Si preguntas a cualquier persona cuáles son los grandes nombres de la historia del cine español, pueden ser varias las respuestas que salgan de su boca. Carlos Saura, Víctor Erice, Berlanga, y muchas otras posibilidades, pero a nadie se le ocurre nombrar a Cecilia Bartolomé, una de las grandes figuras y de las voces más libres de nuestro cine, pero también una de las grandes incógnitas a las que el franquismo quiso dejar al margen, a merced del olvido. De hecho, su caso solo es uno de muchos, y este simple juego es también un reflejo de lo que ha ocurrido con la historia, empeñada a veces en recordar solo a los hombres importantes y relegando a las mujeres a un segundo plano.
Sin embargo, aunque el franquismo se empeñara en impedirlo, el eco de su nombre aún resuena en los pasillos de la Escuela Oficial de Cinematografía, donde fue una de las primeras mujeres en graduarse -junto a Josefina Molina y, posteriormente, Pilar Miró-. Desde el principio, Cecilia Bartolomé se atrevió a ser incómoda para el sistema de su época, pero también fue capaz de empezar a correr y escapar de las normas para que muchas mujeres que llegaron después pudieran caminar hacia su mismo objetivo: contar sus propias historias. Este mismo año, recibirá el Premio Feroz de Honor, que le rendirá homenaje en vida como una de las directoras más transgresoras e influyentes de nuestro país.
Con motivo de este galardón, repasamos la trayectoria de la directora y guionista Cecilia Bartolomé, comenzando por sus primeros pasos en la Escuela Oficial de Cinematografía, y reivindicando su valentía y regreso a la gran pantalla con la llegada de la democracia.
Los primeros pasos de la cineasta
Nacida en Alicante en 1943, Cecilia Bartolomé pasó su infancia en Guinea Ecuatorial, la antigua colonia española conocida como Fernando Poo, y allí fue donde dio lo que serían sus primeros pasos hacia el mundo del cine, jugando a representar obras de teatro junto a su círculo de amigos. Los años pasaron y al cumplir los veinte, y gracias a que pertenecía a una familia pudiente, pudo trasladarse a Madrid para estudiar Económicas, aunque pronto se daría cuenta de que su verdadera pasión era el cine, y decidiría emprender otro camino distinto. Sin embargo, en aquellos años no era muy común que una mujer se dedicase a hacer películas, así que Cecilia pensó que sería mejor ocultarle a sus padres el hecho de que quería entrar en la casi inaccesible Escuela Oficial de Cinematografía.
Al final, Cecilia Bartolomé logró hacerse un hueco en las listas de alumnos, y aunque ella misma ha reconocido en ocasiones haber tenido que "abrirse paso a bofetadas", logró tener su sitio como estudiante y directora. Allí encontró su sitio con dificultad, dándose cuenta de que aunque era una escuela que en aquella época presumía de ser rompedora, en realidad albergaba un ambiente mucho más machista que el que había en su casa, donde a su padre se le conocía por ser falangista.
Después de todo y contra todo pronóstico de aquel tiempo, junto a los nombres de otros graduados de aquella promoción como Víctor Erice, Juan Antonio Bardem o Basilio Martín Patino, apareció el de Cecilia Bartolomé, una de las primeras mujeres que, junto a Josefina Molina, también logró acabar la carrera. A lo largo de esos años, el nombre de Cecilia Bartolomé llegó a firmar varios cortometrajes, entre los que destacan La siesta (1962), La noche del doctor Valdés (1964), La brujita (1966) o Plan Jack Cero Tres (1967), con un guion coescrito junto a Gonzalo Suárez. Sin embargo, el que más llamó la atención fue el controvertido Carmen de Carabanchel, que fue realizado en 1965 y que causó un gran revuelo dentro de la institución cinematográfica.
El primer atrevimiento de Cecilia Bartolomé
La cineasta hizo temblar los cimientos de todo un sistema, que no se esperaba que fuera capaz de abordar el tema del aborto en pleno franquismo. Esta sería la primera vez que Cecilia Bartolomé se plantó con descaro y atrevimiento ante las imposiciones de la época, introduciendo la cámara con mucha valentía en los métodos tan disparatados que se llevaban a cabo en aquella época para interrumpir un embarazo. También hacía evidente el contraste entre las apariencias que quería dar el Régimen sobre la sociedad y la oscura realidad a la que se enfrentaban las mujeres, en muchas ocasiones sin ayuda de nadie.
Sería la primera vez que una mujer de ese momento se atrevería a retratar la crudeza y la tristeza que impregnaba a la sociedad, metiéndose de lleno en un tema prohibido y tabú con todas las consecuencias. Por esa misma razón, Carmen de Carabanchel tuvo que ser censurada, aunque este hecho no logró pararle los pies a Cecilia Bartolomé.
La película que acabó con su carrera
Cecilia Bartolomé consiguió superar los exigentes cursos de la Escuela Oficial de Cinematografía, graduándose como cineasta y logrando firmar como una de las primeras mujeres en lograrlo. En aquel momento y durante los años sesenta, España experimentó una de las épocas más críticas contra el Régimen franquista, y esto se vio reflejado en el cine también, que dio lugar a algunas de las películas más críticas y avanzadas del momento. Ejemplo de ello es Margarita y el lobo, el mediometraje con el que Bartolomé finalizó sus estudios y que pasó de ser un ejercicio académico a sentenciar su carrera como cineasta, o al menos durante un tiempo.
Realizada en el año 1969, la película adaptaba al gusto de la directora una de las obrasde Christiane Rochefort, poniendo sobre la mesa otro asunto complicado e intocable como el divorcio. Aunque en un primer momento la película aborda la situación de una forma seria, pronto se cambian las tornas, y la trama se encamina hacia el género musical, adoptando un tono más desenfadado y cómico.
Sin embargo, la crítica seguía estando presente, y aunque la música y el baile predominen, los personajes también son capaces de dirigirse al espectador directamente, interpelándole y mandándole un mensaje muy reivindicativo: llegaba el momento de que las mujeres empezaran a protagonizar sus propias historias.
Pero tal y como ocurrió con el primer atrevimiento de la cineasta, Margarita y el lobo quedó completamente prohibida por la censura franquista, que llegó incluso a intentar destruir los negativos (aunque afortunadamente sin éxito). A partir de aquí, el nombre de Cecilia Bartolomé entró a formar parte de las "listas negras" del Ministerio de Cultura franquista, y pareció haber sido condenada al olvido. De hecho, hasta el final de la dictadura, todos los proyectos que presentaba para obtener el permiso de rodaje eran rechazados sistemáticamente, y no le quedó más remedio que trabajar en otro sector como el de la publicidad, donde no figuraba su nombre por ninguna parte.
Una historia con final feliz
La llegada de la democracia a España fue algo que el mundo del cine pilló a deseo, y aunque ya se habían empezado a hacer películas rompedoras, la libertad de expresión empezó a ser algo por lo que dejar de sentirse culpable. Esto fue lo que animó a Cecilia Bartolomé a aparecer de nuevo en el panorama audiovisual, al que regresó en 1978 con la película ¡Vámonos, Bárbara!, considerada por muchos historiadores como "la primera película feminista del cine español".
En este largometraje, Cecilia Bartolomé trabajó junto al productor Alfredo Matas, que después de ver el largometraje de Martin Scorsese Alicia no vive aquí, le pidió a la directora hacer una versión. De esta manera, Bartolomé hizo suya la historia, modificándola a su gusto y situando a Amparo Soler Leal como la protagonista de una historia de liberación, en la que el personaje femenino es capaz de tomar sus propias decisiones y se adueña de su destino.
Retratando la Transición
Durante los próximos años, Cecilia Bartolomé siguió explorando de una forma crítica y sin achantarse los temas más candentes del momento. De hecho, siguió dando de qué hablar a la censura cinematográfica, que a pesar de haberse abolido con la llegada de la democracia, siguió arraigada durante unos años más.
Aun así, esto no le frenó para zambullirse en el género documental, donde junto a su hermano produjo Después de… primera parte: no se os puede dejar solos y Después de… segunda parte: atado y bien atado. En ambos largometrajes, fueron capaces de echarse a la calle y rodar, poniendo de manifiesto que la Transición no solo se llevó a cabo en despachos. Sin embargo, Cecilia Bartolomé volvió a darse de bruces con el sistema una vez más, ya que ambas producciones sufrieron las consecuencias de la desintegración de la censura, que las obligó a esperarse cinco años más y ser estrenadas finalmente en 1981.
Sus producciones más recientes
Después de rodar los dos documentales, Cecilia Bartolomé optó contar una historia en solitario en la película Lejos de África, que se estrenó años más tarde, en 1996. En ella continúa abordando temas poco convencionales, en este caso reflexionando sobre los últimos años del colonialismo, desde el punto de vista de dos niñas que, en cierto modo, se asemejan a la misma niña que ella también fue una vez, cuando vivía en Guinea Ecuatorial.
También ha dirigido más recientemente el episodio de Cuéntame llamado Especial Carrero Blanco: el comienzo del fin (disponible en RTVE Play), donde una vez más, se sumerge en la historia más reciente de nuestro país para abordarla sin miedo y de una manera cercana y real.
La cineasta recibió la Medalla de Oro al Mérito en las Bellas Artes el pasado año 2014 y aún se desconoce cuál será el siguiente paso que dará la cineasta. Sin embargo, a estas alturas, no cabe duda de que debemos recordarla como parte de nuestro cine, acordándonos de ella al pensar en los grandes cineastas que hay en España. Porque al igual que el cine no sería lo que es hoy sin Carlos Saura, Víctor Erice, Juan Antonio Bardem, Pedro Almodóvar o Basilio Martín Patino, tampoco lo sería de no ser por mujeres pioneras como Cecilia Bartolomé, y también le debemos nuestro cine a ella.
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