Jorge Coira será uno de los nombres que más resuenen en la 25 edición del Festival de Málaga, un evento que sueña con volver a la normalidad después de dos años marcados por el coronavirus. El director de Hierro estrenará en la ciudad andaluza dos proyectos: Código Emperador, un thriller de espías con Luis Tosar que inaugura el certamen y llega hoy mismo a los cines de toda España, y Rapa, una serie de Movistar Plus+ ambientada en su Galicia natal protagonizado por Javier Cámara y Mónica López.
Tras cogerle el pulso al género de suspense en series como Sé quién eres y la propia Hierro, el director regresa al cine por todo lo alto con la película más grande de toda su carrera y con un viejo amigo como principal aliado. Jorge Coira y Luis Tosar se conocieron hace más de treinta años cuando ambos estaban en la universidad. Tras más de una década sin trabajar juntos, sus caminos vuelven a cruzarse en una historia de suspense que parece sacada directamente de los titulares de los periódicos. Cualquier parecido con la crisis del Partido Popular en la Comunidad de Madrid es, eso sí, pura casualidad.
Tosar interpreta a Juan, un hombre misterioso que trabaja para los servicios secretos. Para poder entrar en el chalé de una pareja implicada en el tráfico de armas se acerca a Wendy, la asistenta filipina que vive en la casa y con la que establece una relación que se irá volviendo cada vez más compleja. En paralelo, Juan realiza otros trabajos para proteger los intereses de las élites más poderosas del país, que ahora han puesto sus ojos en Ángel González, un político aparentemente anodino sin trapos sucios que usar en su contra.
La ley de nuestro país dificulta contar historias basadas en hechos reales, a diferencia de lo que pasa en Estados Unidos, por ejemplo. Pienso en El reino o en esta película. ¿Sigue siendo difícil hacer cine en España sobre las prácticas más oscuras de los poderosos?
Tengo la sensación de que hay zonas que son muy difíciles de explorar. Si vas a hablar de alguien muy concreto, con nombres y apellidos, marcas, partidos políticos… tienes que tener un extremo cuidado con todo el tema legal. Hace años estudié con un productor que había hecho una tvmovie sobre O.J. Simpson y recuerdo que nos contó que él tenía como seis guionistas y veinte abogados en su equipo. A veces puede compensar ese esfuerzo, pero en muchos casos se prefiere inspirarse en elementos de la realidad y volar libres al generar un personaje de ficción que nos permita contar la historia con libertad.
Sí es verdad que echo de menos una cierta madurez democrática como para poder nombrar con tranquilidad partidos políticos sin que nadie se sienta atacado. Me da una cierta envida cuando veo cine estadounidense o incluso inglés y se habla de republicanos, demócratas, laboristas, conservadores… y no pasa nada porque nadie se siente atacado. Aquí yo tengo la sensación de que sigue siendo un conflicto. En esta película no me sentí incómodo porque creo que no lo necesitábamos. Podíamos haber especificado el partido, pero no creo que hubiera una necesidad real. Ojalá vayamos madurando y veamos esas cosas con mayor normalidad.
Hay elementos en la película que nos llevan directamente a eventos recientes de nuestra historia. Es imposible no pensar en Villarejo cada vez que vemos al personaje de Miguel Rellán. ¿Es parte del juego lanzar esos guiños a la audiencia?
Sí, aunque prefiero pensar que el personaje de Miguel Rellán no es exactamente un trasunto de Villarejo. Lo que es verdad es que en algún momento me planteé que el personaje pudiera parecerse a él físicamente, pero me pareció que era mejor ir más a la esencia de un personaje que tiene algo de una cierta elegancia. La primera impresión no tiene nada que ver con lo que luego te vas a encontrar. Al final decidí huir completamente de cualquier referente. Optamos por generar un personaje auténtico y propio.
Hay películas que tienen la buena o mala suerte de coincidir con temas sociales controvertidos en el momento de su estreno. ¿Teméis haberos quedado cortos después de todo lo que ha pasado en la Comunidad de Madrid con el hermano de Ayuso?
Quedarnos cortos, no. La realidad va por un lado y la ficción va por otro. La realidad es poderosísima, así que no es demasiado sorprendente que puedan ocurrir cosas en la vida real que te arrollen y sean muchísimo más bestias que lo que se vea en una película. A mí lo único que me importa es que la película funcione en sí misma, que tenga sentido, que hable de algo que me importa, que sea emocionante y le pegue un viaje a los espectadores. Lo demás ya me da más igual. Si coincide que hay un caso como todo lo que está ocurriendo en Madrid con el PP que pueda afectar de alguna manera a la visión de la película por parte de los espectadores, me parece imposible valorar si es para bien o para mal.
No sé si puede generar más curiosidad o todo lo contrario, que hay algo de hastío porque ya lo estás viendo en el telediario. Estos días se está hablando mucho de esto, pero son cosas que están pasando constantemente y en todas partes. Pueden salir a la luz más o menos, pero este tipo de cosas existen desde que el mundo es mundo. Desde que hay estructuras de poder complejas y jerárquicas hay traiciones, complots, un mundo subterráneo del manejo del poder y servicios de inteligencia. Ya los egipcios tenían servicios de inteligencia para saber cuándo atacar.
Viendo Código Emperador pensé en películas como Michael Clayton o los thrillers de los 70. ¿Manejaste algunos referentes mientras preparabas el rodaje?
Creo que es útil manejar ciertos referentes porque ayuda a colocarse ante un proyecto. A mí no me gusta hacer análisis demasiado exhaustivos o buscar soluciones en otras películas. Prefiero ser completamente libre. A mí me gusta trabajar con un dosier previo de aspecto visual. Voy buceando en imágenes de películas que me parece que tienen alguna conexión y así podemos hacer una especie de mapa que nos sirve de referencia. Es divertido porque después de olvidas completamente de ese documento inicial y cuando te vuelves a encontrar con él al final del rodaje descubres dónde has acabado. No es algo que vayas mirando para imitar. Es como una referencia, un código que utilizas.
Rodaste la película entre el final de Hierro y el arranque de Rapa. ¿Qué encontraste en el guion de Jorge para decidirte a meterte en esta película?
Se fueron encadenando los proyectos, sobre todo por la pandemia. Código Emperador nació realmente porque [la productora] Emma Lustres y yo hablamos de hacer alguna película juntos. Empezamos a buscar algún proyecto. Hablando un día de casualidad con Jorge Guerricoechevarría empezamos a hablar de historias de espías y acabamos hablando de la función de los espías en la actualidad y en el mundo real. Después de esa conversación le dije a Emma que había un tema interesante en el retrato de la trastienda del poder. No solo el político, empresarial, de la cultura, el deporte, la alta sociedad… Hay algo muy apasionante en cómo funciona por detrás.
La productora Vaca Films y Luis Tosar son uno de los matrimonios profesionales mejor avenidos del audiovisual español. ¿Cómo ha sido ser el nuevo en la familia?
No tuve esa sensación porque conozco a Emma desde hace veinte años y a Luis desde hace treinta. En todo este tiempo no había aparecido el proyecto adecuado para que trabajáramos juntos. Todos llevamos carreras paralelas y algo diferentes, pero teníamos muchas ganas. Yo con Luis había trabajado un montón de veces, aunque ahora llevábamos más de diez años sin hacerlo. Tuve la sensación de recuperar algo. Trabajar con Luis otra vez ha sido como volver a casa.
Luis es uno de los grandes del cine español, pero ¿cómo fue buscar a la actriz que tenía que interpretar a Wendy? En España la diversidad sigue siendo una asignatura pendiente.
Fue un proceso de casting bastante sencillo. Creo que es la primera vez que hablo de esto. Reconozco que de primeras me daba miedo Alexandra Masangkay. No la conocía en persona, pero la había visto en 1898. Los últimos de Filipinas. No tenía muy claro que fuera la persona adecuada antes de que hiciera la prueba. Me parecía demasiado guapa y pensaba que era importante que el personaje de Wendy no pareciera una modelo, porque no iba de eso el asunto. De repente apareció y me pareció una actriz apabullante y maravillosa con la cabeza muy bien amueblada. Enseguida lo vimos claro. Tenía algo que daba al espíritu del personaje, esa serenidad, que nos hizo verlo claro.
Tus anteriores proyectos en cine habían sido documentales o comedias más pequeñas como 18 comidas y Eroski Paraíso. ¿Cómo ha sido hincarle el diente a una producción más grande como esta?
Tengo la sensación de que he tenido una evolución natural. Siento que he sido alguien que ha madurado muy despacio. Empecé a trabajar bastante joven y siempre vi mi carrera como algo de largo recorrido. No tenía ningún interés en hacer cosas gigantescas a corto plazo. Fui haciendo cosas que me gustaban, pero cosas pequeñas. Quiero pensar que puedo seguir haciendo cine de altos presupuestos, pero también historias más intimistas porque me gustan y tengo intereses muy diversos. Tampoco fue un salto gigantesco de esas producciones pequeñas a cosas enormes. En los últimos años ya estuve en series con presupuestos más o menos decentes y lo disfruté muchísimo. En la serie Pelotas, con Corbacho y Cruz, me encantó la experiencia. En Sé quieren eres también. Y en los últimos años había estado haciendo Hierro. El nivel de producción es diferente, pero nada abismal. Al final el trabajo es el mismo: contar historias con métodos cinematográficos. Y eso es lo importante.
En Málaga también vas a estar presentando Rapa. ¿Qué nos vamos a encontrar con esta serie?
Rapa es una serie en la que los espectadores de Hierro podrán encontrar cierta relación. Pertenecen al mismo género, un thriller humanista, aunque los personajes y la historia no tienen nada que ver. También parte de una investigación de un asesinato, pero las motivaciones son completamente diferentes. De alguna forma también se habla de las estructuras de poder. La mujer que muere al principio es una alcaldesa que lleva muchos años al frente de un ayuntamiento en el que todo se maneja bajo su control. Los protagonistas quieren saber qué pasó y por qué.
Esa mujer recuerda a Isabel Carrasco, la presidenta de la Diputación Provincial de León que fue asesinada y protagonista de Muerte en León. ¿Es uno de los referentes que manejasteis?
Es verdad que ese título salió en algún momento en nuestras conversaciones, hay algo en el poder político local que puede ser muy interesante y complejo. Luego el desarrollo no tiene nada que ver con ese caso en concreto, pero sí queríamos hacer un thriller en ese tipo de terreno.
¿Cómo ha sido pasar de rodar en la isla del Hierro a hacerlo en Galicia?
Es curioso. Yo disfruté muchísimo en el Hierro, adoro esa isla y espero volver con frecuencia. De alguna manera creo que era más fácil rodar ahí porque tienes una mirada más fresca y clara sobre qué es lo llamativo de esa zona. Cuando ruedas en casa te puedes perder un poco más. Lo tienes más visto y es más difícil discernir lo interesante de lo que no lo es. Al mismo tiempo, es muy gozoso poder rodar en un lugar que conoces, poder enseñar al mundo sitios que valen la pena.
Después de dos años de restricciones, ¿qué se siente al ir a Málaga a presentar presencialmente ante el público tus dos nuevos trabajos?
Será una oportunidad de poder celebrar algo. Con Hierro, por ejemplo, no hubo fiesta de fin de rodaje ni hubo estreno. Toda la prensa se hizo a través de Zoom. Volver a conectar en lo presencial es maravilloso. Deseo que funcione la película por interés propio, por supuesto, pero ojalá podamos contribuir a que la gente vuelva a los cines. Tengo muchas ganas de encontrarme con el público y, no sabes cuánto, poder rodar sin mascarillas ni tener que estar haciendo PCR todas las semanas.
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