El momento del café en el trabajo es sanador. Una especie de terapia de psicólogo improvisada frente a una máquina que te pone un chute de cafeína aguado para seguir aguantando lo que queda de jornada laboral. Despotricar de los jefes, de los compañeros, contar las penurias familiares, la resaca del día anterior… todo vale. La máquina de vending ve los peores comportamientos de la fauna que habita cada sitio de trabajo, y fue por eso por lo que un formato como Camera Café triunfó en nuestro país.
El programa de sketches cómicos -que adaptaba un formato francés- se emitió en Telecinco desde 2005 a 2009 tras pasar por varias televisiones autonómicas con un éxito arrollador. Justo antes de cenar en torno a cuatro millones de personas se ponían a ver las andanzas de una galería de personajes que eran estereotipos de los que podías encontrar en una oficina cualquiera. El chulito, el jefe explotador, el canallita, la chica de la limpieza… Ahí estaban todos y pronto se ganaron el corazón de los espectadores. Entre los actores que daban vida a esta galería de arquetipos estaban Ana Milán, Joaquín Reyes, Esperanza Pedreño y Arturo Valls.
Ha sido este último el que se ha liado la manta a la cabeza y se ha puesto en las labores de productor para levantar una película que sea secuela y rescate nostálgico de aquel programa. Camera Café, la película, que termina su rodaje esta semana y que contará cómo la empresa se pone en manos del rey del escaqueo, el mítico Quesada, para hacer frente a una crisis y superar en ventas a la delegación portuguesa dirigida, ahora, por Victoria de la Vega (Ana Milán).
Arturo Valls atiende a este medio en una pause del rodaje, y confiesa que está siendo “un viaje alucinante por el componente emotivo”. “Es un viaje al pasado, en este caso recuperando unos personajes, unos espacios y un contexto que nos hicieron muy felices. Entendemos que por la repercusión a cada cosa que publicamos el espectador también lo está. Fueron cuatro o cinco temporadas con una audiencia brutal y notamos el buen recuerdo. Y volver a esa oficina o recuperar ese vestuario están teniendo un componente muy emotivo”, explica.
Una especia de reunión de antiguos alumnos en la que se están poniendo al día. Arturo Valls reconoce que hay gente con la que tiene mucha amistad, pero a otros hacía mucho que no lo sabía: “Está siendo muy emocionante. Cuando ponemos algo en Instagram la gente nos dice, ay pensé que teníais más relación entre vosotros, pero en este caso no es así, cada uno tenía sus vidas y sus proyectos y es muy emocionante vernos todos diez años después. Mola esa cosa que es como si los personajes estaban ahí. Cada uno ha cogido su muletilla, su gesto, su expresión… el primer día tenía la carne de gallina, estábamos emocionados”.
Es un viaje al pasado, en este caso recuperando unos personajes, unos espacios y un contexto que nos hicieron muy felices
En estos más de diez años han cambiado muchas cosas, también el humor, y nosotros como sociedad, y eso también ha afectado a la película. “Sí, sobre todo porque la serie era muy bestia. He visto capítulos y se decían barbaridades. La sociedad ha cambiado, el público es más sensible y yo estoy a favor de suavizar según qué cosas, actualizarlas y hacerlas más acordes con los tiempos. Pero en cuanto al humor y al tono no ha cambiado, está ese costumbrismo, ese poner de manifiesto las miserias humanas, las carencias del ser humano. El humor permanece, ves puro Camera Café, y verás la oficina, a los personajes… pero en una aventura fuera de la oficina que es lo que ofrece un valor”.
Cuando se anunció el proyecto muchos le preguntaban lo mismo: ¿mantendrían el plano fijo de la cámara de la máquina de café durante toda la película? Valls deja claro que eso no pasará. “¡Sería una película casi experimental! El lenguaje audiovisual ha cambiado, el público ha cambiado y hay que atender al fan pero también ofrecer algo nuevo a la gente que se acerque por primera vez a este universo”, explica Valls, que avisa de que Ernesto Sevilla ha apostado, además, por todo lo contrario en su primer filme como director.
La sociedad ha cambiado, el público es más sensible y yo estoy a favor de suavizar según qué cosas, actualizarlas y hacerlas más acordes con los tiempos
El mítico chanante se pone detrás de la cámara y Valls dice que le ve “personalidad, intención y una apuesta audiovisual y narrativa muy muy atractiva, muy efectista. No hay un plano al uso. Hay zooms in, cámara lenta... a mí eso me encanta. Decimos que casi parece una broma, porque pasamos de un plano fijo a este dinamismo. La primera intención fue que la dirigiera y escribiera el mismo equipo de la serie, con Luis Giridi, pero no nos entendimos por cuestiones creativas”. Él ya no sólo será actor, sino que vuelve a apostar por su faceta de productor. Lo hace cuando las cosas le enamoran. Lo hizo con Los del túnel, “una primera película con un personaje que difícilmente me hubieran ofrecido, menos industrial”, con la última obra de José Luis Cuerda, Tiempo Después, en la que sólo “la preproducción fue un disfrute” y lo hace ahora.
“Yo entiendo la producción enamorándote de los proyectos, porque ya sabes que es un calvario levantar una financiación, y eso no puede ser si no hay pasión”, analiza Arturo Valls que dice que sus socios dicen que en esta película es en la que ve más implicación: “Otras veces he delegado más y era más la persona que va a las reuniones a Antena 3… pero en esta ocasión estoy pendiente de todo. Lo estoy disfrutando mucho”. Junto a él se encuentra Atresmedia apoyando el filme, un salto de cadena, ya que la serie se emitía e Telecinco que responde a la buena relación de Valls con la cadena, y que “Mediaset ya no tenía los derechos cuando los compramos”. Ahora queda pulirla y buscar fecha de estreno, aunque Valls lo tiene claro: “su sitio ideal sería el próximo Festival de Málaga”.