Si alguien dice las palabras ‘cine de venganza’, en nuestra cabeza seguramente aparezca el rostro de Liam Neeson. El actor se ha convertido en el héroe vengativo por antonomasia gracias a películas como, precisamente, Venganza y todas sus secuelas. Pero pensemos más. John Wick, El fuego de la venganza, Un ciudadano ejemplar… todos tienen algo en común, un hombre muy cabreado. ¿Qué pasa con las mujeres, es que acaso ellas no tienen motivos para estar enfadadas? Para Hollywood unas cuantas sí que los han tenido, pero, qué casualidad, todas por un mismo motivo: un hombre.
A la La novia de Kill Bill la provocaban matando a su marido. A Jodie Foster en La extraña que hay en ti le ocurría lo mismo. Una paliza en la que moría su novio. Las mujeres se vengan cuando los hombres desaparecen. Esa es la mirada que tenía el cine de Hollywood con honrosas excepciones como Hard Candy, película con la que tiene algo en común esta Una joven prometedora que ahora llega a los cines y que está nominada a cinco premios Oscar. Si hubiera justicia los ganaría, porque no sólo es una de las mejores películas del año, sino que también es la que mejor ha captado un sentimiento post Me Too y lo ha convertido en un filme original, sorprendente y hasta novedoso.
Las mujeres tienen muchos motivos para estar cabreadas, y su directora y guionista, la debutante Emerald Fennell, lo sabe. Uno de esos motivos es el machismo que ha provocado que se haya creado lo que se conoce como cultura de la violación. Esto no quiere decir que haya señores que violen a mujeres, sino que un gran porcentaje de la sociedad mira para otro lado, consiente actitudes repugnantes y promueven que todavía haya hombres que se crean con derecho a acostarse con sus parejas cuando ellas no quieran sólo porque son sus novias.
La protagonista de Una joven prometedora se llama Cassie, y se dedica a ir a los bares, fingir que está borracha para que un apuesto galán se ofrezca a llevarla a casa, cuando lo que realmente quiere es intentar aprovecharse de su estado para tener sexo con ella. Un sexo que, claramente, no es consentido. Y ahí ella se levanta, como la vengadora que es y apunta en su libreta a todos los hombres a los que da su merecido. Detrás de ello hay un trauma personal que la película irá desengranando.
Lo que hace de Una joven prometedora uno de los fenómenos del año está en su guion, con esa vengadora que lo es de todas las mujeres que tienen miedo de volver solas a casa, y a las que se considera culpables por emborracharse o por vestir como les dé la gana. Un personaje para un nuevo momento histórico del feminismo. Cassie no es una mujer que va al gimnasio, ni que lleve armas, se venga dándoles de su misma medicina. Lo consigue gracias a la increíble interpretación de Carey Mulligan, que entiende perfectamente el juego de géneros del filme y se mantiene siempre en el filo. Una interpretación arriesgada y compleja.
La película es inteligente, porque Hollyoowd normalmente mostraría a los típicos babosos que quieren abusar de ella como señores gordos y sudorosos. Los jóvenes apuestos no hacen esas cosas. No lo necesitan. Un argumento repetido hasta la saciedad. Fennell lo deja claro desde el primer momento, los chicos perfectos, los galanes de telenovela, también lo hacen. Porque se les ha dicho que pueden, que está bien. Todas las decisiones que toma la directora son conscientes, y aquí es toda una declaración de intenciones quiénes interpretan a esos chavales, que están todos salidos de las comedias románticas adolescentes que han perpetuado todas estas conductas. Ahí está el Seth Cohen de The O.C. o el Maclovin de Supersalidos.
Una joven prometedora no deja títere con cabeza. No son sólo ellos. Es una sociedad que lo tolera, que calla, que incita. La amiga que no te creyó, la profesora que no quiso levantar un escándalo, el abogado que defiende a abusadores consciente de que está destrozando a víctimas. También el falso aliado, el amigo que sabe lo que hacen sus colegas cuando salen de fiesta y se escuda en que él no es así. Cualquier hombre hetero que vea la película se sentirá abochornado por verse, por desgracia, representado en cosas que se dicen en la película.
Pero la película de Fennell no es sólo interesante por lo que cuenta, sino por cómo lo cuenta. Es un cóctel molotov que se arriesga en una mezcla de géneros que incluye el ya citado cine de venganza, la comedia romántica, la adolescente, o el thriller. Siempre caminando por el filo de la navaja, clara en su denuncia y con una estética llena de colores pastel. Una venganza feminista en rosos y azules y en la que todas las decisiones subrayan lo que quiere contar, como esa banda sonora, llena de éxitos de cantantes a los que la industria pop ha sexualizado, ha usado y se ha reído de ellas. Ahí están el 2 become 1, de las Spice Girls; ese Stars are blind de Paris Hilton para contar el amor romántico; el Toxic con violas con el que llega a su clímax o ese Angel of the morning, que en su letra habla de una mujer que soporta ser ‘la otra’, mientras su pareja se va con su mujer y que aquí culmina el plan de Cassie.
Cine comprometido, arriesgado, entretenido, que juega y que remueve. Apunten el nombre de Emerald Fennell, porque si esta es su ópera prima, puede que estemos delante de uno de los grandes talentos del cine que viene.
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