Hay cineastas que tienen una sensibilidad única. Que emocionan desde la sencillez y la honestidad de sus propuestas. Una de ellas es, sin duda, Céline Sciamma, la directora francesa que conquistó a todos con Retrato de una mujer en llamas y que vuelve con una joya llamada Petite Maman con la que ganó el premio del público en el pasado Festival de Cine de San Sebastián y que llega a los cines este viernes. La premisa de su nuevo filme es muy sencilla. Una niña, que acaba de perder a su abuela, juega en el exterior de la casa donde su madre nació mientras los mayores vacían de pertenencias su antiguo hogar. Allí, se encuentra con una niña muy parecida a ella con la que surge una preciosa amistad.
Lo que propone Sciamma es un cuento mágico que no es, ni más ni menos, que una película sobre un viaje en el tiempo en el que una niña encontrará a su madre con su edad, y a partir de ese juego la directora reflexiona sobre las relaciones materno filiales de una forma tan única y verdadera como poco convencional. Petite Maman emociona sin meter el dedo en el ojo, desde la sencillez y la honestidad, marcas de la casa de una directora que ya ha tratado la infancia en otras películas y que cree que “los mejores personajes que quiero hacer en cine son para niños, porque mis personajes son gente que mira de forma muy profunda y que quieren entender las cosas, y los niños tienen la mirada más profunda que hay en el cine”.
Una película que no se desarrolla en un lugar determinado ni en una época determinado. Una historia atemporal para apelar a cualquiera que haya vivido un vínculo familiar. Sciamma reconoce que cuando estaba escribiendo pensó que esta historia seguro que ya se había contado muchas veces, ya que realmente “viene hasta de una mitología muy antigua”, pero se sorprendió al ver que no se “había transmitido”, y menos de esta forma. Como siempre, su cine rompe las formas de representación estereotipadas del cine. “No es que te tengas que estar pegando siempre con las formas de representar algo, creo que tiene que ver con contar la verdad, y creo que a los niños y a las mujeres no se les respeta en el cine. No se les respeta como personajes, pero tampoco como público”, cuenta a EL ESPAÑOL.
A la directora le parece irónico que se les trate tan mal en el cine, cuando actualmente “si quieres hacer dinero en salas, haz una película para niños y para mujeres, que son las que compran cultura, pero a pesar de esto, singuen sin contar bien las historias de niños y de mujeres, y creo que Petite Maman está muy pendiente de eso porque como mujer tengo una conexión muy fuerte con las películas que me respetan, y hay muchas y hay que celebrarlas”. Precisamente por esto, ella decidió “salir de una historia de confrontación que siempre se muestra entre madres e hijas, y contar una historia de un trío, también con la abuela, y que fuera una historia de transmisión”.
Petite Maman tiene algo de realismo mágico, casi de cuento de hadas, y la directora no lo niega, porque aunque “a veces los cuentos de hadas no son buenos, pero tienen un impacto”. “Son ficciones que impactan en la vida de las personas y que hablan también del abandono, o del asalto, como en el caso de Caperucita, y yo quiero hacer ficción que tenga un impacto emocional para hablar de cosas, pero en este caso no quiero hablar de conflicto y de miedo, sino de presente y de esperanza, así que me gusta ese género del cuento de hadas pero con una perspectiva contemporánea y la idea de dirigirme a niños en 2021 tras pasar una pandemia global”, apunta.
Una de las señas características de su cine es la intimidad que crea y transmite, algo que ella apunta a que se debe a que interviene en todos los aspectos de la película haciendo que todo parezca “incluso rodado en un estudio”. “No hay una sola habitación de la casa que este así porque sí, decido todo, cada azulejo, cada objeto, todo es deseado y creo que así se crea intimidad. Si tú notas que hay muchas cosas amadas en el plano, hay intimidad. Por eso no meto extras en mis películas, no me gustan, porque al final son como objetos, no van a ser queridos, me crea ansiedad las cosas que pasan porque sí o que están ahí porque sí”, añade.
Una intimidad que cree que, de alguna forma, se crea entre los espectadores con sagas como Marvel o Star Wars: “Creo que el amor por el cine de fantasía o incluso por las películas de Marvel, aunque sean todo CGI, es que ven cosas que no existen, y que han sido diseñadas y creadas, aunque a veces sean feas. Mira Avatar, todo estaba diseñado, era impactante, aunque te gustara más o menos la estética, pero alguien había tenido todas esas ideas y creo que eso hace que se cree una unión con la película. Hay una intimidad en Star Wars que se basa en los objetos y en los vestidos, en cómo han sido elegidos por la mente de alguien”. Por eso cree que la definición de cine “debe expandirse y hacerse más precisa, porque está todo demasiado confuso y parece que todo gira sobre el tamaño de una pantalla, pero creo que si esa es la definición, estamos todos jodidos. Tenemos que saltar y pensar qué es lo que define al cine, y creo que lo que le define es esa intimidad especial que se crea entre una imagen y una persona”.
Uno de los muchos hallazgos del filme es cómo redefine los viajes en el tiempo en el cine. Aquí no hay un DeLorean, ni una máquina diseñada por científicos (que siempre son hombres). Aquí un camino de tierra une pasado y presente, y Sciamma cree que hacerlo así es “una celebración del cine y es algo que conecta con las pioneras, por supuesto con Méliès, pero sobre todo con las pioneras mujeres que inventaron el realismo mágico como Alice Guy o Germaine Dulac, películas que me enamoraron y dije: quiero tener las mismas herramientas que tuvieron ellas”. “Es una celebración social del cine, es algo mágico, y creo cada vez más que el cine tiene que tener magia, y cuando esos efectos mágicos se hacen de una forma simple te conquista. El efecto especial más importante que hay es el montaje, es la herramienta más importante. Con el montaje es cómo se hacía la propaganda”, zanja riendo. Ella ha logrado esa magia gracias a su forma de mirar, limpia de prejuicios y llena de esa sensibilidad con la que vuelve a emocionar en esta Petite Maman que la confirman como una de las grandes autoras del momento actual.