En España tenemos muchas formas de comunicarnos. Algunas son lenguas que conocemos todos, como el castellano, el euskera o el catalán, pero hay otras son un misterio para casi todos. Es el caso del silbo gomero, un lenguaje practicado por habitantes de la isla canaria para comunicarse entre los barrancos clásicos de su paisaje. Lo que hace el silbo es transformar los sonidos de cualquier lenguaje en sonidos que se escuchan e interpretan a distancia. A los que conocen y dominan este lenguaje tan desconocido como poético se les llama silbadores. Una forma de resistencia en tiempos de nuevas tecnologías. El silbido como forma de entendernos en una sobredosis de información.
El silbo, reconocido por la Unesco como patrimonio inmaterial, tiene algo de misterioso, de secreto guardado con mimo durante siglos. Algo que seduce a la gente de fuera, incluso al cine de autor más prestigioso. De hecho, el director rumano Corneliu Porumboiu, ha creado en torno a este lenguaje un thriller original y diferente que da la vuelta al género noir. Una de las figuras fundamentales del nuevo cine de su país, que con esta película compitió en el Festival de Cannes.
La Gomera, que así se llama el filme que ya se puede ver en salas, cuenta la historia de Cristi, un policía y a la vez chivato de la mafia que viaja desde Rumanía a La Gomera para aprender el silbo gomero, ya que en Rumanía se encuentra bajo vigilancia policial, y pretende utilizar el silbo para comunicarse con la mafia y conseguir sacar de la cárcel a Zsolt, el único que sabe donde están escondidos 30 millones de euros.
El director cuenta a EL ESPAÑOL que descubrió el silbo “en un programa de televisión que exploraba en el plano turístico lo que era la isla de La Gomera, y se hablaba mucho del silbo, y ese fue el punto de partida de la película, porque aquello me impresionó. No sólo la propia isla, sino ese lenguaje para entenderse”.
Una película llena de giros, traiciones, puñaladas por la espalda y en la que el lenguaje hablado es la forma de mentir, mientras que el silbo es la única forma en la que los protagonistas encontrarán la forma de decir la verdad y hasta de sobrevivir. “Quería hacer una película sobre gente que se oculta cosas, que se miente, se engañan. El personaje protagonista de alguna manera es así. Lo que pasa e que emprende ese proceso de aprender una lengua para volver a la verdad. El silbo es una vía para volver a la verdad. Está inmerso en ese engaño y dentro de un mundo donde va perdido, pero este lenguaje le permite volver a algo más sincero y auténtico”, explica Porumboiu.
La Gomera es el filme más diferente del director, el que apuesta por un estilo más plástico, con colores, letreros sobreimpuestos que separan la obra en capítulos y escapando de ese realismo sucio que impregnaban sus anteriores obras, algo que para él era “una especie de reto”, porque él siempre “está intentando hacer algo nuevo”. Una película que se inclina por el género negro, pero que usa muchos códigos del cine clásico americano.
“En primer lugar porque uno de los personajes, Gilda, usa un nombre distinto para sobrevivir en un mundo donde desempeña el papel. Un personaje que utiliza facetas del cine clásico para poder sobrevivir. Hemos jugado con los tipos de género, vemos que el cine es algo muy importante en nuestra cultura, en nuestras mentes y el cine americano, nos guste o no, nos forma y tiene que ver con cómo vemos las cosas. De ahí que uno de los personajes sea cinéfilo y eso me permitía jugar con los géneros”, añade. Una mezcla de géneros que también le permite tocar un tema constante en su filmografía: la corrupción.
En la película hay actores españoles, y una sorpresa en forma de villano con el rostro del director Agustí Villaronga, del que el director conocía sus películas. “Me interesan, me gustan y en el casting le llamé, quise verle y la idea de tener este tipo mafioso de corte aristocrático para el papel me parecía interesante. Él aceptó y quiero darle las gracias por ello”, cuenta y señala que del cine español también le gustan las películas “de Almodóvar que me gusta mucho y de Albert Serra, que también me gusta”.
La Gomera fue bien recibida en el Festival de Cannes, el sitio más propicio para que un filme como esté se dé a conocer, y por eso Corneliu Porumboiu reconoce que “los festivales son importantes para el cine y para directores que provienen de culturas más pequeñas, como es mi caso”, pero tampoco quiere ser negativo respecto a lo que aportan las “plataformas de streaming, que están permitiendo que se vean películas en muchos lugares donde antes no se veían”. Un contexto complicado en el que espera que los festivales y circuitos para el cine independiente sobrevivan para que películas como la suya puedan verse y que el silbo gomero viaje mucho más.