Vivimos en un mundo en el que la paranoia y el miedo se han instalado. Un miedo que se usa como arma arrojadiza. El atentado contra las Torres Gemelas del 11 de septiembre de 2001 creó un estado de terror que los gobiernos también utilizaron para justificar invasiones extranjeras. Pero esa sensación de vulnerabilidad, de que en cualquier momento puede pasar la peor de las desgracias, se quedó a vivir con nosotros.
La pandemia ha acrecentado esa sensación de fragilidad. De un día para otro un virus nos metió en casa y ahora vivimos pendientes de nuevas olas, repuntes y vacunas. Ese estado de paranoia mundial es el que coge como material inflamable Abel Ferrara, director indomable, único y heterogéneo que firma un thriller de contra espionaje en plena pandemia. Zeros and Ones (que ya se encuentra disponible en salas de cine), presenta un mundo distópico, o no tanto, en el que un soldado al que da vida Ethan Hawke busca a su hermano, un revolucionario al que también interpreta. Su arma es una cámara con la que capta un mundo de mascarillas, geles, pantallas, y una conspiración mundial de fondo.
Ferrara juega a poner mal cuerpo, y a crear ese estado casi conspiranoico. Uno nunca sabe si los malos son los rusos, los americanos, los árabes, el cristianismo… o quizás todos y ninguno. Un juego rodado en pandemia que responde a su intención de hacer un thriller de espionaje. “Tenía muchas ideas para hacer esta película, las fake news, la manipulación de las imágenes, cómo saber si están manipuladas o no, pero llegó la pandemia y pidió pasó, así que el guion realmente se creó durante la pandemia, y fue en la pandemia cuando tomamos la decisión de rodarla. En un momento tuvimos que decidir si hacerlo, porque lo mismo estábamos en cuarentena para siempre. Esto fue antes de las vacunas, y la situación daba miedo. Rodamos con todas las medidas, hicimos test, pruebas, llevábamos mascarillas, pero era aterrador”, confiesa el director a EL ESPAÑOL.
Ferrara no duda de que el coronavirus ha acrecentado ese estado de paranoia, pero “es que esto es real, la gente ha muerto, y el orden que existía ya no existe”. “No sabemos a qué nos enfrentamos, y no quiero creer que esto ha sido provocado por el hombre, aunque todos sabemos que casi todos los países trabajan con virus. La realidad es que no sabemos cuándo será la próxima ola. Tengo una hija de seis años y tienes que mantenerte optimista, porque es la única forma de combatir esto, creer en que todos los hombres tenemos la misma oportunidad de ser vacunados. Pero esta situación no está bien, y no ha terminado”, añade.
Un optimismo que también se imprime, de alguna forma, en su película. Que durante todo su metraje juega a la opresión hasta que llega a un final en el que lo que conocíamos como normalidad hace su aparición. “Toda la película ocurre de noche, pero el final es de día. Eso es lo que estamos esperamos. Eso es la vida real, son cosas que dábamos por seguras, cosas que no apreciábamos. El mensaje es la gratitud. Que los niños jueguen en el parque es algo importante, tomar un café... nada debe darse por seguro. Nada dura, todo cambia”, explica el director de obras maestras como Teniente corrupto.
Zeros and Ones comienza con Ethan Hawke hablando a cámara… como el propio Ethan Hawke. Explicando cómo esta película habla del momento actual, una ruptura de la cuarta pared que Abel Ferrara no tiene ningún reparo en confesar que se rodó “para conseguir dinero para financiar la película, pero al final decidimos usarlo”. En su proceso creativo todo encuentra su sitio, todo es susceptible de ser usado en el montaje final, y este vídeo le pareció que tenía lógica en un momento en el que “vivimos en remoto”.
Hacer una película es contar una historia con imágenes, con sonido, expresando ideas, comunicándote, y al final va de eso, de cruzar la brecha que hay entre tú y yo
La película está de frases lapidarias y políticas, una de ellas radiografía una de las mayores adicciones del mundo actual: las pantallas. “Sí, en la película se refieren a un niño con los videojuegos, pero sí, la pandemia lo ha hecho peor, y la salud mental de los niños está empeorando, y esta interacción constante con internet creo que está siendo muy perjudicial para los niños… esta sensación de estar solos. Y es de locos, porque realmente podemos hablar con quien queramos en cualquier parte del mundo, pero cuanto más conectados estamos, estamos sin el contacto humano”.
La misión de este thriller de espionaje tiene un objetivo simbólico, el Vaticano, y es que “después del 11 de septiembre había que buscar objetivos icónicos que representen el mundo actual, a los bancos mundiales, un símbolo del consumismo y de la forma de vivir occidental. Y hablamos de eso en la película, y de religión, de cristianismo… Pocos edificios tienen ese peso histórico”.
Ferrara lleva dirigiendo contra viento y marea. Más de cuatro décadas de títulos como El funeral o Teniente corrupto. Desde entonces el cine ha cambiado mucho… o quizás no tanto en su esencia: “Hacer una película es contar una historia con imágenes, con sonido, expresando ideas, comunicándote, y al final va de eso, de cruzar la brecha que hay entre tú y yo. Antes hablábamos de la soledad, pues va de intentar conectar con los seres humanos y eso siempre ha sido así. Hay formas diferentes de rodar y ahora hay formas diferentes de enseñar el cine, eso cambia, pero el deseo de expresarse y de que te escuchen no va a cambiar nunca”.