Tiene sólo 18 años y el de Adú es su primer papel importante. Él no es somalí, sino francés. Tercera generación de una familia de inmigrantes de la colonia francesa de las Islas Comoras en el océano índico. Hasta ahora sólo había participado en pequeñas apariciones y esta ha sido su primera oportunidad. No la ha desaprovechado.
Su papel de Massar, un adolescente de Somalia que se une al protagonista mientras escapa de la violencia sexual de su país ha conmovido a todos. También a él, que hace poco reconocía a la agencia EFE que a película le había hecho tomar conciencia de “la suerte que tenemos de vivir en Occidente, nosotros sufríamos rodando escenas de lluvia, frío, en el mar, pero al acabar volvías al hotel, mientras que esa gente se queda ahí y sigue sufriendo".
Aunque en su familia no hay historias tan duras, sí que las ha escuchado en gente de su entorno, “gente que han venido en cayucos o a nado" en busca de una vida mejor. Como hicieron sus abuelos, que viajaron a Francia para dejar un futuro más prometedor a las generaciones que vendrían. Ahora él intenta abrirse paso en una profesión que al principio no le convencía -fueron sus padres los que le apuntaron a una agencia-, pero para la que ahora se forma en escuelas de teatro mientras rueda una nueva película.