El refranero español tiene una expresión para cada situación. Uno de los más populares dice eso de que ‘en casa del herrero, cuchillo de palo’. Hace referencia a aquellos hijos que acaban dedicándose a algo completamente diferente a sus padres. Un refrán que podría utilizarse para la familia García Márquez. El padre, Gabriel, uno de los escritores más brillantes e importantes de la historia de la literatura universal. El hijo, Rodrigo, dedicado al cine y escapando de la sombra de su padre. De hecho, siempre se ha negado a adaptar cualquier obra de Gabo.
Hacía cinco años que Rodrigo García no dirigía una película, pero ha roto la sequía -aunque entre medias se ha dedicado a la televisión- con 4 días, un drama centrado en un caso real sobre una madre y una hija que lucharon contra la adicción de la segunda que se estrena este viernes en salas españolas. Una familia humilde en un relato real y duro sobre las adicciones y la falta de conciencia y de empatía con quienes la sufren.
“Alguien que trabajaba conmigo lo leyó, le gustó, me lo enseñó y enseguida me pareció que ahí había una película, siempre con la preocupación de que las películas sobre la adicción cubren siempre el mismo terreno. La adicción es algo muy trágico para alguien que lo vive y por otro lado son terriblemente muy comunes y quizá menos interesantes. Esa contradicción es impresionante. Pero la actitud de estas dos personas, sobre todo de la madre, y el marco de los cuatro días, me pareció que podía tener una película”, cuenta el director a EL ESPAÑOL.
En 4 días, Rodrigo García vuelve a ese universo femenino que cultiva desde su primera película, Cosas que diría con sólo mirarla. Se desveló como un autor capaz de tratar el universo femenino con una sensibilidad y una mirada que no existía en Hollywood. Una decisión que fue casi casual, como explica a este medio: “Cuando empecé a escribir, con mi primer guion iban a ser historias de hombres y mujeres, pero desde un principio me salían mejor las mujeres. Los hombres que escribía o me salían muy malos o muy buenos, no tenían complejidad. Creo que eso ha mejorado con el tiempo, de hecho ahora estoy preparando una película sobre dos hermanos”.
“Cuando uno empieza a trabajar usa los músculos buenos, entonces me gustaba escribir sobre mujeres, bueno no sobre mujeres, sino de los temas que me interesan pero desde los personajes femeninos. Entonces seguí por ahí”, zanja el autor, que confirma que “me gusta el mundo de las mujeres, bueno, los mundos de las mujeres”.
En la película vuelve a confiar en Glenn Close, presente en sus primeras obras, y a la que considera una actriz “muy inteligente de una manera racional e intelectual, pero también es muy intuitiva”. Junto a ella, en el papel de la hija adicta una Mila Kunis que ofrece uno de sus mejores trabajos en una obra que habla de temas duros como adicción, el narcotráfico o la violencia contra las mujeres. Son temas que son muy fácilmente explotables”.
“Hemos visto muchos casos de lo que yo llamo la narcopornografía, que es agarrar las historias de los narcotraficantes, que a pesar de que son tragedias nacionales y con frecuencia muy interesantes, acaban en películas que se centran en los excesos del narco, pero no en la dificultad del problema, como es la adicción. Sin ser un experto, creo que ahí se juntan muchas cosas, la química del cerebro, la personalidad, las circunstancias, las presiones de la adolescencia, el probar las drogas… Es una situación tan complicada que no se puede resumir, por eso me concentré más en cómo la madre lidia con eso y la hija también, sobre todo en los momentos en que está menos poseída por su adicción”, explica el director.
Durante el coronavirus, Rodrigo García escribió en el 'Times' una columna preciosa sobre cómo hubiera vivido su padre lo que estaba asolando al mundo: “Por un lado, a él le fascinaban las plagas, las pestes, las pandemias. Por alguna razón le parecían eventos en la vida humana muy dramáticos, una especie de mano invisible al que está sujeto la humanidad entera y donde hay una especie de lotería. Aunque uno pueda pagar el tratamiento, es una lotería, no se sabe quién va a vivir o morir. Eso le fascinaba desde un punto de vista existencial y literario. Lo primero sería siempre como sucedía siempre en el caso de Gabo, la empatía con el ser humano, pensaría en la gente aislada, en la gente separada, en la soledad. Se compadecería de la tristeza de estar encerrado, sobre todo de la gente que está sola”.
Aunque siempre ha dicho que no iba a adaptar a su padre, sí que se ha colocado como productor ejecutivo de la ambiciosa adaptación de Cien años de soledad que prepara Netflix y de la que prefiere “no decir mucho para que todo esté lo más fresco posible”. “Ya se sabe que un muy buen guionista puertorriqueño, José Rivera, se ha encargado de la adaptación. Yo he leído los primeros capítulos, están muy bien, me han dado buenas esperanzas. Creo que se han dedicado, con inteligencia, a desarrollar un gran número de los capítulos. Imagino que la pandemia les ha afectado, pero el proceso de guion ha salido adelante y hasta no estar satisfechos no empezarán. Supongo que ya el año que entra lo harán”, avanza de uno de los proyectos más esperados de la televisión y que puede hacer que la obra de su padre encuentre, por fin, una adaptación a su altura.